17 octubre, 2019
17 de octubre: pensando a los descamisados del siglo XXI
Se cumplen 74 años de un suceso bisagra en la historia de la clase trabajadora argentina que invita siempre a repensar el protagonismo de los sectores populares en la historia pasada y presente.


Juan Manuel Erazo
Hay quienes dicen que la política es razón y fuerza, muchas veces es más una cosa que la otra. Pero cuando estos dos elementos se conjugan y entran en acción marcan verdaderas bisagras en la historia por donde pasan los grandes relatos. El 17 de octubre de 1945 no sólo es uno de los más importantes sucesos de masas de la Argentina, sino también el comienzo de una etapa política de acumulación (con sus idas y vueltas) solo frenado por la última dictadura cívico militar, donde la razón y la fuerza se transformaron en la locura y la brutalidad planificada.
“El subsuelo de la patria sublevada”, tuvo su contexto internacional. Durante más de 30 años a partir de ese momento el 80% de la población mundial en los territorios de Asia, África y América Latina (muchos bajo gobiernos coloniales) iniciaran procesos de liberación nacional, de descolonización, revoluciones y gobiernos populares. Fue puntapié inicial de “la hora de los pueblos”, un momento de grandes confrontaciones donde los trabajadores del mundo tomaron por asalto su lugar en los Estados, las representaciones diplomáticas, los grandes discursos.
Entre las limitaciones del modelo soviético y el militarismo norteamericano, una porción de la humanidad propuso nuevas formas de liberación y caminos propios al socialismo. El 17 de octubre, esa gesta de nuestro pueblo, de nuestra clase, de nuestra militancia, constituye una parte esencial de este proceso. Contextualizarlo, lejos de minimizarlo, aumenta su valor histórico.
Antes de aquella fecha no siempre la razón y la fuerza trabajaron en conjunto. Después tampoco. La sangrienta dictadura intentó arrasar a sangre y fuego con nuestra historia, con nuestro acumulado, con nuestra organización. En parte lo lograron. Han logrado nuestra fragmentación entre razón y fuerza. El fuerte golpe a los principales cuadros y dirigentes de la organización popular argentina rompió una cadena, pero no todas. Quedó la experiencia y cierta fuerza vagando, también algunas razones por ahí sobreviviendo. El equivalente a sacudir una lámpara de lava, donde quedan disgregadas sus partes. Pero con el tiempo vuelven a encontrarse, a acumular.
Es bueno recordar el 17 de octubre, siempre es bueno. Suceso (por algo) ensalzado actualmente por peronistas, militantes de izquierda, progresistas. Al igual que el Cordobazo sometido a la rigurosidad y a las preguntas inquisitorias. ¿Jugó Evita un rol determinante? ¿Fue organizado o espontáneo? ¿De dónde salieron? ¿Qué papel tuvieron muchos de los que hoy lo reivindican? Valen, son preguntas que valen. Pero elegimos pensar el 17 de octubre centralmente desde el aporte a nuestro mapa actual.
¿Cómo sería una irrupción de masas en la Argentina hoy en día? ¿Ya existe tal cosa? Venimos de un nuevo proceso de acumulación con su contexto internacional particular. Los procesos anti neoliberales de comienzos del siglo XXI a nivel latinoamericano han marcado el camino en un mundo donde el capital a avanzado sin pasión y sin límites. Los intereses de las transnacionales y el destructor capital financiero se han impuesto nuevamente, en muchos casos, de la mano de las derechas domésticas más retrogradas.
En Argentina se han erigido nuevos actores a la hora de frenar esta avanzada. Los movimientos sociales y el feminismo han entrado en la escena y pedido su lugar. Son dos fenómenos distintos pero complementarios en punto, uno de carácter más sectorial/gremial, el otro transversal. Ambos han logrado anidar en las conciencias de las mayorías marcando su lugar.
Los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, miles y miles de laburantes que se ganan el pan día a día, son la demostración casi freudiana de que lo reprimido siempre vuelve. Desgastado, precarizado, marginado, pero vuelve.
Hoy en día estos nuevos actores luchan por lograr su lugar en la escena. Y lo han conseguido. Copando plazas, logrando leyes, generando masividad, metiendo debates.
América Latina, lejos de los que hablaron de cierre de ciclos, conserva su nuevo ciclo de acumulación y ve a un pibe cartonero movilizando a la plaza, las pibas marchando con las caras pintadas. La América Latina que le gusta hablar inglés teme. No nos importa, porque somos los nietos y nietas de quienes mojaron las patas en la fuente. No nos han derrotado, y aun derrotados, solo nos queda la alegría, que siempre es nuestra.
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