Mundo Gremial

4 octubre, 2019

La CTA de los Trabajadores votó volver a la CGT ¿la van a dejar?

Este jueves la central sindical dirigida por Hugo Yasky, con el aval de Alberto Fernández que se hizo presente en el congreso, aprobó por unanimidad pedir el reingreso a la organización con sede en la calle Azopardo. Sin embargo todo indica que el camino va a ser sinuoso.

Santiago Mayor

@SantiMayor

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El escenario estaba preparado y la foto también. Alberto Fernández, Máximo Kirchner, Hugo Moyano y Verónica Magario, entre otros y otras asistieron al congreso de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) de los Trabajadores que se realizó este jueves en Lanús. Con el respaldo explícito del candidato y futuro presidente, los delegados y delegadas votaron por unanimidad pedir la reincorporación de la organización dirigida por Hugo Yasky a la Confederación General del Trabajo (CGT).

Así se cerró un ciclo de más de 25 años en que la CTA se construyó como alternativa al modelo sindical hegemónico, ampliando la democracia interna, incluyendo a sectores de desocupados y movimientos sociales.

No obstante, cabe aclarar que la otra vertiente de la CTA (se dividió en 2010) liderada hoy por Ricardo Peidro y que incluye como gremio principal a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), no se sumó a este planteo y se mantendrá como una central independiente.

Pero para el espacio liderado por Yasky surge otro problema. Los sindicatos que le responden quieren volver, pero la CGT no parece dispuesta -de momento- a recibirlos.

La voluntad no es suficiente

Como señaló el periodista especializado en temas gremiales Mariano Martín en un artículo publicado en Ámbito Financiero, uno de los primeros indicios de las dificultades que afronta este proceso de unidad estuvo en los asistentes al Congreso. Ningún miembro del actual Consejo Directivo de la CGT se hizo presente.

«Las razones que preanuncian que el operativo retorno se verá frustrado tienen una raíz puramente sindical y otra política: el grueso de la dirigencia tradicional objeta el historial ‘izquierdista’ que le asignan a los actuales referentes de la CTA, y también rechaza concederle a Alberto Fernández el rol de decisor en el movimiento obrero», explicó Martín.

En la misma sintonía, otro especialista en el mundo sindical, Jorge Duarte, escribió en su cuenta de Twitter que 50 secretarios generales de sindicatos que integran la CGT también se reunieron el jueves pero en el camping del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires. «Coincidieron en no dar lugar a la CTA para que regrese». Además «los calificaron de alcahuetes y dijeron ‘a través de los medios nos acusaban de burócratas'», detalló Duarte.

Pero también hay argumentos pragmáticos propios de la lógica interna del sindicalismo. La CTA-T se encuentra cercana a Hugo Moyano y Sergio Palazzo (Bancarios) que encabezan un espacio hoy opositor o al menos distanciado de los llamados «gordos» e «independientes» que dirigen la central. Incorporarlos supone, para el actual Consejo Directivo, sumar potenciales adversarios que a futuro le disputen la conducción.

Finalmente hay que destacar factores más puntuales pero no menos relevantes. Como enumeró Mariano Martín entre los más férreos opositores están «Roberto Fernández (UTA, colectiveros) por la participación en la CTA de los “metrodelegados” que se asentaron en el subte a sus espaldas; Sergio Romero (docentes, UDA), por la competencia del sello mayoritario CTERA en el rubro educativo; Omar Maturano (maquinistas de trenes, La Fraternidad), refractario a cualquier tendencia de izquierda, y el resto de la plana mayor de dirigentes de la industria y los servicios que forma parte de la conducción».

¿Claudicando o dando la pelea desde adentro?

En abstracto la unidad sindical parece una buena noticia. Un movimiento obrero que pueda actuar con una misma línea y coordinar acciones conjuntas tiene más posibilidades de obtener triunfos. Asimismo, los sindicatos que integran la CTA han estado entre los más dinámicos y combativos. Esto permitiría oxigenar a una CGT mucho más dialoguista con los gobiernos (sea cual sea) y que, sin dudas, con Alberto Fernández no harán la excepción.

Pero resulta difícil pensar que quienes hoy piden volver, puedan correr de la conducción a quienes desde hace años manejan los hilos de la principal central sindical. Además, el proceso interno de la CTA estuvo alejado de un debate amplio o plebiscitario con sus bases. Con contadas excepciones fue una decisión dirigencial muy influenciada por la rosca política electoral e institucional.

La escisión que supuso el nacimiento de la CTA a principios de los años ’90 estaba sustentada en argumentos de peso que, por lo señalado anteriormente, parecen haber quedado de lado. La CGT no cambió.

Como puntualizó Duarte, en primer lugar hay que recordar que, hasta ahora la CTA «cuestionaba el unicato y promovía la creación de sindicatos para competir por la representación. El regreso a la CGT podría leerse como un mensaje para todos esos militantes a abandonar esa experiencia e incorporarse en los gremios tradicionales», analizó.

Asimismo implica el abandono a «la idea (conflictiva en la práctica en todos estos años) de la elección de las autoridades de la central obrera por el voto directo de los afiliados». Y también dejar de lado «la apuesta por la sindicalización de los no registrados y la unidad con los movimientos sociales», dentro de la propia organización gremial.

Por último, un dato no menor es que algunos sindicatos de la CTA nunca se fueron formalmente de la CGT pero dejaron de aportar el dinero que les correspondía. En ese sentido, su regreso debería estar condicionado por una condonación de deudas o algún tipo de plan de pagos donde salden lo que deben desde hace casi tres décadas.

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