17 septiembre, 2019
Un lugar entre los grandes
Habiendo pasado un par de días del fervor y la emoción de la final vale la pena escribir para recordar, para dejar asentado en la memoria que nuestra bandera fue protagonista en uno de los mundiales de básquet más lindos, más parejos, más vistosos y más emocionantes que dejó este deporte.


Hernán Aisenberg
Antes de meternos en el balance absolutamente positivo de la selección Argentina en el mundial de básquet, hay que mencionar que los cambios propuestos por la Federación rindieron frutos y le dieron un salto de calidad al torneo. Más equipos, más grupos, menos equipos por grupos y con la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio de por medio.
Todas las selecciones tenían objetivos que cumplir cuando llegaron y todas jugaron “por algo” hasta el día que terminaron su participación. Cada partido valía y como tal, cada partido se jugaba a matar o morir. Casi ningún equipo fue a sacarse las fotos con sus ídolos y este es el primer legado que la Selección Argentina le dejó al mundo: con trabajo, esfuerzo, entrenamiento, se puede ganar.
Por otro lado hay que reconocer que también se abrió el abanico de protagonistas con el desarrollo de los nuevos países europeos y con la apertura de la NBA a jugadores extranjeros desde la década de los 90 del siglo pasado. La ex Yugoslavia y la ex URSS, junto con EE.UU., eran absolutos dominadores de todas las competencias internacionales de esta disciplina dejando a todas las demás selecciones fuera de la disputa. Era enorme el esfuerzo que tenía que hacer el resto para colarse en un podio. Sin embargo este año apreciamos un mundial en el que al menos seis selecciones llegaban a China por el título y al menos otras seis venían para intentar colgarse la medalla. Pero además eran más de 20 los equipos que fueron en busca de una clasificación a Tokio 2020 o al menos un pasaje al repechaje de febrero del año próximo.
En el caso argentino, ya sin la presencia de la Generación Dorada (salvo el capitán de 39 años, Luis Scola), sin jugadores que actualmente representen equipos de la NBA y sin pivots que estuvieran disputando grandes ligas europeas, el segundo puesto fue sin dudas una enorme victoria. “Ganamos la plata, no perdimos la final”, dijo el técnico Sergio Hernández ni bien España ganaba y terminaba con el invicto que traía la selección.
El fixture podía ser determinante para que Argentina y sin transpirar demasiado había posibilidades de meterse entre las mejores ocho selecciones del mundo y ganando una plaza para los Juegos Olímpicos. Sin embargo la sorpresiva victoria de Brasil sobre Grecia complicó mucho las cosas. Llegar a cuartos ya no garantizaba una plaza olímpica y había que planificar ganarle a Serbia o España, quien fuera el rival en esa instancia.
Por suerte Argentina llegó invicta al partido de cuartos y la derrota de Brasil con Checa volvió a despejar el sueño del quinto juego olímpico consecutivo. Ya clasificada a Tokio la selección se mentalizó que tenía que correr el techo al infinito y más allá.
Campazzo, Laprovittola e incluso Vildoza venían demostrando que la media cancha era para temer. No solo en ataque y con buen tiro de tres puntos, sino principalmente en la defensa en la primera línea y los robos de balón que generaran contragolpes y puntos rápidos al equipo del Oveja. Además Garino y Brussino mostraban que podían defender a cualquiera y Deck que no tenía miedo de penetrar en tierra de gigantes.
Las dudas seguían estando en el poste. ¿Podía Scola con sus 39 años seguirle el ritmo a Jokic, Gasol o Gobert? ¿Podía Marcos D’Elia batallar cada rebote con las deficiencias físicas que tenía en comparación con otros monstruos? ¿Caffaro y Taya estaban a la altura de una cita mundialista? Todas preguntas que no podían responderse jugando contra Corea, Nigeria, Rusia, Venezuela o Polonia. Pero esos partidos sirvieron para elevar la confianza del plantel, calmar la ansiedad con sonrisas, buenos resultados y un excelente nivel de básquet.
El martes 10 de septiembre Argentina enfrentó su primera prueba de fuego. El principal candidato al título había perdido con España en segunda ronda y se había cruzado. Sin Teodosic (que no jugó el mundial por una lesión) pero con el monstruo Nicola Jokic (pivot de Denver Nuggets y parte del quinteto ideal de la última temporada de la NBA) y el tremendo alero de Sacramento Kings, Bogdan Bogdanovic. Los serbios salieron a declarar que ya esperaban encontrarse y derrotar a EE.UU., algo que finalmente lograron pero no en semifinales como esperaban, sino por el 5° puesto.
Argentina dominó el partido con Serbia de punta a punta. No habían encontrado nunca el juego de Jokic. El trabajo defensivo era tan bueno que con 20 puntos de Scola y 18 de Campazzo fue suficiente. Salvo un pequeño bajón en el tercer cuarto, el equipo jugó con una concentración y una convicción que daba miedo a los rivales y orgullo a quienes lo miraban por televisión. No solo el periodismo salió a reivindicar a este equipo. Todas las viejas glorias felicitaron al equipo: Chapu Nocioni, Leo Gutierrez y hasta Pepe Sánchez y Manu Ginobili que viajaron a China para decirselos personalmente.
El rival de semifinales se suponía que podía ser EE.UU., pero Francia dio la sorpresa con un equipo lleno de figuras: Rudi Gobert (el mejor defensor de la NBA, pivot de Utah Jazz), Evan Fournier (escolta de Orlando Magic), Nando De Colo (base del Fenerbahce turco), Nico Batum (ala de Charlotte), Frank Ntilikina (base de New York Knicks), entre otros. Pero estos también subestimaron al equipo argentino.
“Si perdemos volvemos a París como tontos”, dijo Fournier después de ganarle al devaluado Dream Team de Greg Popovich. Pero el escolta no se imaginó que iba a encontrarse un equipo tan sólido en defensa que dejaría a los galos en 66 puntos, la anotación más baja de una semifinal de mundial.
Luis Scola aportó 28 puntos y 13 rebotes. Desde el inicio (12-2) la defensa argentina fue imbatible, Francia jamás estuvo en partido y el techo del equipo de Hernández parecía no existir. Manu vio el partido desde la tribuna junto a Kobe Bryant que no paraba de sorprenderse. Los únicos que no se sorprendieron eran ellos. Los 12 de blanco y celeste que siempre confiaron en su propio potencial.
En la otra llave España se había hecho cargo de la parte que le toca. Primero despachó a Polonia sin despeinarse y después le tiró encima toda la jerarquía a Australia que venía haciendo un mundial bárbaro pero que le pesó tener que resolver el match. Mills, que había sido la figura del partido, erró un libre clave que puso a España en el suplementario y luego en otro para terminar ganando por peso propio en un contundente segundo suplementario. Treinta y tres puntos de Gasol y 12 asistencias de Rubio fueron imposibles para Australia que otra vez se volvió a quedar a las puertas con su mejor generación.
España también se llevó la final con tranquilidad. Si bien Argentina no jugó mal, tampoco hizo su mejor partido, especialmente Campazzo y Scola, sus dos figuras que se vieron sumamente contenidas con la defensa española. Mucho más por mérito de los de Scariolo que por debilidades propias, el equipo argentino fue superado por primera vez en todo el torneo. No alcanzaron los 24 puntos de Deck contra el goleo repartido de los ibéricos que de la mano de Rubio ganaron el mundial de punta a punta.
El potencial de los ibéricos es enorme y se preparan para ir a revalidar en Tokio sabiendo que EE.UU. dolido en su ego buscará la revancha. Francia, Argentina y Australia también serán parte de los equipos que busquen el podio olímpico y Serbia, Grecia, Lituania, Italia, Checa (de gran mundial), Rusia, Turquía, Brasil, Canadá y Puerto Rico deberán matarse en el repechaje que se vendrá en febrero. Son muchos los equipos que buscarán las únicas cuatro plazas que todavía hay en juego.
Este deporte que era y es altamente lógico, se volvió tan competitivo que lo que se viene parece todavía mejor. Lo que sí queda absolutamente claro es que en cada competencia donde las potencias se preparen para ganar, tendrán que respetar e incluir en ese pelotón a la selección nacional que con muchísimo esfuerzo y prepotencia se ganó un lugar.
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