El Mundo

6 septiembre, 2019

Robert Mugabe: el líder inesperado

Este viernes falleció, a sus 95 años, el histórico presidente de Zimbabwe. Artífice de la independencia en 1980, gobernó el país de forma autoritaria por 37 años, hasta que fue depuesto por un golpe de Estado de su propio partido en 2017.

Santiago Mayor

@SantiMayor

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La historia de Zimabwe no se puede separar de la de Robert Mugabe. El líder insurgente que combatió al régimen colonial y racista y luego se convirtió en el primer presidente del país independiente, marcó el perfil de esta nación de África austral.

Durante los 37 años que comandó «el granero de África», fue una figura política central del continente. Primero como esperanza de renovación en el tercer mundo, luego como un dictador autoritario que fue consumido por las propias internas palaciegas y partidarias.

Por eso su muerte este viernes en Singapur, a los 95 años, mereció palabras de diversos mandatarios y mandatarias en todo el mundo. Incluso su sucesor y artífice del golpe en su contra, Emmerson Mnangagwa, tuiteó: «El comandante Mugabe era un ícono de la liberación. Su contribución a la historia de nuestra nación y de nuestro continente no se olvidará jamás».

El maestro rural maoista

Robert Mugabe nació en 1924 en el distrito de Zvimmba de lo que entonces era la colonia británica de Rodesia del Sur. Tras dar sus primeros pasos como maestro de primaria viajó a Sudáfrica e Inglaterra donde estudió Letras, Derecho y Economía.

En 1960 regresó a su país, donde se sumó a las filas de la organización independentista Unión Popular Africana de Zimbabue (ZAPU) que además luchaba contra el régimen de apartheid impuesto por la minoría blanca gobernante. Tras fugarse a Tanzania luego de ser detenido, en 1963 participó de la fundación de un nuevo grupo, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe (ZANU).

Ese mismo año volvió a Rodesia y fue nuevamente arrestado. Pasó diez años en las prisiones del régimen racista que, en 1965, declaró la independencia de manera uniletareal, aunque esta no fue reconocida por la comunidad internacional.

Por aquellos años fue creciendo internacionalmente la figura de Joshua Nkomo quien parecía estar llamado a ser el padre de la independencia de Zimbabwe. Con el respaldo de la Unión Soviética, este líder sindical -que también sufrió años de cárcel- propició un acuerdo entre su organización político-militar, el ZAPU, y el partido de Mugabe para combatir al gobierno del primer ministro Ian Smith.

Mientras el ZAPU era el ala moderada, el ZANU se mostraba más radical y contaba con el respaldo internacional de China y Corea del Norte.

Conferencia de prensa de Mugabe tras ganar las elecciones de 1980

Finalmente en 1979, con apoyo de Gran Bretaña, el régimen racista llevó a cabo elecciones con la intención de legitimiarse. Sin embargo negros y blancos eligieron a sus representantes por separado.

Esto fue rechazado por el ZAPU y el ZANU que finalmente consiguieron un acuerdo para celebrar comicios verdaderamente democráticos en 1980. Contra todos los pronósticos, Mugabe triunfó ampliamente por sobre Nkomo.

El «no alineado» pragmático

La victoria de un marxista radicalizado y la proclamación oficial de la República de Zimbabwe no fue bien vista por Occidente. Sin embargo rápidamente Mugabe dio muestras de ser un hábil dirigente político.

Llegó a un acuerdo para formar un gobierno conjunto con Nkomo -a quien luego enviaría a la cárcel- y lo mismo hizo con la minoría blanca (5% de la población total) en relación a la propiedad de la tierra. Su política exterior, todavía en plena Guerra Fría, no se alineó con la URSS y mantuvo una postura de “país no alineado”.

“El granero de África” vivió entonces años de esplendor y el propio Mugabe fue considerado para el Nobel de la Paz en 1981. Sin embargo en paralelo se fue dando un paulatino proceso de concentración del poder y persecución a la oposición que tuvo un primer gran paso, en 1984, la instauración de un sistema de partido único.

En 1987 la unificación definitiva del ZANU y el ZAPU dio nacimiento al ZANU – Frente Patriótico. La persecución a la oposición fue en ascenso así como las denuncias de corrupción y violaciones a los derechos humanos.

Robert Mugabe junto a la ex primera ministra británica Margaret Thachter

Con el auge del neoliberalismo en los años ’90 y ante las promesas incumplidas por parte de Gran Bretaña de que ayudaría a financiar la compra de tierras a los blancos, Mugabe ordenó en el 2000 una campaña de expropiación que implicó el asesinato de algunos propietarios.

Sin embargo el resultado fue el hundimiento de la producción agrícola nacional ante la huida masiva de los productores y una crisis económica que llevó a Zimbabwe a tener la segunda hiperinflación más grande de la historia mundial. Como respuesta, en 2009 el gobierno decidió eliminar el dólar zimbabwense y adoptar como moneda oficial el dólar estadounidense -junto a otras divisas como la libra esterlina, el yuan, el yen y el rand sudafricano-. Sin embargo esto ha generado una recurrente falta de dinero en circulación y otros problemas económicos derivados del uso de divisas distintas.

Si bien los indicadores económicos han mejorado en los últimos años, en parte gracias al comercio con China, actualmente la esperanza de vida promedio alcanza apenas los 39 años y el 85% de la población carece de un trabajo formal.

En ese marco la crisis se agudizó y estallaron las internas dentro del ZANU-PF. Sectores de la juventud, liderados por la última esposa de Mugabe y líder de la rama femenina del partido, Grace, comenzaron a desplazar a los históricos combatientes contra el régimen colonial.

La gota que rebalsó el vaso fue la destitución del entonces vicepresidente y héroe de la independencia, Emmerson Mnangagwa, el 7 de noviembre de 2017, acusado de “traición y deslealtad”. Mnangagwa huyó a Sudáfrica denunciando que habían intentando asesinarlo.

El dirigente era candidato a suceder a Mugabe que iba a buscar una nueva reelección en las elecciones de principios de 2018. Sin embargo, ese lugar también era pretendido por Grace. Esto no hizo más que acelerar los acontecimientos.

Finalmente el 14 de noviembre de 2017 sectores del ejército que respondían al «ala histórica» del ZANU-PF dieron un golpe de Estado y derrocaron a Mugabe. Sin embargo este no renunció oficialmente hasta varios días después.

A pesar de ser derrocado a sus 93 años, Mugabe no fue objeto de persecución. El nuevo gobierno, liderado por Mnangagwa le garantizó un alto nivel de vida hasta sus últimos días incluyendo varias propiedades, vehículos, personal estatal a su disposición y un avión para que pudiera viajar y atender sus problemas de salud.

Por ese motivo se encontraba en Singapur, donde pasó internado los últimos meses hasta su muerte, este 6 de septiembre, a los 95 años.

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