30 agosto, 2019
La épica de la derrota
¿Quiénes son, qué piensan y qué sienten los que, todavía, apoyan al macrismo?


Fernando Toyos
No está muerto quien pelea, dice el dicho popular, y quien se siente acorralado peleará hasta sus últimas fuerzas por más avasallante que perciba al enemigo que tiene enfrente.
La movilización en apoyo al gobierno de Cambiemos del pasado sábado, hay que decirlo, convocó más gente de lo que sus propios organizadores esperaron. Gente que, a pesar de una economía estancada, niveles de inflación que nos remiten a los ’80 y un desempleo que volvió a superar los dos dígitos, sigue apoyando al gobierno encabezado por Mauricio Macri.
A la luz de esta movilización, los números arrojados por las elecciones primarias -que fueron vividas como una fiesta aquella noche- pueden leerse de otra manera: ante un escenario muy desfavorable en el frente económico, la fórmula Macri-Pichetto retuvo un nivel de apoyo nada desdeñable. Se trata de casi ocho millones de votos concentrados en la región centro del país.
Compuesto por las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, dibujan un cuadrado en el que se concentra casi el 70% del voto a Juntos por el Cambio. Estos distritos contienen además a los tres centros urbanos más poblados de Argentina, entre los cuales aportaron casi un millón y medio de votos amarillos.
Dos de estas ciudades, Buenos Aires y Córdoba, son las que pudieron mostrar imágenes de nutrida convocatoria a la cita de la semana anterior. ¿Cómo se compone este núcleo duro que sale a apoyar al oficialismo en su momento de mayor descrédito? ¿Cómo son, qué piensan y sienten los más fervientes partidarios del autodenominado “cambio”?
Comencemos por la composición etaria: en las fotos puede observarse una concurrencia caracterizada por la escasez de, para ser buenos, personas sub-30. O sub-40. Es un dato conocido que el núcleo duro de la derecha se caracteriza por tener un promedio de edad entre mediana y avanzada.
Como muestra un estudio de opinión pública, la preferencia de les jóvenes no favorece a Macri. Casualmente, la mitad de les menores de 18 años no fueron empadronados para estas elecciones. Sin embargo, en el último tiempo se instalaron ciertos referentes del ultraliberalismo económico -Javier Milei y José Luis Espert- entre franjas de la juventud, atraída por su supuesto perfil “antisistema”.
El siguiente elemento que caracteriza a este núcleo duro son sus condiciones socioeconómicas. Concentrados en Buenos Aires y Córdoba, también tienen una presencia importante en otras ciudades -Mar del Plata, Bahía Blanca y Mendoza- caracterizadas por niveles de ingresos medios-altos y altos.
En la Capital del país el voto cambiemita se corresponde de manera casi perfecta con el valor del metro cuadrado. En este sentido, el investigador Sergio Morresi (coautor del best-seller Mundo PRO) sostiene que este partido busca “desplazar a la UCR” como representación política de los sectores medios urbanos.
En el plano de las consignas, esta multitud destacó -una vez más- por sus apelaciones a la “defensa de la república”. La sensibilidad respecto de la “corrupción K” contrasta, sin embargo, con la ausencia de algún registro aparente respecto de la corrupción en el seno de este gobierno. Quizás convenga revisar las hipótesis que planteamos hace algunas semanas al respecto. La bandera de la “corrupción K” parece funcionar como una “cámara de eco”, confirmando los prejuicios de un grupo respecto de su adversario.
A riesgo de ser impresionistas, aventuramos la siguiente comparación: si el kirchnerismo se sustentó en una alianza entre una parte importante de la clase trabajadora -en especial sus sectores más pauperizados, quienes no mostraron las pendulaciones de las cúpulas sindicales- y una parte -¿minoritaria?- de los sectores medios “huérfanos del FREPASO” (Juan Carlos Torre dixit), el núcleo duro de PRO/Juntos por el Cambio se encuentra entre ciertos sectores medios y medios-altos. Cabe aclarar: nos referimos aquí a la base social, no al bloque de clases dominantes que -con tensiones ayer, de modo orgánico hoy- han sido y son los beneficiarios principales de ambos procesos.
El bloque histórico es, entre otras cosas, la unidad entre los ganadores de la disputa por el proyecto hegemónico de país -saldada, a sangre y fuego, en la dictadura y reconfigurada parcialmente en 2001- y los sectores sociales que, beneficiarios secundarios en el mejor de los casos, llevan en sus propias visiones del mundo la huella de las ideas dominantes. O, lo que es decir lo mismo, las ideas de la clase dominante.
En orden de visibilidad: primero está al gobierno, luego su base social y, finalmente, la alianza de clases y fracciones de clase que constituye la fuente de su poder. Se trata de una tríada sobre la que es preciso enfocar la mirada, si se pretende caracterizar con alguna precisión el desarrollo de la lucha de clases en sus niveles político-institucional y social, además del nivel específicamente gremial.
Envalentonado por la convocatoria, el gobierno se lanza nuevamente a la ofensiva. Qué resultados cosecharán apelando al mismo libreto de siempre (al que se le suma la insólita responsabilización del candidato favorito por la corrida cambiaria) se verá en octubre. De repetirse o ampliarse los guarismos arrojados el 11 de agosto, confirmado por el escrutinio definitivo, podríamos asistir a un repliegue temporal de las fuerzas sociales de la derecha. Ya ha sucedido antes.
El repliegue es un movimiento táctico, temporal. Supone resguardarse para sanar las heridas y evitar mayores daños. Desensillar hasta que aclare. Dar un paso atrás y, luego, dos pasos adelante.
Los momentos de repliegue del adversario son posibilidades para la propia expansión y, como la política teme al vacío, decir oportunidad equivale a decir necesidad. Si no se avanza sobre el terreno que deja el contrincante, este podrá volver a tomarlo. Pero si aprovechamos la retirada parcial del bloque conservador, podremos darnos a un diálogo, un proceso político pedagógico que interpele a sus anillos periféricos. Lo contrario a esto es, como decía Marx, creer que uno ha vencido al enemigo con solo descartarlo mágicamente con la fantasía.
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