El Mundo

26 agosto, 2019

Fidel Castro: «Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa»

El 12 de junio de 1992 el histórico líder de la Revolución Cubana pronunció un discurso que mantiene absoluta actualidad ante la crisis ambiental que atraviesa el planeta y que tiene hoy su punto más trágico en los incendios de la Amazonía.

Hace 27 años el entonces primer ministro de Cuba, Fidel Castro, lanzaba uno de sus históricos discursos en Río de Janeiro, Brasil, en el marco de una conferencia de Naciones Unidas sobre el medio ambiente.

Siempre lúcido y adelantado a su tiempo, Fidel ya había advertido en la década de 1980 sobre los problemas de la deuda externa en el Tercer Mundo y la posible caída de la Unión Soviética. Con esos antecedentes, a comienzos de la década de 1990 y en pleno auge neoliberal, el jefe de Estado de uno de los pocos Estados socialistas llamaba la atención sobre la «crisis ambiental» que ya estaba arrasando el planeta.

Sus palabras cobran una actualidad notable en estos días en que se incendia la selva amazónica y el Gobierno brasileño de Jair Bolsonaro ignora deliberadamente las advertencias sobre las consecuencias ecológicas que traerá esta catástrofe ambiental.

«Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre», comenzaba su discurso el líder cubano aquel 12 de junio de 1992. Y señalaba que recién en ese momento se estaba tomando conciencia del problema cuando «casi es tarde para impedirlo».

Sin embargo, Fidel marcaba una clara diferencia donde no todos y todas tenían la misma responsabilidad. «Las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad», apuntaba.

De acuerdo a los datos de aquellos años, con apenas el 20% de la población mundial, los países desarrollados consumían «dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía» que se producía en el mundo.

El mandatario cubano también puntualizaba que «la presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza». No obstante, desde su punto de vista no se debía «culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto».

«La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología», sentenciaba. «El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente», añadía.

Finalmente Fidel, daba cuenta de un contexto de época en que eran las grandes potencias capitalistas las que debían hacerse cargo. «Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?», se preguntaba.

«Hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta», decía y subrayaba algo en lo que no repararon muchos gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina del siglo XXI: «No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana».

«Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre. Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo», concluía Fidel.

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