23 agosto, 2019
No es el fuego, es el extractivismo
Producto de la incesante cantidad de información que recibimos en estos días del incendio forestal de la selva Amazónica, asistimos a la rápida diseminación de reflexiones sobre las causas de semejante hecho.

Están quienes sostienen que fue producto del “cambio climático”, responsable de que las altas temperaturas hicieran que se prendan fuego los bosques. Por otro lado, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sostuvo que fueron las ONGs extranjeras enojadas por el recorte en fondos que ellas administrarían. Y como siempre en estos casos, se puso la mirada en los fazendeiros (terratenientes) que habrían prendido el fuego de manera deliberada, para deforestar de la manera más barata y eficiente que conocen, quemando. Esto último, en íntima relación con el planteo de varias organizaciones sociales, políticas y ambientales, que vinculan lo sucedido con el avance del extractivo en el marco de un capitalismo salvaje.
El cambio climático y los incendios forestales
Quienes sostienen que el cambio climático está detrás de lo sucedido en la Amazonia, se basan en la evidencia de casos similares en otras latitudes, donde las elevadas temperaturas han provocado records de incendios forestales. Es el caso de Inglaterra, donde todavía no ha pasado la mitad del año y ya se ha registrado el número récord de 96 focos (en un país pequeño, caracterizado por sus climas fríos). EE.UU. también ha sufrido fuertemente este fenómeno en los Estados de la costa oeste (California, Arizona, entre otros), producto de las altas temperaturas estivales. España vio arrasadas aproximadamente 60 mil hectáreas de superficie en lo que va de este año, representando más del triple que el mismo periodo del año anterior (2018).
En todos estos casos (y en otros que no alcanzamos a desarrollar), se establece una relación de causalidad entre las altas temperaturas (producto del cambio climático), las temporadas de sequía y los incendios forestales. Pero la situación en la que se desatan los incendios en Brasil, dista mucho de esta realidad.
En un acto de irresponsabilidad, inmadurez política, y evasión de la realidad, Jair Bolsonaro sostuvo recientemente que dado los recortes de su gobierno al “Fondo Amazonia” (gestionado por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social para captar donaciones destinadas a la conservación del área) ciertas ONGs que dejaron de recibir presupuesto público brasileño, podrían estar detrás de los incendios.
“Terminamos con transferencias de agencias públicas a ONG, por lo que están perdiendo dinero. Por lo tanto, puede haber una acción criminal de estos ‘ongueiros’ para llamar la atención contra mí, contra el Gobierno de Brasil”, afirmó. Este no es más que otro ataque por su parte a las diferentes expresiones que tiene el ambientalismo en Brasil (y en el mundo) y es coherente con su política ambiental.
Su ministro de Ambiente es parte de aquellos que niegan el cambio climático como realidad actual, tanto que ha declarado que el mismo es parte de un “complot marxista” para reprimir el desarrollo económico de los países occidentales y promover el de China.
Pero esto no es poco, él mismo declaró que pensaba retirarse del Acuerdo de París ya que imponía restricciones para la explotación de la selva amazónica, atacó públicamente a los pueblos amazónicos, y le prometió a la bancada ruralista un mayor avance de la frontera agropecuaria, eliminando controles ambientales, desmantelando instituciones claves para la política ambiental y agraria (el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, la Fundación Nacional del Indio y el Instituto Chico Mendes). Es por eso que a principio de mes, el mismo presidente se autodenominó “capitán motosierra” en un evento público donde comenzaban a salir a la luz los datos sobre la deforestación.
El extractivismo y el fuego
Esto es lo que dio pié al tercer elemento de esta discusión, los fazendeiros. Como bien difundieron algunos medios en el vecino país, en particular medios alternativos como Brasil de Fato, las declaraciones del presidente estimularon a estos empresarios agropecuarios de diferentes zonas del país, a organizar la quema conjunta de bosques. A este día, que fue convocado para el 10 de agosto, lo denominaron “día del fuego”.
Según pudo consignar el diario Folha Do Progresso ya el día 5 de agosto los fazendeiros del Estado de Pará, habían anunciado la realización de esta jornada. Este periódico conversó con los dirigentes de esa acción planificada en la que buscaban “llamar la atención de las autoridades que en la región el avance de la producción sucede sin apoyo del gobierno». «Precisamos mostrar al presidente que queremos trabajar y la única manera es deforestando y para formar y limpiar nuestros pastos, es con fuego”, señalaron.
Desde la llegada al gobierno de Bolsonaro se ha acelerado e intensificado el proceso de destrucción de la Amazonía en un marco de completa impunidad. Sin embargo, esto no es un hecho aislado, sino que se enmarca en un nuevo episodio del poder destructivo del capitalismo sobre la naturaleza. Se trata de un problema relacionado a cierto modelo de crecimiento económico que prioriza la rentabilidad a toda cosa, y el lugar de los países de América Latina, entre otros, como exportadores de productos del agronegocio y otros bienes naturales.
En el caso de la Amazonia, desde hace tiempo que se viene avanzando en la deforestación y la tala indiscriminada con el fin de expandir la frontera agrícola y ganadera, al tiempo que se profundiza la extracción maderera y se promueve la construcción de grandes proyectos hidroeléctricos a lo largo de toda la selva.
Pero el dato contundente es que esto se aceleró notablemente en los últimos años. En 2018 Brasil encabezó la lista de países que más bosques tropicales primarios o nativos perdió. En concreto en ese año se registró la desaparición de más de 1,3 millones de hectáreas, según reveló en abril el informe de Global Forest Watch, del Instituto de Recursos Mundiales.
Tamara Perelmuter – @tamiperelmuter y Fernando González – @FerNarso
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