23 agosto, 2019
Netflix y la obsesión por los asesinos seriales
Desde el estreno de Mindhunter, la plataforma de streaming más famosa del mundo ha lanzado diversas series documentales sobre este tipo de criminales.
Guido Rusconi
En el año 2017 se estrenó en la plataforma de streaming más popular del mundo la serie Mindhunter, sobre la cual recayó una gran expectativa por tener en sus filas como productor y director de algunos capítulos a David Fincher, reconocido cineasta norteamericano. Afortunadamente, fue un éxito de crítica, y por consecuencia renovada para una segunda temporada que se hizo esperar dos largos años.
Para aquellos que desconozcan su trama, Mindhunter trata sobre dos agentes del FBI (Holden Ford y Bill Tench) que, junto a una psicóloga (Wendy Carr) en la década de los ‘70 y ‘80, se encargaban de entrevistar asesinos seriales para intentar descifrar distintos arquetipos que conforman la mente de este tipo de criminales, con el objetivo ulterior de detener a otros potenciales asesinos.
Con mucha menos acción que un policial de los que abundan en la pantalla chica, esta serie se destacó por su estética lúgubre y opresiva, sus guiones con diálogos agudos y punzantes, pero sobre todo por las escenas en las que entrevistan a los distintos asesinos que los “ayudan” en su investigación. Se trata de criminales reales que están entre los más populares de la historia de Estados Unidos: Ed Kemper, David Berkowitz (“El hijo de Sam”), Charles Manson, entre muchos otros.
Aquí es donde el casting de la serie realmente se luce por lo parecido de los actores a las personas que interpretan y por lo bien que lograron canalizar las atribuladas personalidades de estos homicidas múltiples.
Sin embargo, Mindhunter no es la única producción que tiene Netflix sobre el tema. En los últimos años, la plataforma ha lanzado otras como Conversations with a killer: The Ted Bundy Tapes, además de producir y distribuir Extremely wicked, shockingly evil and vile, película que tiene como protagonista también a Ted Bundy, otro asesino serial cuya excéntrica personalidad fascinó a los medios y al público, a tal punto de llegar a tener cientos de admiradores.
Si bien es cierto que todo esto se le podría atribuir al hecho que la sociedad norteamericana está tan imbuida en la violencia que no sorprende que todos los años salgan series o documentales sobre el asesino de turno, este fenómeno no es exclusivo de Hollywood. Durante esta década en nuestro país también hubo una suerte de boom de asesinos en serie, motorizado en parte por películas como El clan y El ángel.
En el caso de El ángel, el largometraje sobre la historia de Robledo Puch puso en tela de juicio si acaso no se estaba romantizando y glorificando la figura de este criminal, tal como también sucede con Ted Bundy.
Con la salida de estos productos, cabe hacerse algunas preguntas: ¿Por qué la sociedad está tan obsesionada con los asesinos seriales? ¿Por qué Netflix de repente produce series y películas que giran alrededor de este tópico? Este último interrogante puede responderse con el hecho de que estas producciones apelan a cierta curiosidad morbosa por parte de un público que ya en el año 2019 se ha desensibilizado por completo ante la violencia. Por consiguiente, son tremendamente exitosas y vistas por millones de personas que se guían por los algoritmos que el sitio web organiza.
No obstante muchas teorías pueden ser esbozadas al respecto. En un principio, la fijación con asesinos célebres es una manera de acercarnos a nuestro temor a la muerte sin tener que pasar por las inconveniencias de una experiencia de este estilo. Envolverse en la mitología de estos seres otorga una vía segura para indagar las profundidades de la depravación humana que tanto fascinan. La exploración de nuestro lado más oscuro como una actividad terapéutica.
Pero esto no es algo nuevo. Ya en la antigua Grecia, Aristóteles se preguntaba por qué sus conciudadanos estaban tan atraídos por las tragedias que abundaban en asesinatos, llegando finalmente a la conclusión que experimentar sentimientos como el miedo o el asco desde una cómoda distancia puede servir de ayuda para alejarlos. Llamó a este proceso con el nombre de “catarsis” (que en griego significa “limpieza”). Para el filósofo, el pasar por estas emociones negativas puede hacernos más valientes al ser capaces de purgarlas de nuestro sistema.
Por otro lado, es factible que horrorizarse ante los despreciables actos por los que son reconocidos los asesinos seriales ayuden a centrar nuestro propio compás moral, al mismo tiempo que reafirma nuestra tranquilidad de que jamás podríamos cometer tales crímenes. Estar seguros de nuestras orientaciones éticas pareciera ser uno de los frutos de la constante exposición a estos diversos productos audiovisuales que desnudan al ser humano hasta revelar sus impulsos más básicos y que buscan extraer la suciedad de los espacios más recónditos de su alma.
No hay en sí una respuesta a por qué alguien cometería crímenes tan horribles, pero sin duda alguna resulta deslumbrante poder acercarnos a los perfiles psicológicos de estas personas, siempre y cuando sea por medio de una barrera que no nos acerque del todo a esa realidad.
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