22 agosto, 2019
¿Hay que salir a romper todo?
Tras el contundente resultado de las primarias presidenciales y la ofensiva del capital financiero se ha abierto el debate sobre cómo actuar de ahora en adelante. ¿Esperar con paciencia o tomar las calles? ¿Confiar en la institucionalidad o salir a pedir la renuncia del presidente?


Juan Manuel Erazo
Cuando Pirrón de Elís fue a la India en la expedición de Alejandro Magno, entró en contacto con los sabios brahmánicos y comenzó un arduo intercambio de saberes y conocimientos. En uno de esos encuentros un sabío indio le preguntó “¿qué es el dolor?”. Pirrón, que basaba su filosofía en la duda constante, el rechazo de los dogmas y la búsqueda de la ecuanimidad, comenzó una larga y compleja explicación. Un sabio lo interrumpió, se volcó aceite en el cuerpo, se prendió fuego y comenzó a gritar: “¡Esto es el dolor, esto es el dolor!”. Pirrón quedó mudo. Se había acabado la discusión.
Es más que complejo el debate cuando prima lo impredecible. Son por lo menos irresponsables las afirmaciones taxativas y la apelación a los manuales cuando nos desenvolvemos en la incertidumbre. Aun así es necesaria la acción, porque hay dolor, porque habrá aún mucho más. Porque hay algo que pasa por los cuerpos de miles y miles de argentinos y argentinas que no puede esperar a largas explicaciones. Sobre estos elementos se desenvuelve el debate de coyuntura que atraviesa al campo popular actualmente.
Los resultados de las primarias del pasado 11 de agosto precipitaron las cosas. Las tensiones intrínsecas en los principales frentes contrincantes se empezaron a dar. Se vaticina la derrota de Juntos por el Cambio, representación política del capital financiero especulativo, la oligarquía rentista y parasitaria, y la principal estrategia del imperio para nuestro país y el resto del tablero continental.
Con las cartas sobre la mesa estos sectores dieron un duro golpe. La galopante corrida cambiaria del lunes 12 significó dos cosas: por un lado un severo disciplinamiento, un castigo al voto que puso coto a sus pretensiones. Por otro lado una demostración de fuerza sustentada en el daño al bolsillo y el terrorismo financiero.
El Frente de Todes, se sabe, no está exento de tensiones. Es la sumatoria de diferentes sectores aunados por el espanto y cuentas que a nadie le cierran con el modelo actual. Conviven en él tanto cámaras empresariales como organizaciones sociales, sindicatos y contratistas. Todos están librados al pulso y equilibrio de un candidato presidencial que se muestra dispuesto a la moderación, el diálogo y la ecuanimidad. A todos les sirve, por ahora.
Hay un objetivo central: que este peligroso experimento de la derecha continental pase vergüenza ante la historia, se discipline, no gobierne. Esta es la base del frente, su limitación es también su principal fortaleza y garantía de victoria en octubre.
Ante el golpe de los “mercados”, el candidato oyó el pedido y negoció la transición. El llamado entre Alberto Fernández y Mauricio Macri fue un paso de bastón presidencial adelantado. “El dólar a $60 está en un valor razonable”, ergo reunión con el herido Marcos Galperín (uno de los principales representantes del cipayismo 2.0), cruce de los posibles futuros ministros de economía (Nielsen y Todesca) con el recién llegado funcionario del gobierno, Hernán Lacunza.
Ante este escenario una parte del Frente de Todes plantea moderación hasta octubre y quietud hasta diciembre (y más allá). Alberto va agarrando el timón y así como es claro que se negocia la transición, también es claro que las representaciones gremiales y políticas de los diferentes sectores de la clase trabajadora no se estarían sentando en esa mesa, aun cuando fueron los más perjudicados por la corrida cambiaria que redujo un 25% de los salarios en solo 24 horas. Esta situación abre un debate en el campo popular que ha tomado diferentes posturas sin posibilidad de sintetizarlas en lo inmediato.
Por un lado, algunas organizaciones sociales y sindicales comienzan a plantear públicamente la necesidad de acatar al llamado de moderación. Los principales argumentos son claros: respetar la decisión de gran parte del pueblo argentino de llamar a retiro a Cambiemos por medio de las urnas, entender la gravedad de una crisis institucional en nuestro país, reconocer al Frente de Todes como la canalización política de los reclamos de una gran mayoría de argentinos y argentinas, y entender que un llamado a la desestabilización no tiene correlato con el movimiento por abajo.
Son argumentos sin duda sólidos, aun así encuentran una limitante. El golpe al bolsillo que implica la mega devaluación no ha demostrado aún sus consecuencias. Recién en estos días comenzaron a verse los primeros precios remarcados que ya tornan la situación insoportable.
Que la situación esté tranquila por abajo no implica que esto no empeore y comiencen a primar la bronca y la desesperación. Es algo que las representaciones gremiales de la clase trabajadora (formal y excluida) deben necesariamente prever.
Por otro lado, algunas organizaciones políticas plantean la inmediata renuncia del presidente. El espectro es amplio pero no por ello masivo. Algunas agrupaciones de izquierda con una magra actuación electoral buscan de esta manera su protagonismo político y tiran la pelota dos metros arriba del travesaño en sus lecturas de las principales demandas populares.
Sin desmedro de las ganas que sobran de tirar un gobierno tan inhumano y reemplazarlo por uno realmente representativo de nuestros sueños, es necesario manifestar la preocupación real sobre las condiciones políticas con las que contamos para hacernos cargo de semejante situación sin someter a nuestro pueblo a un sufrimiento que pueda significar mayores retrocesos. Otros, que han apoyado al Frente de Todes, comprenden que el gobierno carece de poder político y llaman a elecciones anticipadas para acelerar el traspaso del mandato. Una posición mucho más razonable.
Ahora bien, entre el quietismo y el llamado insurreccional hay salidas y necesarias posiciones. Es preciso reclamar desde las representaciones gremiales en unidad. Es preciso reclamar lo que se perdió y llevar a cabo ese pedido sin moderación y con firmeza.
Este jueves diversas organizaciones nucleadas en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) comenzarán con un plan de lucha nacional que plantea un aumento del Salario Social Complementario, una ley de Emergencia Alimentaria y prórroga de la Emergencia Social entre otras medidas. Sectores de la CGT llaman al Consejo del Salario para recuperar poder adquisitivo.
En esto es preciso ser contundentes, comprendiendo que no se puede perder ni un milímetro más de cancha, pero también entendiendo que la representación política de nuestra clase debe madurar aún más. Si va a haber transición tiene que ser con la voz de las herramientas gremiales de los trabajadores también puesta en escena y eso debe ser innegociable.
El peligro es que mientras estemos discutiendo entre la duda y la búsqueda de ser ecuánimes, el hindú se prenda fuego y nos enseñe de la forma más cruenta posible que es el dolor a partir de cuanto se siente y no de cuanto se piensa. Es necesario actuar antes que más dolor azote a nuestro pueblo, es necesario hacerlo de manera responsable, razonable, pero sin concesiones y sin titubeos. El equilibrio entre las urnas y las calles amerita dinamismo.
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