Batalla de Ideas

9 agosto, 2019

¿Qué vota la “clase media”?

Entre la promesa meritocrática y los duros datos de la economía.

Fernando Toyos

@fertoyos

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«Solamente cuando seamos capaces de reconocer (no sólo racionalmente sino también vivida, vitalmente) el hecho de que pertenecemos a la clase media, y que eso nos separa del proletariado, estaremos en condiciones de superar esa separación… No basta militar en determinado partido, no basta leer a Marx -ni, por supuesto, citarlo-, es imprescindible darnos vuelta como un guante, y esa es una operación profunda y penosa”

Ismael Viñas, “Orden y progreso”. Contorno, abril de 1959

Estamos a horas de unas elecciones primarias que pueden convertirse en un nuevo momento bisagra de la historia reciente de nuestro país y, como suele suceder, el voto de la “clase media” aparece entre las preocupaciones de las fuerzas en pugna.

Mientras el Frente de Todos interpela directamente a la “clase media” en uno de sus spots, donde Alberto Fernández comparte el protagonismo con un contador de “nuevos pobres” que “dejaron de ser clase media”. Por su parte, PRO-Cambiemos-Juntos por el Cambio viene sosteniendo una fuerte impronta meritocrática en su discurso y su gestión.

Esta narrativa, que opera en detrimento de una lógica de derechos, sostiene que cuestiones como el empleo, la educación y la salud son elementos que cada cual debe procurarse. Para “dejar atrás el pasado”, sostienen, es necesario romper con políticas sociales -tachadas como mero asistencialismo- y “perseguir la corrupción” para que, quien “las hace”, “las pague”.

Así, la sociedad finalmente se ordenará según las cualidades de cada individuo: la cárcel para “los corruptos” funciona como una peligrosa contraparte de la promesa de bienestar para quienes hagan el debido mérito.

Más allá de las distancias entre narrativa y realidad, se observan dos universos de sentido que -cada cual a su manera- intentan dialogar con una parte de la población que se asume como “clase media”. Entre quienes nos oponemos al neoliberalismo muchas veces circulan voces que, caracterizando a estos sectores de irremediablemente “tilingos” o “cipayos”, dan por perdida esta batalla.

Uno de los argumentos más difundidos de este tipo le imputa “clase media” un comportamiento electoral marcado por el antiperonismo. La imagen de una “clase media” inherentemente antipopular no es para nada nueva: diversos pensadores, desde el radical devenido peronista, Arturo Jauretche, hasta Jorge Abelardo Ramos, así lo consideraban. Al respecto de esto, es interesante Peronismo y Cultura de Izquierda de Carlos Altamirano, quien sostiene que:

«En el ámbito de la izquierda argentina, después de 1955 y a lo largo de los diez años que siguieron, aproximadamente, se entretejió una cadena de textos -una literatura- urdidos sobre un repertorio de predicados relativos a la pequeña burguesía (o clase media). Digamos ahora que esa literatura se expandió sobre todo en torno al núcleo peronismo-pequeña burguesía y los enunciados que componen la cadena se reducen a veces a formulaciones muy breves (micro-argumentos o micro-relatos) alojadas en escritos mucho más extensos. Ahora bien, varios de estos escritos -por ejemplo, los ensayos de Hernández Arregui, Sebreli, Ramos, Puiggrós- alcanzarían gran resonancia dentro de un público cuya masa provenía de las filas de ese universo social que llevaba los estigmas de la clase media, en primer término, el de haber sido arrastrada al antiperonismo en el pasado reciente.

Todo esto sugiere una hipótesis: lo que he llamado una literatura sociopsicológica funcionó como una literatura de mortificación y expiación: las clases medias debían purgar las fallas que dicha literatura no dejaría de recordarles».

¿Esto quiere decir que esta pequeña burguesía es constitutivamente antiperonista? Como señalan los trabajos de los historiadores Ezequiel Adamovsky y Enrique Garguin, el antiperonismo jugó un papel importante en la emergencia de un sector de la sociedad que se asumió como clase media. Esto implica, por así decirlo, una marca de origen, que no es inocua pero tampoco supone una fatalidad histórica.

De hecho, la radicalización política de los años ’60 y ’70 fue testigo de la politización de muchos y muchas que, hijos e hijas de aquella “clase media antiperonista”, nutrieron las filas de las organizaciones políticas, político-militares y los frentes de masas vinculados a las izquierdas, peronista y marxista. Adamovsky afirma entonces que si estos jóvenes de sectores medios no se hicieron peronistas, al menos devinieron “anti-antiperonistas”.

***

La ofensiva neoliberal impuesta a sangre y fuego supuso un retroceso histórico en las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo. La socióloga Maristella Svampa analizó las transformaciones sufridas por la “clase media” durante los ’90, dividida entre fracciones que se enriquecieron y las que conformaron los estratos de “nuevos pobres”. Entre estos últimos, se encuentran sectores que -como los docentes y los trabajadores del Estado- protagonizaron la resistencia al neoliberalismo que culminaría en aquella alianza entre piquetes y cacerolas. Una vez más, la «clase media” estuvo lejos de comportarse como un todo monolítico.

El ciclo kirchnerista, si bien despertó la viva oposición de importantes franjas de sectores medios -como analizaron Adrián Piva y Atilio Borón, entre otros- también concitó el apoyo ferviente de fracciones de esta misma extracción. El ajustadísimo ballotage de 2015, sin ir más lejos, implica que estos sectores se dividieron entre ambos contrincantes.

Tras cuatro años de un gobierno que registró retrocesos en todos los indicadores económicos y sociales, el voto de “clase media” se encuentra en disputa nuevamente.

Entre los duros datos de la economía y las promesas que el “cambio cultural” guarda para quienes, aún hoy, confían en su esfuerzo individual como vehículo hacia la vida que les corresponde. La “clase media” y su idiosincrasia es, entre tantas otras, una trinchera más en la que se enfrentan los valores de las clases dominantes contra aquellos que sostenemos quienes apelamos a la solidaridad y la cooperación como elementos imprescindibles en la construcción del futuro.

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