1 agosto, 2019
¿A dónde van los desaparecidos?
Por Florencia Trentini. Para quienes nacimos en democracia hay palabras que esperamos solo usar seguidas de: nunca más. Palabras que no queremos que sean parte de nuestra cotidianeidad. Palabras a las que no nos queremos acostumbrar. Desaparecidos es, sin duda, una de ellas.

Por Florencia Trentini. Para quienes nacimos en democracia hay palabras que esperamos solo usar seguidas de: nunca más. Palabras que no queremos que sean parte de nuestra cotidianeidad. Palabras a las que no nos queremos acostumbrar. Desaparecidos es, sin duda, una de ellas.
Nos pasó cuando supimos lo de Julio López. Nos golpea cada vez que un pibe o una piba “desaparece”, porque sabemos que no es un acto de magia, sino de la complicidad del poder que usa a los cuerpos de nuestras pibas para la trata y que descarta a nuestros pibes en el Riachuelo o los basurales cuando no les sirven o no son serviles a sus propósitos.
Y sin dudas nos marcó aquel 1 de agosto de 2017, cuando por distintas redes sociales, primero, y los medios de comunicación, después, supimos que allá en Chubut había habido una fuerte represión, y el resultado era un desaparecido.
Entonces empezamos a buscarlo, empezamos a preguntarnos “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Nos preguntamos eso durante casi 80 días, lo escribimos en las paredes, en carteles, nos colgamos pines, hicimos posteos en redes sociales para terminar con un hashtag que instalara esa consigna unificada, ese grito colectivo que pedía que nos lo devolvieran vivo, como se lo habían llevado.
Pero el 17 de octubre -78 días después de su desaparición-, supimos que habían encontrado un cuerpo sin vida en el río Chubut. Nos negamos a aceptar lo que ya parecía obvio. Porque nos negábamos a aceptar que Santiago estaba muerto. Que se ahogó, nos dijeron, y así pretendieron cerrar su historia. Pero nuestro pueblo si hay algo de lo que sabe es de memoria, de verdad y de justicia.
La disputa por “la verdad”
Hace unas semanas, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció la creación de un Servicio Cívico Voluntario a través del cual la Gendarmería Nacional va a enseñar valores a jóvenes de entre 16 y 20 años. La reacción de gran parte de la población fue instantánea: ¿qué valores van a enseñar los que desaparecieron a Santiago?
Y la respuesta no tardó en llegar: “Se ahogó”, repetían una y otra vez posteos instantáneos de cuentas sin rostro en redes sociales. Después de todo, en noviembre de 2018, el juez Gustavo Lleral, mediante un extenso fallo dio por concluidas las actuaciones sobre la causa caratulada como “desaparición forzada” y ordenó el sobreseimiento definitivo del alférez Emmanuel Echazú, miembro de la Gendarmería Nacional, quien aparecía como único imputado.
Así se construyó “la verdad” y todo lo otro se convirtió en “versiones”, en “relatos”. Entonces ya no hubo que explicar porque su cuerpo se había encontrado metros arriba de donde había sido visto por última vez, cuando el cauce del río baja; o porque no había aparecido en todos los rastrillajes territoriales que se habían hecho anteriormente.
Pero “la verdad” para la familia de Santiago debe incluir una respuesta a esas incongruencias y a varias contradicciones que aparecen en el expediente y sobre las que el juez se negó a realizar nuevas pericias. Por este motivo presentaron un pedido formal en diciembre del año pasado sobre el que todavía no tuvieron ninguna noticia. En consecuencia convocaron a una movilización este jueves, a dos años de su desaparición, para seguir reclamando justicia y exigir que reabran la causa.
Las dudas que plantea la familia Maldonado se centran en tres elementos: que el informe de la autopsia sostiene que se trató de una “muerte violenta”, algo que el juez no dijo cuándo comunicó el resultado definitivo de las pericias; que los billetes que se encontraban en el bolsillo del pantalón de Santiago nunca fueron peritados, y las fotos del expediente judicial muestran que se encuentran en perfecto estado, algo difícil en un cuerpo sumergido por tantos días; y por último, que la temperatura del cuerpo informada por los peritos forenses no coincide con la del río Chubut.
Sin responder ninguna de estas contradicciones, pero sobre todo olvidando que Santiago no fue a nadar al río y sufrió un accidente, sino que murió después de una brutal represión a manos de Gendarmería en el marco de un operativo sumamente irregular, la ministra Bullrich dio por cerrado el caso.
En aquel momento declaró en su cuenta de Twitter: “La verdad le ganó al relato. La Justicia cerró la causa por la desaparición forzada de Santiago Maldonado y absolvió al gendarme Emmanuel Echazú. Mintieron, quisieron engañar a la sociedad y generar miedo; hoy logramos dar un paso más hacia la Argentina de la ley y la verdad”.
Merecer el castigo
Si nuestra sociedad sabe de memoria, verdad y justicia, también sabe del “algo habrán hecho”. Para construir represiones primero hay que construir el marco que las permita, para castigar antes hay que preparar el terreno que justifique ese castigo.
Hace dos años, Santiago decidió acompañar un reclamo territorial mapuche. Uno de los muchos que este, como otros Pueblos indígenas, vienen llevando adelante a lo largo y ancho de Argentina. Reclamos que se oponen al avance del modelo extractivo, que disputan con los terratenientes el derecho al territorio, desnudando la ilegalidad mediante la cual muchos de esos sujetos poderosos adquirieron la tierra.
En ese tiempo fue necesario recordar diariamente que los mapuche eran terroristas, fue necesario repetir día y noche en los medios de comunicación amigos del poder que existía un movimiento, la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) que realizaba ataques por toda la Patagonia. Ese movimiento y el terrorismo terminaron tan pronto como terminó la necesidad de justificar acciones represivas, y probablemente regresarán tan pronto vuelva a ser necesario.
Como sostiene el filósofo italiano Giorgi Agamben construimos a ciertos grupos en el marco de un “estado de excepción”, y entonces los exceptuamos de ciertos derechos, tanto que despojarlos de la vida no es un delito, sino una necesidad para el bienestar de la sociedad en general. El miedo es sin duda el mejor amigo del estado de excepción, cuando tenemos miedo, aquellos sobre los que depositamos ese sentimiento se vuelven peligrosos y agradecemos a quienes de ellos nos protegen.
A dos años de la desaparición de Santiago, esta semana se abrió la convocatoria al Servicio Cívico Voluntario en Valores. En su página oficial se informa que el Ministerio de Seguridad de la Nación a través de Gendarmería Nacional Argentina enseñará valores democráticos y republicanos y el compromiso con el bien común. ¿Qué bien común?
Como sucede con el sentido, lo común lejos está de ser igual para todos, es en realidad aquello que quienes tienen el poder y la posibilidad de instalar, cristalizan como lo correcto, lo normal y lo verdadero. Otros, como Santiago, prefieren no acostumbrarse a ese sentido y a ese bien, prefieren disputarlo, acompañando a aquellos que fueron y son excluidos de “lo común”.
Con ese objetivo Santiago llegó a Cushamen, a acompañar una lucha que continúa y de la que él ya es parte. Y por eso podrán seguir repitiendo hasta el cansancio que “se ahogó” e intentar cerrar su causa, lo que ya no van a poder hacer es desaparecer a Santiago y callar su historia.
@ositewok
* Doctora en Antropología (UBA)
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