15 julio, 2019
Iber Mamani: «Están instalando que los migrantes traemos la delincuencia»
Mientras participa de la campaña para la reelección de Evo Morales, Notas entrevistó al referente de la comunidad boliviana residente en Argentina para conocer su mirada sobre el país que lo recibió cuando tenía cinco años.

Iber Mamani, referente de la comunidad boliviana residente en Argentina, se reivindica como un activista por los derechos de los y las migrantes. Con treinta años conoce La Matanza desde su llegada en 1994, con tan sólo cinco años y luego de que su padre juntara lo suficiente para poder sostener el arribo de toda la familia, con su madre y ocho hermanos.
Fue candidato a concejal en 2017 por el partido Patria Grande, y cuenta que en esta ocasión, frente a ajustadas negociaciones en el cierre de listas, optó por priorizar su trabajo con la comunidad migrante, su coordinación de la rama textil del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en La Matanza y sus actividades de campaña para la reelección de Evo Morales. Notas lo entrevistó para conocer su mirada sobre la realidad de los y las migrantes en Argentina y para consultarlo acerca de la actualidad política boliviana.
– ¿Con qué se enfrentan los y las migrantes al llegar a un país que no es el suyo?
– Cuando escapás de un país por la crisis económica, tratando de buscar un mejor futuro para tus hijos, con lo primero que nos chocamos es con el racismo y el odio. No somos bien recibidos, por la chapa, por nuestro color de piel. A nosotros nos tocó llegar a la Argentina, un país que mira a Europa. Que vengan migrantes de los países limítrofes, con identidad indígena -Iber se considera Aymara- es muy duro. Para mi padre prácticamente era vivir con la cabeza gacha. Es algo que a mí me pegó mucho. Sentir que vivís en un país prestado, que estás ahí de inquilino y entonces tenés que aceptar todas las condiciones: salir para adelante, ganarse los mangos, agarrar trabajos muy precarios.
El racismo es algo muy jodido. Cuesta desarrollar tu vida cuando vivís hostigado por eso, y la comunidad boliviana, como también la de otros países limítrofes, ha sido muy golpeada por eso. Tenemos compatriotas muertos por actos de racismo. Uno de los casos más conocidos es el de Marcelina Meneses, una compatriota boliviana que fue empujada de un tren por un acto de racismo. Hay otros cientos, aunque uno que me tocó desde lo personal fue la muerte de mi amigo Franco Zárate.
– ¿Cómo fue la llegada a la Argentina y la relación con los gobiernos?
El migrante carga una mochila, sale de su país, trata de buscar el mango y cuando hay un gobierno que no tiene una mirada de aceptación y hay políticas que, en vez de dar una mano, criminalizan al migrante, es aún más difícil. Para nosotros toda la primer etapa de los años noventa, con los gobiernos neoliberales, fue muy complicada, pero también creo que hemos dejado una enseñanza al pueblo argentino: nosotros veníamos de Bolivia acostumbrados a las crisis, a sobrevivir y cuando nos tocó padecer el 2001 nos la rebuscamos, e incluso los primeros que empezaron a armar ferias y vender en la calle fuimos de la comunidad boliviana.
Frente a esas acciones hubo aceptación de gran parte de la población, de que veníamos a laburar y que también queremos que el país en el que vivimos salga adelante. Porque también los hijos de los migrantes nacen acá y se crian acá. Amamos esta camiseta, la vamos a defender y es lo que intentamos hacer todo el tiempo.
Después con los cambios de gobierno vinieron otros tiempos. Algo que reconoce la comunidad migrante es que con la entrada de Néstor Kirchner y con la aplicación de la Ley de Migraciones se abrieron muchas puertas para que los y las migrantes puedan estar en mejores condiciones. El acceso a un DNI era mucho más sencillo, se abrieron lugares de abordaje territoriales donde la gente se acercaba en los barrios para poder hacer trámites, conseguir asesoramiento. Además, el trámite dejó de ser tan burocrático y la tasa migratoria pasó a ser accesible.
Al mismo tiempo, lo que pasaba políticamente y regionalmente se sentía en el vivir del día a día, había un aire nuevo al hablar de integración de los pueblos, de la Patria Grande y uno sentía que el que antes te discriminaba ahora lo pensaba dos veces. También uno veía otros discursos en la televisión e incluso en la educación: hasta los ‘90 se festejaba la llegada de Colón a América, después se cambió al día del Respeto a la Diversidad Cultural, gestos que demostraban que hasta la propia historia se iba viendo de una manera distinta, y se iba reconociendo a todos aquellos sujetos que forman parte de esta Patria Grande. Un ejemplo importante fue cuando colocaron en la Casa Rosada el monumento a Juana Azurduy. Eso dio un gran mensaje.
– ¿Cómo es la situación de los migrantes con el gobierno de Cambiemos?
En 2015, el presidente Macri bloqueó la Ley de Migraciones a través de un DNU, con el argumento del combate contra el narcotráfico y la delincuencia. Están instalando que los migrantes traemos delincuencia y nos intentan asociar a eso. Se va construyendo un sentido común de que el migrante te está sacando el laburo, que con las migraciones entran bandas de delincuentes. Sin embargo, eso es totalmente falso. La población migrante en Argentina hoy es de un 5 por ciento. Comparado con la migración después de la Segunda Guerra Mundial, en Argentina la tasa era del 35 por ciento. Estamos hablando de cosas muy distintas. Además, el porcentaje de migrantes en cárceles es un 0,4 por ciento.
Su objetivo es generar un sentido común de odio hacia el migrante, el pobre y el indígena. Nos utilizan para justificar ciertas políticas. Por ejemplo, si hablamos de cómo Macri ha precarizado la salud y la educación, de cómo hoy Argentina tiene una inflación tan alta y una deuda importante, los medios de comunicación prefieren hablar de los migrantes, de los pobres, de los piqueteros, de los que cortamos calles. Tratan de instalar en el sentido común de la gente que el problema son los pobres que se organizan, los migrantes que se ganan el mango en la calle como los senegaleses que intentan vender y son perseguidos y reprimidos por la Policía de la Ciudad.
Pero de los extranjeros que no se habla mal son los del Fondo Monetario Internacional, que han venido a robarle la soberanía al pueblo, o los empresarios amigos del gobierno, principales beneficiarios de esta crisis social. Pero la comunidad migrante creo que hoy está en otro piso: más organizada, con más herramientas, dentro de las organizaciones sociales y políticas. Estamos usando esas herramientas para defender nuestros derechos.
– Como contracara del racismo y la desprotección por parte del Estado, ¿hubo personas de a pie que les dieron una mano al llegar o que los hicieron sentir como compatriotas?
– Si, hubo. El pueblo humilde argentino es muy solidario. El problema es que también hay una bajada por parte de los gobiernos y los medios de comunicación y eso tiene mucho peso. Muchas veces se utiliza al migrante como chivo expiatorio. Pero en el camino hubo mucha gente solidaria, organizaciones, referentes políticos, de derechos humanos que siempre nos bancaron y apoyaron. El pueblo argentino es muy solidario. Lamentablemente las estructuras del Estado no lo son, ni tampoco muchos dirigentes políticos.
Manuel Díaz – @GringoManu
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