América Latina

3 julio, 2019

La «era Bolsonaro» signada por escándalos y corrupción en Brasil

El gobierno brasilero, lejos de avanzar en un programa político, cumplió seis meses de atropellos y escándalos sin precedentes que busca empañar con el mismo discurso con que logró erigirse.

Hace seis meses ya que el país sudamericano vive bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, aunque tanto los hechos que se sucedieron desde su asunción, como la dinámica social y política, parecieran dar cuenta de mucho más tiempo. Si en algo se destaca su gestión es en la evidente falta de un plan de gobierno para salir de la crisis económica y política vigente desde 2016.

Durante la campaña, Bolsonaro buscó que su electorado entendiera que el problema de Brasil era el Partido de los Trabajadores (PT), al que responsabilizó de los más de 13 millones de desocupados y de los casos de corrupción. Combatir a la izquierda y gobernar sin ataduras ideológicas se convirtió en el latiguillo que utilizó aún en pleno ejercicio de su mandato.

Sin embargo, sus posiciones ideológicas ultraconservadoras y la corrupción en el seno del Poder Ejecutivo aparecen como escándalos recurrentes, que tanto los medios afines como sus más fieles defensores intentan invisibilizar cada vez con menos éxito.

Los hijos del Messías

Desde que asumió el 1 de enero de 2019 Jair Messias Bolsonaro logró hacer de su mandato una continuación de la campaña política y por momentos un verdadero reality show protagonizado por él y sus hijos.

La familia presidencial ganó notoriedad cuando el Consejo de Control de Actividades Financieras reveló una actividad bancaria inusual entre Flavio Bolsonaro, su exchofer Fabricio Queiroz y varios asesores del entonces diputado estadual, práctica que daba cuenta de indicios de lavado de dinero.

Por otro lado, Carlos Bolsonaro, el más joven del clan, tuvo su primer escándalo con el presidente del Partido Social Liberal (PSL) y, en ese momento, secretario general de la Presidencia, Gustavo Bebianno, a quien acusó de “mentiroso” tras afirmar que había conversado con el presidente luego de una intervención quirúrgica. Este enfrentamiento derivó en la destitución de Bebianno, quien afirmó que el jefe de Estado estaba muy influenciado por las palabras de su hijo.

Otro de los integrantes del Ejecutivo que debió dejar su cargo a partir de diferencias con el menor del clan fue el general Carlos Alberto Santos Cruz, ministro de Gobierno y uno de los hombres más fuertes del Ejército. Fue echado por “actuar como sindicalista” (en palabras del propio Bolsonaro) al criticar la posible privatización de los Correios.

Sangrías en el Parlamento

La dificultad de articulación política se ve también dentro del Congreso. Desde la presentación del proyecto de Reforma Previsional en marzo de 2019, y pese a haber prometido dos millones de reales en enmiendas constitucionales para cada diputado que acompañe la medida, el trabajo en las comisiones está demorado.

En tanto, la firma de siete decretos y el proyecto de ley para el armamento de la población develaron problemas entre el oficialismo y sus principales aliados. La bancada evangélica dentro de ambas cámaras fue una de las principales opositoras, por lo que dos decretos fueron derribados, dos aprobados y el resto retirados por el propio Bolsonaro.

Fue con la presentación del proyecto que busca modificar varios artículo del Código de Tránsito que se produjo la crisis. La quita de la multa para quien no utilice asientos para bebés y niños y el aumento de 20 a 50 los puntos del registro del conductor, que se van descontando de acuerdo a las infracciones, generaron enormes diferencias y una ruptura dentro de su propio partido.

Armas, cocaína y Lawfare

El presidente también se ha visto envuelto en situaciones poco comunes para una figura de su envergadura. En marzo de este año, un vecino de su condominio en Río de Janeiro fue preso por tener 117 fusiles guardados en su casa. Se trató de Ronnie Lessa, un policía militar reformado acusado de haber matado a la concejal Marielle Franco y a su chofer Anderson Gomes el 14 de marzo de 2018.

Con un fuerte discurso contra el narcotráfico a lo largo de toda su carrera política y principalmente en su campaña, Bolsonaro quedó involucrado en un escándalo cuando en el mes de junio un sargento de la aeronáutica que trabajaba en la organización de los viajes presidenciales fue detenido en Sevilla con 39 kilos de cocaína.

Sin embargo el hecho que hasta el momento más preguntas hizo surgir dentro del oficialismo es el que envuelve al nombre más fuerte del gobierno: el exjuez y actual ministro de Justicia, Sergio Moro. Según denunció el sitio The Intercept, Moro intercambiaba mensajes de texto con los fiscales actuantes en la operación Lava Jato exigiendo operaciones, indicando testimonios, acelerando condenas y liberando material confidencial a la prensa.

Las revelaciones causaron un impacto tan grande que medios de comunicación de todo el mundo replicaron las informaciones. Tanto Moro como los principales nombres del bolsonarismo salieron a cuestionar la forma, supuestamente ilegal, en que los mensajes fueron obtenidos. Pese a esto, el seguimiento de los hechos confirma las irregularidades cometidas por el fucnionario y el fiscal Deltan Dallagnol.

Aún con un índice de aprobación en caída libre y los escándalos sucediéndose a cada semana, Bolsonaro insiste en su discurso de campaña y culpa a la izquierda por querer desestabilizarlo, y a la corrupción del pasado por los desaciertos y la falta de programa de su gobierno.

La nueva estrategia consiste en mirar hacia la reelección, inclusive con más de tres años por delante y habiendo prometido durante el 2018 que no disputaría un segundo mandato. Falta mucho y hasta entonces todo puede pasar, lo que queda claro es que el presidente buscará en ese periodo hacer lo que mejor sabe: campaña electoral.

Ana Laura Dagorret, desde Río de Janeiro – @anadagorret

Fotos: El País

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