28 junio, 2019
De Stonewall a Constitución: las figuras legales para perseguir la disidencia
Medio siglo después de las revueltas de Stonewall, en Argentina las personas disidentes siguen encontrándose con injusticias patriarcales a diario. El orgullo es político, y mostrarse sin tapujos frente a una sociedad todavía moralista es un acto de resistencia.

En octubre del 2017, Mariana Gómez fue detenida por besar a su esposa en la estación de Constitución, con la excusa de que estaba fumando en un lugar que no estaba permitido. Muchas parejas también estaban haciendo lo mismo en ese lugar, pero sólo a ellas las detuvo un policía, las violentó y no respetó su identidad de género.
La decisión del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional 26 de condenar a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso fue tomada un 28 de junio, en el aniversario número 50 de las revueltas de Stonewall, hito que marcó un antes y un después en la lucha por los derechos del colectivo LGBTIQ+. A pesar de que existe un gran avance de los derechos humanos, todavía queda un largo camino por recorrer.
La detención de Mariana y su posterior condena son claros ejemplos de lesbofobia por parte del sistema judicial y policial argentino. Escudándose en figuras legales como “resistencia a la autoridad” y “disturbios en la vía pública”, la policía ha detenido a personas disidentes a lo largo del tiempo.
Hace 50 años en Nueva York, la activista trans Sylvia Rivera declaraba esto acerca de las fuerzas represivas: “Estaba caminando por la calle y me paró la policía. Siempre sentimos que la policía era el verdadero enemigo. No esperábamos de ellos nada más que ser tratadas como si fuéramos animales, y así nos trataban. Nos confinaban en un corralito como si fuéramos una parva de freaks”.
Su compañera de lucha y veterana de Stonewall, Marsha P. Johnson, declaró en varias ocasiones que la policía solía detenerla y darle antipsicóticos durante tres meses para luego liberarla. Y este ciclo se cumplía periódicamente a través de los años.
A Mariana, a la hora de detenerla la llamaban todo el tiempo como si fuese un hombre, la redujeron en el piso de manera violenta y luego la requisaron desnuda en un calabozo. A las demás parejas que estaban en la estación de Constitución fumando y besándose no les pasó nada. Tampoco resulta menor el hecho de que ella aún está esperando el juicio a sus abusadores (su padrastro y abuelastro), hecho que denunció hace dieciséis años.
En un año en que el capitalismo feroz arrasó con el concepto del orgullo para vender más sus productos, parece olvidada las causas que iniciaron el Día del Orgullo: la bronca que sentían esas personas que no podían llevar su vida de manera pública sin ser reprimidas y la lucha constante contra las instituciones represivas del Estado.
Medio siglo después, en Argentina, las disidencias siguen encontrándose con injusticias patriarcales a diario. El orgullo es político, y mostrarse sin tapujos frente a una sociedad todavía moralista es un acto de resistencia.
Macarena Aspiroz – @macaspiroz
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