10 junio, 2019
Chernóbil capítulo 6: de Prípiat a La Habana
La exitosa miniserie de HBO sobre uno de los accidentes nucleares más importantes de la historia generó diversas críticas. Sin embargo, ignoró un acontecimiento que relacionaba a las víctimas con Cuba y la enorme ayuda humanitaria que brindó la isla.

La exitosa miniserie de HBO sobre uno de los accidentes nucleares más importantes de la historia generó diversas críticas. Sin embargo, ignoró un acontecimiento que relacionaba a las víctimas con Cuba y la enorme ayuda humanitaria que brindó la isla.
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El 29 de marzo de 1990 dos aviones cubanos despegaron de Kiev, capital de Ucrania. Su destino: La Habana. A bordo viajaban 139 niños y niñas ucranianas con diversas enfermedades derivadas de la radiación que siguió provocando durante años la explosión del reactor de la central nuclear de Chernóbil.
Acompañaban sus padres y madres, así como también Sergio López Briel, que había asumido como cónsul de Cuba en la entonces República Socialista Soviética, unos meses antes.
En el Aeropuerto Internacional José Martí los recibió Fidel Castro quien les dio la bienvenida y preguntó cuántos menores de edad que aún estaban en Ucrania necesitaban atención. “Cien mil”, le respondió una de las acompañantes.
López Briel recordó que Fidel también le consultó cuantos días se quedaría él en La Habana. Cuando respondió que cinco o seis, el jefe de Estado le dijo que debería regresar de inmediato. “Recoge el mayor número de cartas, reúnete con los padres y dile en manos de quienes están estos niños”, sentenció el comandante y añadió: “Vamos a hacer el mayor esfuerzo del mundo por salvarlos y porque continúen con un futuro digno”.
Desde entonces y durante los siguientes 21 años, el Estado cubano atendería a más de 25.000 víctimas de distintos tipos de cáncer, atrofia muscular, problemas dermatológicos y estomacales entre otros efectos nocivos del accidente.
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Era la madrugada del 26 de abril de 1986 y la población de Prípiat, al norte de Ucrania, dormía a la espera de que llegue el 1° de mayo. En el marco del Día Internacional de los Trabajadores se iba a inaugurar el parque de diversiones de la ciudad y el nuevo estadio del FC Constructor, el equipo local.
Sin embargo, una falla en el cuarto reactor de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, ubicada en las afueras, desencadenó una de las catástrofes radioactivas más grandes de la historia. Las primeras horas fueron de incertidumbre y desconocimiento debido a la poca información que dieron las autoridades, sin embargo un día y medio después el ejército soviético evacuó a las 50.000 personas que residían en Prípiat.
Las primeras víctimas fatales fueron los bomberos que intentaron apagar el incendio del reactor. Sin embargo se contarían por cientos y miles en las siguientes semanas y meses. La mayoría incluyó a quienes se dedicaron a realizar tareas de limpieza en la zona afectada.
Pero la radiación tiene también un efecto a largo plazo. Los años siguientes, sus devastadoras consecuencias se harían ver en varias localidades cercanas, incluida la capital del país.
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Un jueves del invierno boreal de 1989, López Briel se presentó ante las autoridades ucranianas por su nuevo cargo diplomático. Allí le pidieron ayuda para afrontar las consecuencias del accidente nuclear que estaban provocando malformaciones y enfermedades diversas en niños y niñas de toda Ucrania.
El cónsul se comunicó con La Habana inmediatamente y el sábado tuvo una respuesta: los tres mejores profesionales de la isla con especialización en las patologías provocadas por la radiación en niños, niñas y adolescentes estaban listos para viajar. El martes, a menos de una semana del pedido del Gobierno ucraniano, Manuel Ballester, Richard Güell y Martha Longchon volaban hacia Kiev.
En el documental cubano Chernóbil en nosotros, Ballester relata que lo primero que hicieron al llegar fue salir a recorrer más de 30 pueblos y ciudades cercanas a la central tanto en Ucrania, como en Rusia y Bielorrusia. En la mayoría no había médicos porque se habían ido por temor a la radiación.
Los casos más comunes, según recuerda el profesional, eran de hiperplasia (aumento desproporcionado) de la tiroides debido a la respiración del aire contaminado. Esa primera expedición en el terreno provocó que meses después se iniciara el programa el Estado cubano llamado “Niños de Chernóbil”.
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Desde 1990 y hasta 2011 más de 25.000 niños y niñas llegaron a La Habana a atenderse. Desde el Aeropuerto se desplazaban 27 kilómetros hacia Tarara, en las afueras. Originalmente pensado como un barrio de veraneo para la burguesía cubana en la década de 1950, la Revolución convirtió aquella zona en el campamento deportivo infantil de la Organización de Pioneros José Martí.
Sin embargo, a partir de la llegada de las víctimas de Chernóbil se transformó en el complejo de atención sanitaria para niños y niñas extranjeras más grande del mundo.
En su momento de mayor desarrollo funcionaron allí dos hospitales con especialistas de 20 ramas distintas de la medicina. Además había un teatro, varias escuelas y áreas recreativas que se extendían por casi dos kilómetros de playa.
Todo esto sucedió, además, en pleno “Período Especial”, como se llamó a los años más críticos de la economía cubana tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991).
Cuba perdió, de un día para el otro, el 85% de su comercio exterior y entre 1989 y 1993 el PBI cayó 35% (solo para comparar, en Argentina durante los años de la crisis de 2001 cayó 22%).
Aún así el programa nunca se interrumpió. Si bien en 2011 se dio formalmente por finalizado los viajes continuaron solo que ahora las personas son atendidas en la Clínica Internacional de Siboney, al oeste de la capital cubana.
Una vez más, la isla del Caribe demostró su solidaridad y su internacionalismo proletario. Mucho antes que HBO popularizara aquel acontecimiento y aún cuando pase el furor por la miniserie, Cuba seguirá el camino que le marcara Fidel al cónsul López Briel: “Este es un deber elemental que estamos haciendo con el pueblo soviético, con un pueblo hermano. No lo estamos haciendo por publicidad”.
Santiago Mayor – @SantiMayor
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