Batalla de Ideas

7 junio, 2019

Periodismo en emergencia: la importancia de comunicar con responsabilidad

Otro día del periodista nos encuentra luchando en las calles contra los despidos, la precarización laboral, las constantes violaciones al Estatuto del Periodista Profesional y, ante todo, en defensa del derecho a la información. Desafíos y responsabilidades a la hora de construir medios populares, feministas y organizados.

foto: Somos Télam

por Carla Martilotta. Otro día del periodista nos encuentra luchando en las calles contra los despidos, la precarización laboral, las constantes violaciones al Estatuto del Periodista Profesional y, ante todo, en defensa del derecho a la información.

Un informe realizado por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) presentado este 6 de junio en una jornada de lucha de los y las trabajadoras del sector arrojó resultados alarmantes. Desde el año 2016 se produjeron al menos 3.127 despidos en la Ciudad de Buenos Aires  y más de 4.500 en todo el país. Los números reflejan a quienes se encontraban en el marco del Convenio Colectivo de Trabajo, por lo que las cifra se incrementa si se consideran los empleos informales que en el gremio de prensa suponen una parte considerable.

Arañar los cinco mil puestos perdidos en los medios de comunicación del país refleja una crisis que a la vez que evidencia una problemática que perjudica a la sociedad en su conjunto.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 sostiene que «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión. Este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión».

Durante el gobierno de Cambiemos se desmantelaron medios de comunicación enteros y se persiguió y reprimió a trabajadores y trabajadoras de prensa. En simultáneo el Ejecutivo se dio la tarea de blindar su gestión a través de acuerdos y negociados con las grandes empresas periodísticas que incrementaron sus ganancias de forma exponencial a través de la pauta, pero sobre todo de una política favorable a la concentración. Coberturas sesgadas y operaciones burdas como los que se montaron en torno al asesinato de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel en manos del Estado lo evidencian. Los despidos masivos en empresas públicas como Télam y en Clarín, el mayor multimedios del país, lo confirman.

La rigurosidad periodística se pierde cada vez que una empresa decide prescindir de sus trabajadores, economizar recursos sobrecargando a los profesionales de tareas que no les corresponden o masificar noticias falsas que muchas veces son imposibles de contrarrestar.

Sin embargo, desde la vereda de enfrente, cientos de profesionales nos organizamos para dar la batalla cultural en un escenario de ajuste y represión que este año buscará legitimarse en el poder. Nuevas expresiones mediáticas autogestivas que han emergido como Barricada TV, Futurock, Tiempo Argentino y este medio, entre otros, vimos en la vulneración del derecho a la información la puerta de entrada a una forma diferente de ejercer la profesión.

La organización de los trabajadores y las trabajadoras, en su mayoría jóvenes, puso de manifiesto que los derechos no se negocian, no se cercenan y no se abandonan. En tanto, no es solo mérito ni tarea de los medios y periodistas conseguir el cambio de paradigma. Lejos de eso, las nuevas experiencias comunicacionales -nuevas en el sentido de masificación, pues la novedad no es cuestión de este momento- se respaldan en una sociedad que se moviliza por defender lo que le pertenece.

La pelea está en la calle y es el pueblo quien, a pesar de la avanzada del neoliberalismo, o como consecuencia de él, supo manifestarse en reiteradas oportunidades en contra de sus ataques. La marcha atrás con el beneficio de 2×1 a los genocidas y la media sanción a la ley de interrupción voluntaria del embarazo son conquistas sociales que se dieron en los últimos cuatro años y que son un ejemplo de lucha y organización popular.

En cuanto profesionales, es nuestra tarea mutar a las nuevas formas de comunicar. Saber leer qué decir y cómo. Entender quiénes tienen la voz adecuada para transmitir el mensaje. Preguntar, investigar, chequear y contrarrestar. Es en este marco que el periodismo popular reivindica a los trabajadores de la economía informal, a las mujeres siempre relegadas, a los pueblos originarios, a las disidencias sexuales y a todas las voces que los grandes capitales buscaron y buscan callar.

Asumir que el periodismo no es objetivo es una tarea necesaria de plantear. En cuanto su subjetividad esté a merced de los grandes poderes económicos será un carácter negativo de la profesión. Caso contrario, concebir la subjetividad periodística como un intercambio entre la tarea y las voces populares reivindica su carácter político y transformador.

Reivindicar el derecho a la comunicación como un derecho humano implica el respeto a quienes pueden y deben ejercerlo. Las y los trabajadores de prensa no tienen o no deberían tener la última palabra en tanto profesionales, sino como parte del pueblo porque tenemos una responsabilidad ante lo que informamos, decimos y comunicamos de cara a la sociedad.

Se trata de un intercambio colectivo. De ejercer la profesión con rigurosidad, de garantizar el derecho a réplica, adueñarse de la palabra y también del silencio.

Es en el periodismo popular y organizado, que las palabras de Mariano Moreno hacen eco: “Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía”.

@CarlaMartilotta

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