30 mayo, 2019
Cristina da un paso al costado y dos adelante
Por Javier Slucki. Como hizo tantas veces durante su carrera política, Cristina Fernández volvió a comunicar las cosas sin admitirlas. Esta vez, aceptando tácitamente que el discurso de choque que el kirchnerismo en el poder adquirió desde el conflicto con el campo, y que le permitió ganar las elecciones de 2011, ya no sirve para generar gobernabilidad.

Por Javier Slucki. Como hizo tantas veces durante su carrera política, Cristina Fernández volvió a comunicar las cosas sin admitirlas. Esta vez, aceptando tácitamente que el discurso de choque que el kirchnerismo en el poder adquirió desde el conflicto con el campo, y que le permitió ganar las elecciones de 2011, ya no sirve para generar gobernabilidad.
Cuando nadie lo esperaba, la expresidenta claudicó en la misión que los suyos le adjudicaban, cerró una etapa de once años y colocó al kirchnerismo en un nuevo lugar histórico, que en los hechos ya venía ocupando desde 2015: el de ser una facción, a lo sumo un primus inter pares, dentro del peronismo. El sueño de kirchnerización integral del PJ, tanto como el de vaciamiento del partido intentado hace dos años, parece haber llegado a su fin.
Para este nuevo rol Cristina designó a un intermediario entre ella y el justicialismo que, al mismo tiempo, muestra el límite de su peronización, con la cual, como sabemos, nunca se sintió muy a gusto. Aunque sea facilísimo -e injusto- verlo de atrás para adelante, Alberto Fernández entendió esto mejor que quienes, como Solá o Rossi, esperaban ser ungidos por ella no desde su entorno íntimo sino desde dentro del partido y ahora vieron terminado su sueño.
La expresidenta pateó el tablero dando dos pasos adelante: uno con el lanzamiento de la fórmula y otro con los tiempos que eligió para hacerlo, rompiendo con su habitual estrategia de no confirmar su candidatura hasta el cierre de listas. Así no solo logró que su foto sentada en el banquillo en el comienzo de su juicio oral pierda impacto político, sino que, más fundamentalmente, obtuvo tiempo para dar volumen a su sorpresa política, buscando cooptar sectores del peronismo no kirchnerista, especialmente a Sergio Massa. Y, además, se asegura de primerear a Roberto Lavagna lanzando en espejo a su propio Lavagna K: un hombre sin antecedentes de liderazgo pero capaz de dialogar con el círculo rojo y de seducirlo, en un intento por “cerrar la grieta”.
De esta manera, la fórmula Fernández-Fernández busca finiquitar a Alternativa Federal, pero no absorbiendo el centro sino convirtiéndose en él.
¿Implica esto realmente el fin de la grieta? Sin dudas este nuevo binomio intenta cerrarla al menos dentro del peronismo. Lo demás no está tan claro. Si bien el ex jefe de Gabinete viene a bajar el nivel de intensidad y a poner paños fríos a la lucha contra las corporaciones, la idea de un Frente Patriótico de “todos contra Macri” sigue generando una idea fuerte de polos opuestos. ¿Habrá fin de la grieta luego de la campaña electoral? ¿O terminará habiendo, más bien, un agrietamiento tirado a la derecha?
La primera gran incógnita es si este experimento social ideado por Cristina será tomado en serio. Aunque recién lo sabremos en octubre, hasta ahora todos los indicadores muestran que sí.
Hay tres sectores no comprometidos que reaccionaron al anuncio efectivamente como la expresidenta hubiera deseado. Primero, los gobernadores peronistas no K, que, ante el letargo de Alternativa Federal, no tardaron ni tres horas en mostrar su apoyo a Alberto Fernández. Segundo, los mercados, que se tomaron con calma la noticia, confirmando que ven al candidato a presidente como un hombre de buen diálogo con el establishment, con autonomía propia y no como un títere. Y, tercero, los radicales, que actuaron bajo la presunción de que la candidatura de Macri se vio debilitada, redoblando su ofensiva para ir a PASO, obtener la fórmula, agrandar Cambiemos o directamente proponer a Vidal.
En este contexto, Macri tendrá la doble dificultad de competir no ya sólo contra la situación económica sino también, como nadie preveía, contra una novedad política. Alberto Fernández a pesar de portar una larga trayectoria en la función pública, no tiene el desgaste político del presidente, y menos del desgaste político-judicial de la figura de Cristina.
Aunque nadie sabe si esto alcanzará en octubre, lo que es seguro es que el Macri perdió la simetría con su principal competidor. Un nuevo escenario en el que el “Plan V” ya no suena tan descabellado.
La segunda gran incógnita, todavía imposible de dilucidar, es cómo funcionará el binomio en la dinámica del poder en caso de triunfo electoral. Parece inverosímil que Cristina ocupe solo el lugar de una asesora o de liderazgo simbólico del partido.
¿Logrará contener esta fórmula las internas dentro del peronismo o, por el contrario, las amplificará? ¿Convalidará Cristina un ajuste si en algún momento Alberto Fernández decide que este debe hacerse? Y, más fundamentalmente, ¿aceptará la preeminencia del presidente aun si eso implica su propia jubilación como líder política? De cualquier manera, la semana pasada una nueva etapa histórica para la política argentina comenzó a abrirse de golpe.
@javslucki
Foto: Nair Cisneros
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