Cultura

6 mayo, 2019

Formosa: el acto de tomar la palabra y empoderar la voz

Por Mariana Docampo. La primera novela de Anahí Pérez Pávez habla del poder y del empoderamiento. Discursos políticos, redes textuales en las que la narradora se inscribe afectivamente y en los que subyace el machismo, las hipocresías y el cinismo.

Por Mariana Docampo*. Quiero contar que seleccioné Formosa, de Anahí Pérez Pávez, como finalista de un concurso de novela hace unos años sabiendo que quizás no iba ganar**. Y voy a explicar por qué: leí este libro antes de que fuera lo que es ahora. En un momento dado de la novela, planteado hacía rato el potente conflicto, desplegados espacios y personajes por una voz narrativa que arrasaba con todo al paso, la tensión se aflojó como si la autora se hubiera quedado, de pronto, sin energía. El fuego del principio, que me había arrobado en la lectura parecía autosofocarse hacia el final de las páginas, soltando los hilos narrativos, que ahora flotaban erráticos. Estaba claro que algo le había pasado a la autora, y no era precisamente, falta de talento.

El tema de la novela era difícil, hablaba de un padre abusador, y no había dudas de que se trataba de una ficción autobiográfica. Sé de las dificultades no solo materiales sino emocionales que muchas a veces hay que atravesar para escribir. Especialmente cuando trabajamos con elementos de nuestra propia historia. En los casos en que la entrega es verdadera, escribir se convierte en una experiencia: no se sale del libro que se escribe del mismo modo en que se entra. Animarse a este tránsito muchas veces abisma; e interpreté que algo de esto podía haber pasado en la escritura de Formosa.

La primera mitad de esta versión de la novela que llegó a mis manos era excepcional y no podía dejarla pasar. Todas las demás novelas que tuve que leer para el concurso no eran comparables, para mí, a éste libro inconcluso. Yo no conocía a la autora, pero una vez que salieron los resultados y otro autor fue premiado, la busqué en Facebook y la felicité por su novela.

Formosa LibroAnahí trabajaba en San Telmo, donde yo vivía en ese momento, y un día nos juntamos a tomar una cerveza en el Bar Británico. Hablamos de Formosa, y hablamos también de feminismo, sobre el cual sentí que tenía algunos prejuicios. Me contó algunas situaciones un poco ambiguas con profesores, compañeros de taller y editores, situaciones que hoy suscitarían masivos escraches pero que en ese momento eran difíciles incluso de ser formuladas sin culpabilización por parte de Anahí en una charla de bar.

Yo tenía en mi cabeza esta frase de Un cuarto propio de Virginia Woolf: “Aún en el siglo XIX la mujer carecía de todo estímulo si aspiraba a ser artista. Por el contrario, la desairaban, la golpeaban, la sermoneaban y la exhortaban”. Hoy podríamos reemplazar estos obstáculos tradicionales que refiere Woolf por otros muy frecuentes a los que se enfrenta una escritora joven en esta época, a quien en incontables casos individuales se sigue intentando por distintos medios hacer que permanezca en un lugar de objeto y no de sujeto de enunciación.

“En mi boca acababa la mirada masculina”, dice Pérez Pávez en algún lugar de la novela. Se refiere a que todos los hombres que rodeaban a la protagonista la trataban como objeto de deseo, y ella a su vez se ofrecía como tal. Pero el verbo “acabar” abre a otros sentidos: eyacular, terminar, pero también comenzar después de un punto final, “acabar por”. Esa boca ofrecida como objeto de deseo al hombre, también dice con la voz del hombre. Correrse del lugar de objeto y apropiarse de la voz de enunciación implicaba renunciar a cierto goce pero fundamentalmente desafiar el poder.

Estaba segura de que para que Anahí se animara a dar los ajustes necesarios para terminar esta novela tan personal, y reunir las fuerzas de encarar la publicación, necesitaba que le extendieran un lazo de sororidad, un lazo horizontal entre mujeres que le devolviera una mirada amorosa hacia ella misma, la alentara en el proceso, y disipara la duda acusatoria que amenazaba su yo enunciador. Quitarse la “mirada del hombre” de la boca es el gran acto de empoderamiento que plantea este libro. Y cuando digo hombre, digo hombres o mujeres machistas, digo patriarcado.

La Formosa de hoy es la misma de antes, pero con los elementos que faltaban para convertirla en la novela fascinante que es. Habla del poder y del empoderamiento. Discursos políticos, redes textuales en las que la narradora se inscribe afectivamente y en los que subyace el machismo, las hipocresías y el cinismo.

Una de las virtudes de la novela es que no hay juicio sobre los personajes. Más bien, se los desenmascara. El padre es el que es, los sucesivos novios, amantes o clientes son quienes son, y es la protagonista quien decide, llegado un día, encender la luz y mirarlos de frente. Otra gran virtud de la novela es que no hay goce en las descripciones de abusos, tan frecuente en la escritura contemporánea de denuncia y que reproducen modos de placer patriarcales, sino que a éstos se los exhibe con crudeza. Y la tercera gran virtud es que no hay victimización de la narradora ni de la línea materna de mujeres abusadas. El acto de tomar la palabra para reinterpretar anula todo peligro de caer en victimizaciones.

Dos espacios: Formosa y Buenos Aires. Formosa tierra roja y exuberante en donde el machismo se hereda de padres a hijos, de madres a hijas, en donde a pesar del discurso comunista del padre se prestigia el color blanco de la piel en la hija. Y la ciudad de Buenos Aires, espacio neutral y sin paisaje que elige la protagonista para comenzar su vida adulta y escribir su novela, y en donde ella misma explora las contradicciones entre los discursos y las personas que los pronuncian, y las relaciones de poder entre los géneros a través del tango, la militancia política, y del trato con distintos hombres.

Vuelvo a Virginia Woolf: “Aquella mujer, pues, que nació en el siglo dieciséis con el don de la poesía, era una mujer desdichada, una mujer en contradicción consigo misma. Todas las condiciones de su existencia, sus propios instintos, eran hostiles al estado mental necesario para liberar su mente”.

Creo que esta novela simboliza el resultado de un proceso personal muy importante no solo para Anahí Pérez Pávez, sino para todas las mujeres que escribimos. Porque la voz narrativa que elige para reinterpretar su biografía es una voz empoderada. No es una estrategia de resistencia al poder como hasta ahora han tenido muchas voces de mujeres en la literatura sino una apropiación de la palabra, que decide empujar del centro del propio relato la mirada del varón y establecer la suya, que reorganiza los elementos de manera amorosa; en este caso, hacia la hermana, hacia la madre y también hacia ese padre por el cual tiene sentimientos tan contradictorios. En este sentido, Formosa no es lisa ni oportunista. No sale del universo de expectativas machistas para arrojarse al de las expectativas de un feminismo del linchamiento que peligra con instaurar un nuevo centro que replique el sistema cuestionado.

Lo que este nuevo tiempo pueda producir desde las voces de las mujeres da amplitud a lo escrito, multiplicando las perspectivas y las experiencias, cuestionando los lugares de poder en el sentido de lo que Chimamanda Adichie habló cuando habló del peligro de una sola historia.

Por todo esto, para mí es una alegría que Anahí haya aceptado esta amistad literaria, que este libro haya sido premiado y publicado por la editorial de la Municipalidad de Córdoba, y que su autora me haya invitado a celebrar con ella la salida de su novela a la que le deseo un gran porvenir.

@DocampoMariana

* Escritora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicados seis libros de ficción (Al borde del Tapiz, El Molino, La fe, Tratado del Movimiento, La familia y V) y el libroTango Queer Buenos Aires. Es profesora de escritura la Universidad Torcuato Di Tella y en la UNTREF virtual y coordina talleres literarios de escritura y de lectura de manera privada. Profesora de la materia Lectura para escritores III de la carrera de escritura creativa de Casa de Letras. Desde el año 2011 dirige la colección “Las antiguas” de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es co-guionista del largometraje “Marilyn” (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Coautora, junto con Guillermo Gasió del libro de entrevistas “Sara Facio. La foto como pasión” (Planeta, 2016). En el año 2016 recibió una Beca del Bicentenario Fondo Nacional de las Artes. Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires y una de las organizadoras del Festival Internacional de Tango Queer que tiene lugar anualmente en Buenos Aires desde 2007.

** Texto leído en la presentación del libro el domingo 28 de abril en el Centro Cultural Macedonia

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