Economía

3 mayo, 2019

Endgame para la zona de no intervención cambiaria

Por Federico Machado. Después de la escalada del dólar a $47 y el pico del riesgo país, el Banco Central echó por tierra la «flotación libre» del tipo de cambio, tan defendida por los paladines del gobierno. Dificultades de Cambiemos frente a un panorama electoral adverso.

Por Federico Machado*. Después de un fin de abril con intensas corridas y volatilidad cambiaria donde el dólar superó los $47 y se alcanzó un pico del riesgo país, el pasado lunes se presentó un nuevo esquema de política cambiaria que básicamente echó por tierra a la “flotación libre” del tipo de cambio, otrora tan defendida por los paladines del gobierno.

Nuevo (nuevo) esquema del Banco Central

La deriva monetaria y financiera de Cambiemos es inocultable. De su esquema original de flotación libre y control de la inflación mediante las tasas de interés pasaron al esquema de emisión cero y bandas cambiarias. En el esquema actual básicamente se establece un techo al dólar y por debajo del mismo un esquema de flotación “sucia”, es decir, la posibilidad del Banco Central (BCRA) de intervenir directamente en el mercado cambiario vendiendo divisas “cuya frecuencia y monto dependerán de la dinámica del mercado” según el comunicado del Comité de Política Monetaria. Además el monto de venta diaria, en caso de que el dólar supere el techo de $51,45 se amplió de 150 millones de dólares a 250 millones.

La decisión fue tomada en conjunto con la verdadera dirección estratégica del Ministerio de Hacienda y el BCRA: el Fondo Monetario Internacional (FMI), como demostró Gerry Rice, vocero del organismo, al salir apresuradamente a brindar su respaldo, a pesar de que es totalmente contraria a los términos del acuerdo pactado.

Para limitar el impacto en las expectativas del mercado se dejarán de publicar las fuentes de las variaciones de las reservas internacionales, teóricamente en aras de evitar ataques especulativos agresivos.

El Gobierno evaluado en sus propios términos

Estas medidas se toman después de meses de defender el precepto monetarista de que la inflación es producto exclusivo del exceso de dinero circulante, en un contexto donde evidentemente la presión sobre los costos que generan las sucesivas y constantes disparadas del dólar era en realidad el componente explicativo más inmediato del aumento imparable de los precios, y donde no existe exceso de demanda agregada.

La desesperación de Cambiemos por frenar el dólar para detener el traslado a precios demuestra una vez más (como ya lo hicieron con su fallido programa de Precios Cuidados remasterizado) que se les han quemado todos los manuales y lo único que les importa es poder presentar algún tipo de señal de brotes verdes de cara a las elecciones.

Las consecuencias de esta medida en ausencia de un cambio total de la política económica parece caerse de maduro: mientras se siguen pagando tasas superiores al 70% a los bancos, el BCRA venderá dólares baratos indiscriminadamente financiando la fuga de capitales con las reservas internacionales, y acercando a la economía al precipicio del default. Para colmo, la venta de divisas tiene como contrapartida reforzar el sesgo contractivo de la política monetaria, cuando hace tres días se reveló que en febrero la actividad económica tuvo una contracción del 4,8% interanual.

A este tándem explosivo se suma que tampoco los datos sobre el equilibrio externo y fiscal resultan alentadores, es decir, ni siquiera podemos hablar de un “ajuste exitoso”:

Respecto al sector externo, el último informe referente a marzo de 2019 muestra un déficit externo cercano a los 2 mil millones de dólares. El mismo se explica por una oferta del sector primario-exportador (USD 1350 millones) que ni de cerca compensa la demanda de dólares para atesoramiento (USD 600 millones), importaciones y viajes al exterior (USD 730 millones), demanda de entidades financieras (USD 900 millones) y pagos de deuda e intereses (USD 1200 millones)

En términos fiscales, el Gobierno anunció recientemente que había “sobrecumplido” la meta con un superávit primario para el primer trimestre de 10.347 millones de pesos. Esto, sin embargo, no contabiliza los pagos por intereses de la deuda pública, que ascienden a 125.129 millones en moneda argentina. Para colmo, oculta que marzo ni siquiera tuvo superávit primario, sino que arrojó un déficit de 13.037 millones.

La luz al final del precipicio

De la “luz al final del túnel”, el “segundo semestre” y “lo peor ya pasó” queda muy poco. Difícilmente ante un escenario electoral adverso para el gobierno donde no parecen repetir ninguno de sus resultados de 2017, y ante un BCRA dispuesto a financiar la fuga de capitales, supone que los meses venideros no deparen buenos augurios para la economía argentina.

El esquema monetario contractivo, junto con la constante pérdida del poder adquisitivo, seguramente impida cualquier expansión de la producción en el corto plazo. Si se contiene al tipo de cambio, la inflación podría iniciar una curva descendente pero teniendo como contrapartida la liquidación de las reservas internacionales y la profundización de la crisis financiera.

La implementación de un programa monetarista, de desregulación y de apertura comercial y financiera, vuelve a arrojar los mismos resultados que en la década del ‘70 y el 2001. Un puñado de fervorosos defensores de la doctrina liberal dirán que el ajuste debió hacerse de forma más agresiva, mientras que los simplemente interesados en incrementar las arcas propias acusarán al gobierno de emprender el camino correcto pero cometiendo errores políticos.

El frágil sistema financiero es incapaz de soportar el manoseo de los capitales golondrina y la bicicleta financiera. El motor de la economía argentina, que son las PyMES y los trabajadores, no pueden vivir con tasas de interés galácticas. Además, el desarrollo industrial es inviable sin política sectorial y fomento al consumo; y las finanzas públicas son insostenibles sin capturar el excedente de la renta agraria.

@JapoMachado

*Integrante del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN)

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