Economía

22 abril, 2019

A toda crisis le llega su Plan Primavera

Cada crisis tiene su último volantazo, su golpe final sobre la mesa. En la década del ochenta, esa maniobra se llamó «Plan Primavera», una idea del ministro Juan Sourrouille para evitar la hiperinflación. Apuestas para ganarlo todo en la última mano.

Ese 3 de agosto de 1988 se anunció el congelamiento de precios y tarifas en acuerdo futuro con los empresarios. Se trataba, como hoy, de 64 productos que entrarían en vigencia un lunes, pero que se remercaban desde la semana anterior.

La suerte estaba echada. Menos de una semana después del anuncio, el peronismo proclamaba su fórmula presidencial encabezada por Carlos Menem y el poder de la Casa Rosada comenzaba a licuarse. Apenas cuatro días más tarde, el famoso acto de Raúl Alfonsín en la Rural con abucheos sintetizaba la densidad de un momento crítico.

En 2001 la crisis fue distinta, por espesor y capacidad presidencial, pero siempre hubo volantazos de último momento. En diciembre de aquel año tomó el nombre de «Corralito», medida desesperada y cortoplacista que no sirvió para fortalecer la posición del gobierno -sino todo lo contrario-.

Se trata siempre de evitar la escalada y apaciguar los mares hasta recobrar las fuerzas. Alfonsín anticipó las elecciones de 1989 en un intento de oxigenar la transición, pero debió también anticipar seis meses la entrega de mando a su sucesor electo. A De la Rúa le fue más difícil: faltaban dos años para la elección presidencial y el cambio de autoridad se gestó entonces a la fuerza.

En ese sentido, en cuanto a los tiempos políticos, la crisis económica actual se parece tanto más a la de 1989 que a la de 2001. La cercanía de las próximas elecciones presidenciales es un bálsamo para cualquier gobierno.

El congelamiento de precios, ese último volantazo de Cambiemos, tiene un acertado sentido de la oportunidad. Si las medidas dan resultados en un dudoso corto plazo, el oficialismo llegará a las elecciones robustecido. Y sino, serán las urnas las que decidan a quién fortalecer. Un eventual triunfo de Mauricio Macri sería la forma de legitimar sus políticas económicas, más allá del éxito o fracaso de su propio Plan Primavera.

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 En cualquier caso, lo cierto es que esto no estaba planificado. No caben dudas de que el plan de congelamiento obedece al apretado calendario electoral y no a una receta preconcebida.

Lo interesante, sin embargo, es cuánto hay de comunicación bidereccional en este contexto. Si bien es cierto que el gobierno espera que las medidas surtan efecto de manera inmediata, también ansía una respuesta activa por parte de la sociedad: que los indecisos fortalezcan su caudal electoral en una eventual segunda vuelta.

Se trata en definitiva de un cambio brusco, tosco y hasta improvisado. Del presidente ofuscado y virulento de los primeros meses del año, que procuraba mostrarse enérgico mientras confiaba en la recuperación económica, se pasó al mutismo que sólo aparece por video con trato paternal para llevar sosiego a los hogares.

La respuesta comunicativa de la sociedad tardará en medirse. El último mensaje presidencial antes de la campaña será este volantazo de control de precios. Pero el electorado responderá en las urnas, no antes. No hay espacio para otra medida alternativa de tamaña envergadura.

O eso parece. El congelamiento de ciertos precios se construyó en pocas semanas, pero la expectativa generada fue demasiada para un plan que no garantiza el paraíso. Desde el sábado 6 de abril hasta el pasado miércoles 17, el rimbombante acuerdo de precios tomó la tapa de todos los diarios.

Parecía que se estaba tejiendo un pacto histórico de proporciones para salvar la economía argentina, y las esperanzas siempre son proporcionales. El plan, sin embargo, está pensado apenas para evitar males peores, no para reactivar el consumo. Ese desencuentro entre expectativas sociales y realidad puede ser un mal trago para el gobierno.

Algo similar sucederá con el frente externo. Los timberos del sistema financiero llevaron el índice de “riesgo-país” del banco JP Morgan al máximo de la era Macri. Una locuaz interpretación del Plan Primavera de estos tiempos: escepticismo ante la última carta del gobierno, anunciada con bombos y platillos pero de dudosa eficacia para torcer la realidad.

El lunes próximo, mientra tanto, habrá conferencia de prensa del ministro Nicolás Dujovne y reunión con empresarios en Casa Rosada. Luego de los anuncios y el pacto de caballeros, como lo llamó su colega Dante Sica, siempre está presente el miedo a reeditar aquella frustración con queja del ministro de economía de Alfonsín, Juan Carlos Pugliese, en los primeros meses de 1989: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.

por Federico Dalponte – @fdalponte

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