17 abril, 2019
«La crónica es la novela de la realidad»
Con la certeza de que «el periodismo escrito es un género literario», la trayectoria de Gabriel García Márquez en el oficio de narrar la realidad es sin duda algo que lo caracterizó y definió. Un viaje a sus reflexiones y aportes a la prensa.

Con la certeza de que «el periodismo escrito es un género literario», la trayectoria de Gabriel García Márquez en el oficio de narrar la realidad es sin duda algo que lo caracterizó y definió. Un viaje a sus reflexiones y aportes a la prensa.
Antes, hace apenas unas décadas, el periodismo era su propia escuela. Nadie te enseñaba en un aula como citar, titular o redactar. No había ejercicios ni trabajos prácticos, mucho menos evaluaciones con nota. Claro, la evaluación, el aprobado o desaprobado, publicable o no publicable recaía exclusivamente en la mirada del editor. Las redacciones eran aulas donde el proceso de aprendizaje era la realidad misma, cada noticia un parcial y cada bloque de caracteres publicado un diploma.
Que no se malinterprete este artículo como una oda nostálgica. Es simplemente una intención de comprender el mundo donde Garcia Márquez se formó como periodista y desde donde reflexionaba, aún pasado un lustro de aquellos pasos iniciales en El Espectador. «Gabo» fue fundador en Latinoamérica de lo que ha dado en conocerse como «nuevo periodismo», comprometido con el contexto social y muy vinculado con el boom latinoamericano de la literatura. Compartía su concepción de la crónica, el reportaje y hasta de la noticia en sí con autores como Rodolfo Walsh, Truman Capote, Norman Mailer y Alma Guillermopietro.
“La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor”, dijo en un discurso ante la 52 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, en 1996. Aquel día se refirió a sus principales definiciones en relación al periodismo: «El reportaje necesita un narrador esclavizado a la realidad. Y ahí entra la ética. En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde». La ética en el centro de la escena, el compromiso con los hechos y reporteros con conciencia de su responsabilidad social.
Casi de forma anecdótica, en ese mismo discurso dijo sobre la falta de rigurosidad del periodismo actual: «Creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio». «La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral», dijo también.
“En la carrera en que andan los periodistas debe haber un minuto de silencio para reflexionar sobre la enorme responsabilidad que tienen”, proponía frente a María Elvira Samper, en “El general en su laberinto es un libro vengativo”, un artículo publicado en la revista Semana de Colombia, su tierra natal, en marzo de 1989.
«Gabo» fue un referente indiscutido de un estilo. Del realismo mágico de su obra literaria al «nuevo periodismo», los detalles y las vidas de los personajes cobraron un protagonismo que parecía olvidado. Puso a las personas en el centro de su narrativa, haciendo eje en sus contextos, sensaciones y preocupaciones en cada reportaje y cada crónica. Las imágenes cobraron mucha más relevancia en cada relato. Enemigo del periodismo vacío de estilo y promotor del perfeccionamiento constante del uso de la palabra y sus recursos, García Márquez afirmó, en 1991: «La crónica es la novela de la realidad”.
John Lee Anderson, al conocerse la noticia de su fallecimiento, recordó los aportes del escritor y periodista. Por un lado, destacó «su énfasis en la integridad de la narrativa». «Sus relatos periodísticos siempre tienen todos los componentes necesarios del periodismo -la reportería previa, las citas bien escogidas de las fuentes y las descripciones del momento y lugar de la historia-, pero también contienen los elementos clave del ‘cuento bien contado», dijo. «Estos incluyen el suspenso, el timing, una habilidad extraordinaria para desarrollar el comienzo, el desenlace y el final, así como una claridad de lo que ha de ser el problema o el conflicto que sirva de eje de la historia», explicó. Por otro lado, reivindicó su «forma de ser»: «Poca personas como Gabo transmiten tanta generosidad y tanta emoción por el oficio».
Cuando una persona está atravesada por su entorno, por los sentires del pueblo y las desgracias cotidianas de su gente, es inevitable -por suerte- llevar ese compromiso social a toda creación personal. Con García Márquez se fue un imprescindible y su muerte dejó a las nuevas generaciones de comunicadores la responsabilidad histórica de construir un periodismo que rompa con la lógica mercantil y reflexione más sobre sí mismo. Que en tiempos de cólera vuelva a poner a los sujetos y sus sueños en el centro de la noticia.
Me gustaría volver a ser reportero – Gabriel García Márquez conversa con Pablo Neruda from FNPI on Vimeo.
Julia de Titto – @julitadt
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