Cultura

12 abril, 2019

Game of Thrones: el fin del fenómeno televisivo

La historia basada en la saga de novelas de fantasía Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin empieza a despedirse este domingo con el estreno de su última temporada. El fanatismo, los rituales y la expectativa en torno al octavo estreno.

Sin exagrar, podría decirse que Game of Thrones es la serie de televisión más exitosa de la historia, o acaso una de las más importantes. Sin embargo, como todo, debe concluir.  La historia basada en la saga de novelas de fantasía Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin empieza a despedirse este domingo con el estreno de su octava y última temporada.

Esta temporada se hizo esperar más que nunca para los fanáticos alrededor del mundo de esta épica serie, ya que la anterior había sido estrenada en 2017 y pasó casi un año y medio en que las expectativas, la intriga y la emoción por ver como es el desenlace de la historia fue aumentando con el correr de los meses.

Lo curioso de Game of Thrones es el hecho de que, al menos en Argentina, se convirtió en una suerte de fenómeno cultural. Es muy frecuente que durante los pocos domingos que duran las temporadas, se den reuniones de amigos en las que se juntan para ver los capítulos con toda una parafernalia detrás de comida y bebida que, en ocasiones, termina siendo más importante que el contenido de la serie.

Llegados ya los últimos seis capítulos (todas las temporadas hasta la siete tenían diez episodios), es inevitable ver llegar el inminente fin de esta clase de eventos, por lo que muchas cervecerías y bares hicieron lo que cualquier comerciante con un poco de visión haría: poner pantallas gigantes para que aquellas personas que no tienen HBO puedan ver los capítulos el día que se estrenan mientras cenan, algo sin precedentes.

¿Cómo explicar el éxito de Game of Thrones? ¿Son las intricadas tramas políticas? ¿Es la complejidad de los personajes, tan moralmente ambiguos? ¿Es la espectacularidad de este universo, ajeno a nuestro tiempo y espacio? Es difícil de determinarlo, pero que una serie se transmita en lugares públicos como si se tratara de partidos del mundial es algo que llama la atención, y es difícil determinar si volverá a suceder con otra ficción. Incluso cuando la serie bajó en cierto sentido su calidad en las últimas dos temporadas (casualmente las que cuentan la parte de la historia a la que los libros todavía no llegaron), la llama del fanatismo sigue intacta.

Este ritual, esta misa -bautizada por muchas personas como “DominGOT”- comenzó a masificarse a partir del final de la tercera temporada, donde el show cobró realmente una popularidad inconmensurable. El hecho de que la serie se deshiciera de personajes principales sin ningún tapujo fue uno de los condimentos que la hicieron tan especial e impredecible. Encariñarse con algún personaje solo para que después pereciera de una manera horrible (como lo son todas las muerte en este mundo) resultó algo novedoso en la ficción televisiva, la sensación de que nadie estaba a salvo.

Como si el fanatismo no alcanzara, en algunos casos, al inicio de cada temporada se organiza el clásico necroprode, en donde se apuesta quién morirá y quien quedará vivo al final del último episodio, siendo el de este año el definitivo. También, al ser una historia tan sorpresiva y vertiginosa, Game of Thrones fue el paradigma de la cultura del spoiler, puesto que hablar cualquier detalle sobre el episodio que acaba de estrenarse es un potencial causante de conflicto.

Pero la serie no está libre de polémicas, porque también existen grietas que circundan este fenómeno audiovisual. Si bien para algunas personas Game of Thrones es intocable y sienten para con ella una devoción que roza lo religioso, otros más puristas se han ido alejando espiritualmente al estar disconformes con el rumbo que tomó la serie cuando los guiones (a cargo de David Benioff y D.B. Weiss) empezaron a dejar de basarse en los libros.

Es necesario recordar que el primer libro se publicó en 1996, por lo que mucha gente ya sabía varios de los sucesos más shockeantes que tenía la serie, mientras que a menudo se decepcionaba por la no inclusión de ciertos hechos y personajes. Por otro lado, es posible que los fanáticos de los libros escritos por George R.R. Martin jamás logren ver el final de esta atrapante historia en su formato literario, si tenemos en cuenta que la última entrega de la saga, Danza de dragones, fue publicada en 2011 (año en que comenzó la serie) y que su autor parecería estar más interesado en regodearse en la fama y fortuna que le significó el éxito del programa que en terminar los dos libros que aún restan.

Es así como Game of Thrones llega a su canto del cisne, su última sinfonía, una que promete ser tan épica que procurará dejar a todos sus fanáticos boquiabiertos y -en muchos casos- desolados. A esta altura resulta indistinto si el desenlace colmará las expectativas o no, porque la serie está rodeada de varios factores que hacen que trascienda la simple categoría de “programa de televisión”, pasando a ser un eslabón más de la cultura pop. Game of Thrones se termina por ver como una carrera que está llegando a su fin, y que aquellos que han estado durante ocho años esperando pacientemente este momento podrán disfrutar en todo su esplendor. Sólo queda sentarse y entonar una vez más -como si fuera el himno nacional- esa introducción sin lírica que, sin embargo, transmite los más nobles de los sentimientos.

por Guido Rusconi – @KamaronBombay

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