Derechos Humanos

26 marzo, 2019

Al rescate de la casa de Rodolfo Walsh

Como sucede desde hace diez años el pueblo de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, se reunió este 25 de marzo para marchar a lo que fue la última vivienda que habitó el escritor de Operación Masacre, usurpada todavía hoy por la familia de un policía. Exigen su expropiación y que sea convertida en un espacio para la memoria.

Como sucede desde hace diez años el pueblo de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, se reunió este 25 de marzo en la intersección de las calles Sarmiento y ex Triunvirato (hoy Rodolfo Walsh). De allí marcharon adentrándose en terrenos cada vez más descampados para llegar a lo que fue la última vivienda que habitó el escritor de Operación Masacre, usurpada todavía hoy por la familia de un policía.

El recorrido de esta movilización, impulsada por la Mesa por la Memoria de San Vicente (que reúne a agrupaciones de Derechos Humanos, sindicales y políticas), reconstruye en sentido inverso los pasos que dio Rodolfo Walsh el día que dejó su hogar sin saber que nunca iba a regresar.

Por eso, el punto de partida es lo que fuera la estación de ferrocarril -cerrada durante la dictadura- desde la cual el escritor viajó a Buenos Aires el 25 de marzo de 1977.

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Son las 17.30 y ya se ven las banderas de HIJOS San Vicente, de la Juventud Peronista local, del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) y otra muy extensa con las caras de todos los desaparecidos y desaparecidas de la zona.

Como lo hace desde la primera movilización, también está presente Patricia Walsh, la hija de Rodolfo que encabeza la columna. Se escuchan consignas por la memoria, la verdad y la justicia. Sin embargo una resuena más que otras: «Y dale alegría, alegría a mí corazón, la sangre de los caídos es rebelión, ya vas a ver, las balas que vos tiraste van a volver, y si señor, queremos en San Vicente la expropiación».

Es que el principal reclamo es que aquel lugar sea expropiado y restituido a la comunidad para convertirlo en un Espacio para la Memoria. Actualmente existe un proyecto de ley presentado por el diputado provincial Miguel Funes (Unidad Ciudadana) que espera ser tratado en comisiones.

En 2008 se logró que la vivienda sea declarada partimonio histórico y cultural lo que ha impedido que sea derribada. Sin embargo sigue siendo usurpada por la hermana del ex subcomisario Rubén Oscar Sala, uno de los agentes que participó del allanamiento y saqueo de la casa, un día después del secuestro y desaparición de Walsh.

La columna avanza por la calle, primero de asfalto y luego de tierra, que lleva el nombre del homenajeado en esa jornada. Con la caída del sol se empiezan a notar las antorchas que llevan la mayoría de las personas presentes.

Al llegar a destino toman la palabra representantes de HIJOS San Vicente y repasan la historia de esta lucha aún inconclusa. Se leen uno por uno los nombres de cada uno de los desaparecidos y desaparecidas y se escucha una respuesta unánime: «¡Presente!». El último en ser mencionado es Rodolfo Jorge Walsh. «¡Ahora y siempre!».

También toma la palabra el diputado Funes que da cuenta del proyecto de ley que presentó y recuerda que ya tiene dictamen de una de las comisiones pero está actualmente en Presupuesto sin ser tratado.

Finalmente, ya de noche, habla Patricia y emociona a quienes están presenciando ese momento. Recuerda que en esa casa su padre escribió la famosa Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar. Ese texto icónico, lúcido y que mantiene una actualidad estremecedora.

Aquel que denunciaba que, aún peor que la desaparición y tortura, era la «miseria planificada» impulsada por el Gobierno dictatorial que había elevado la desocupación al «récord» de 9%, un número similar al que tenemos en la actualidad.

Tras pedir por la resitución de la casa para el pueblo, los aplausos dieron cierre al acto. Se dejaron flores y carteles en la puerta y la columna se retiró sabiendo que, el año que viene volverá y así sucederá una y otra vez, hasta que la vivienda sea recuperada definitivamente.

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Aquel 25 de marzo de 1977 en que cayó defendiéndose de un grupo de tareas que intentaba secuestrarlo, Rodolfo Walsh había partido de su casa por la mañana junto a su compañera, Lilia, y caminado los 1200 metros que lo separaban del ferrocarril. Se tomaron el tren y en Constitución se despidieron.

Rodolfo iba a repartir en distintos buzones de la ciudad su Carta Abierta a la Junta Militar que había estado escribiendo los últimos meses. Un texto de una lucidez y claridad asombrosa que, sin embargo, apenas logró ser publicado por un diario venezolano días después y demoró varios años en ser replicado por otros medios de comunicación.

Luego de esa actividad Walsh tenía tres reuniones con compañeros de militancia de Montoneros, organización a la que todavía pertenecía a pesar de sus discusiones con la conducción.

Sin embargo, la primera cita estaba cantada. Cuando caminaba por San Juan y Entre Ríos notó algo raro, inmediatamente quiso ser tacleado por Alfredo Astiz. Logró zafarse y se parapetó detrás de un árbol donde comenzó a disparar al grupo de miembros de la Marina que intentaba secuestrarlo. Le respondieron a balazos.

Ex detenidos del centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánima de la Armada (ESMA) aseguran haberlo visto en el lugar herido de muerte. Desde entonces nunca más se supo de él y su cuerpo desapareció.

Al día siguiente, miembros de las Fuerzas Armadas llegaron a San Vicente para allanar y destruir la casa. Se robaron hasta los marcos de las ventanas y eliminaron todos los papeles, incluidas obras inéditas del escritor.

El subcomisario Sala colaboró con el operativo y como recompensa se quedó con la casa que, todavía hoy, para el fisco sigue a nombre de Norberto Pedro Freire (el nombre de Walsh en sus últimos días en la clandestinidad).

Sin embargo, a pesar de ese intento por borrar la historia, más de cuatro décadas después la memoria sigue intacta. Tal que como le escribiera a su hija Vicki (caída en combate meses antes) él también «pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado».

Por eso «su lúcida muerte», defendiéndose hasta el último momento de los asesinos, fue una síntesis de su vida. Esa que, aún siendo un intelectual consagrado decidió dedicarla a un proyecto colectivo. «Vivió para otros, y esos otros son millones» que hoy renacen y no dejarán que su lucha, quede en el olvido.

Santiago Mayor – @SantiMayor

Foto: Agustina Salinas / La Retaguardia

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