4 marzo, 2019
¿Con qué Congreso se encontrará quien gane la presidencia?
Por Federico Dalponte. Cambiemos renovará las bancas obtenidas en 2013 y 2015 con una modesta base electoral. La oposición peronista, en cambio, tendrá que hacer esfuerzos por no perder terreno en medio de la fragmentación. Pero ni unos ni otros tendrán quórum propio.

Por Federico Dalponte. Cambiemos renovará las bancas obtenidas en 2013 y 2015 con una modesta base electoral. La oposición peronista, en cambio, tendrá que hacer esfuerzos por no perder terreno en medio de la fragmentación. Pero ni unos ni otros tendrán quórum propio.
“Este es el primer gobierno en cien años que pasa todo su mandato en minoría”, dijo -o quiso decir- el presidente. Y se jactó así de la supervivencia en la derrota: ser minoría en el Congreso es también una muestra de debilidad política.
Lo cierto es que Cambiemos supo construir la fuerza mínima necesaria para sacar adelante ciertas leyes; y cuando no, apeló a los decretos de necesidad y urgencia, incluso con las excusas más disparatadas.
Pero en ninguno momento, vale decir, su inferioridad legislativa se convirtió en un obstáculo de gestión. Las leyes argentinas, suele decir con sorna el jurista Tomás Hutchinson, le permiten a un partido político gobernar con apenas un tercio de las bancas del Congreso. Pareciera cierto.
El período 2019-2023 no será la excepción. El Poder Legislativo ocupará un rol preponderante, no sólo porque difícilmente un oficialismo -cualquier oficialismo- pueda alcanzar la mayoría absoluta después de estas elecciones, sino porque la fragmentación obligará a todos a negociar.
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En el caso de Cambiemos, el paulatino crecimiento parlamentario estuvo dado por dos buenas elecciones. Pero la primera, en 2015, fue impropia de un partido de gobierno. Vale decir: con la excepción de las primeras elecciones post 2001, todos los presidentes llegaron a la Casa Rosada con guarismos superiores al 45%, lo que servía para acumular por arrastre una buena cantidad de bancas en el Congreso.
Macri no. El actual mandatario arrastró en octubre de 2015 un peso legislativo apenas superior al 30%, y eso se notó en los primeros dos años de mandato. En 2017, sin embargo, la recuperación fue apabullante y por tanto en 2019 queda todo por ganar.
Si se diese un escenario donde Cambiemos llegara en octubre al -supongamos- 40% de los votos, el crecimiento legislativo sería notorio, con chances claras de controlar al menos la Cámara Baja. Algo similar a lo que sucedió en 2007, cuando el gobernante Frente para la Victoria tuvo que renovar las escasas bancas de origen, obtenidas en 2003, a partir de una posición política mucho más ventajosa.
Aunque lo cierto es que los pronósticos son hoy bastante modestos. Un breve repaso indica que probablemente Cambiemos no podrá controlar por sí mismo ninguna de las dos Cámaras, al menos hasta 2021.
El oficialismo en Diputados pone en juego apenas 47 bancas de las 111 que tiene, pero sus chances de obtener un diferencial positivo no son tantas. Suponiendo que Cambiemos haga una buena elección en Capital, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Santa Fe, podría superar las 120 bancas en total, quedando aun así por debajo del quórum propio.
La principal explicación de ese déficit es obvia: los problemas históricos de las ofertas electorales no-peronistas para hacer pie en muchas provincias. En 1983, Raúl Alfonsín ganó la presidencia, pero su partido sólo obtuvo siete gobernaciones, contra doce del Partido Justicialista. En 1999, lo mismo con el aliancista Fernando De la Rúa: catorce gobernaciones justicialistas, pero sólo ocho de la coalición triunfante.
En ese sentido, la lógica se repetirá en el Senado a partir de octubre. Cambiemos llegará a la elección con un interbloque de 25 senadores. Se irán apenas cuatro, pero para alcanzar el quórum propio tendría que ganar en las ocho provincias donde se eligen miembros de la Cámara Alta este año: triunfo cantado en Capital; algunas chances en Entre Ríos, Neuquén y Salta; poco menos en Chaco, Río Negro, Santiago del Estero y Tierra del Fuego. Un desempeño aceptable lo dejaría con algo más de 30 bancas, siete menos de las necesarias para controlar la Cámara.
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Mientras tanto, el panorama opositor es bastante más complejo. No sólo por la carencia de una propuesta electoral unificada, sino porque las especulaciones en torno a la candidatura de Cristina Kirchner impactan de lleno en el armado de los bloques legislativos.
De momento, sin embargo, la ex mandataria parece no tener apuro en rellenar el Congreso con legisladores afines. El cierre de la unidad peronista en una decena de provincias pudo lograrse, en parte, por la cesión de espacios concretos por parte del kirchnerismo. El silogismo parece ser que es más importante la unidad que la imposición de incondicionales para derrotar a Cambiemos.
En ese sentido, las expectativas en Diputados son magras. El bloque del Frente para la Victoria se fue desmigajando en los últimos tres años, llegando a la actual composición de 66 legisladores -diez más que el PRO, quince más que la UCR, pero menos que ambos unidos-.
De ese grupo de 66 diputados, 39 terminarán su mandato el próximo diciembre. Y si Cristina Kirchner logra hacer entrar a unos 35 legisladores propios en octubre, será un buen negocio. El resto, al parecer, será fruto de las negociaciones dentro del heterogéneo universo peronista. Las listas tendrán un ingrediente local palmario, ajeno a las viejas épocas en las que el kirchnerismo centralizaba la última palabra en la Casa Rosada.
En ese contexto, la Cámara Baja mantendrá una característica actual: la multiplicidad de bloques de origen peronista. Aunque con la potencialidad de unificarse si alguno de los propios logra ungirse presidente. Parecido al proceso iniciado en 2003 y consumado en 2005, con la unidad de propios y ajenos detrás del liderazgo de Néstor Kirchner.
En el Senado, mientras tanto, ese peso específico de los gobernadores es más notorio: actualmente hay alrededor de 40 senadores de origen peronista, pero no sólo están distribuidos en varios bloques, sino que unos quince terminarán su mandato a fin de año.
El bloque de la ex mandataria, por su parte, apenas reúne nueve miembros, de los cuales un tercio dejará su cargo en diciembre. En ese esquema, la
unidad -para gobernar o para ser oposición- será una dinámica vital en el próximo período.
@fdalponte
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