Batalla de Ideas

18 febrero, 2019

Todos tienen mala imagen

Por Federico Dalponte. Se habla de ella con cara amarga, con la desazón de lo inevitable. La imagen negativa es un lastre por antonomasia para cualquier candidato. El riesgo, sin embargo, es creer que ese dato importa.

Por Federico Dalponte. Se habla de ella con cara amarga, con la desazón de lo inevitable. La imagen negativa es un lastre por antonomasia para cualquier candidato. El riesgo, sin embargo, es creer que ese dato importa.

En 2016, los contendientes Donald Trump y Hillary Clinton llegaron a las elecciones estadounidenses con 58% y 55% de imagen negativa. Y por cierto, uno de ellos ganó -y no precisamente el mejor visto-.

En la Argentina eso no es muy distinto. De hecho en los últimos días, María Eugenia Vidal, la última exponente del oficialismo que mantenía un diferencial de imagen positiva, pasó a engrosar la lista de los afectados.

Según la consultora Opinaia, que suele trabajar para el diario Clarín, los políticos argentinos con mayor recorrido -actuales gobernantes o eventuales pretendientes- mantienen en todos los casos una imagen negativa que oscila entre los 50 y los 70 puntos porcentuales.

La tentación más usual, por tanto, es convencerse de que la imagen positiva es sinónimo de votos. En octubre de 2010, según Poliarquía, el candidato con mejor imagen y menor nivel de rechazo era Ricardo Alfonsín, el mismo que terminaría quedando, doce meses más tarde, tercero en la elección presidencial y a más de cuarenta puntos del primero.

Cuatro años más tarde, según la consultora CEOP, los postulantes Margarita Stolbizer y Ernesto Sanz tenían, respectivamente, un 38% y un 32% de imagen positiva. El día de las urnas, sin embargo, ninguno de los dos superó el 4% de los votos.

Traducir imagen positiva en votantes es el primer error. El segundo es creer que la imagen negativa determina la suerte del candidato. CEOP anunció, en septiembre de 2015, que Mauricio Macri tenía casi un 55% de imagen negativa. Pero dos meses más tarde los resultados indicaban lo contrario, o por lo menos lo curioso: es posible ganar una elección presidencial incluso con mala imagen.

La conclusión -se dirá- vale para unos y para otros por igual. Según una encuesta de Synopsis publicada este mes, Macri y Cristina Kirchner tienen entre 52% y 54% de imagen negativa. Pero ambos podrían ganar en las próximas elecciones.

Sino, preguntarle a Jair Bolsonaro. El actual presidente brasileño era, por lejos, el candidato más rechazado por el electorado apenas meses antes de los comicios. Algo similar a lo que le sucede hoy al israelí Benjamín Netanyahu, que puntúa alto en ambos sondeos: intención de voto e imagen negativa.

***

Las explicaciones ante lo inexplicado no abundan, pero vale intentarlo. La primera opción -de las dos más evidentes- es que exista un error superlativo en las encuestas, que las preguntas estén mal formuladas, que el muestreo sea incorrecto. Aunque suena inverosímil que las mismas equivocaciones se sucedan en tantos países diferentes.

La segunda posible respuesta, en cambio, es que no exista correlación alguna entre imagen negativa e intención de votos. Léase: que ambos grupos se superpongan, que aquellos que tienen una imagen negativa de un candidato no necesariamente sean reacios a votarlo.

Eso daría pie a indagar sobre un elemento fundamental para las próximas elecciones argentinas: el techo. Así como la imagen positiva no es el piso de votos de un candidato, la negativa tampoco es su techo. Porque además, en ese punto, las encuestas se construyen de manera diferente. No es lo mismo preguntarle al encuestado qué imagen tiene sobre tal o cual candidato, que indagar sobre cuáles son aquellos políticos a los que no votaría nunca.

En cualquier caso, es cierto que la imagen y el techo preocupan a cualquiera. Pero no es menos cierto que los números se mueven con rapidez. En 1998, en el epílogo crítico de su presidencia, Carlos Menem tenía apenas un 40% de imagen negativa. Cinco años más tarde, esa cifra ya era del 85%. E incluso más rápido, como le sucedió a Néstor Kirchner, que pasó del 70% de imagen positiva al dejar la Casa Rosada a un 70% de negativa seis meses después, durante el conflicto sojero.

En definitiva, la imagen es siempre ese dato marginal que todos miden aunque nadie sabe bien para qué. Y este año no será la excepción. A su favor podrá decirse que todos los candidatos a presidente tienen alta imagen negativa, y que por tanto vale como un dato de la percepción social. En su contra, lo elemental, lo de siempre: si la mitad más uno del electorado desprecia a un candidato, eso no implica que no pueda ganar.

@fdalponte

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas