11 febrero, 2019
Convencer a los del medio
Por Federico Dalponte. No los seduce la gestión actual y tampoco la anterior. Pero pretenden ser seducidos por la próxima. Más que una crítica a un gobierno pasado, un buen discurso electoral es un programa de gobierno futuro.

Por Federico Dalponte. No los seduce la gestión actual y tampoco la anterior. Pero pretenden ser seducidos por la próxima. Más que una crítica a un gobierno pasado, un buen discurso electoral es un programa de gobierno futuro.
Hace meses que los guarismos no cambian. Un tercio para Cambiemos, otro para Cristina Kirchner, y en el medio los que nada, los que ni chicha ni limonada, diría Víctor Jara.
En ese escenario, llegar al 45% y ganar en primera vuelta es una quimera para cualquiera. La pregunta es por qué en la Argentina habrá presumiblemente dos ballotages consecutivos si hasta 2015 no hubo ninguno. Pues por lo obvio: en 1994 cambió el sistema electoral y un año más tarde se quebró el bipartidismo.
Desde aquella elección en que José Octavio Bordón (FREPASO) salió segundo, siempre hubo al menos tres postulantes que sacaron más del 10% de los votos; algo que no había ocurrido ni en 1983 ni en 1989. Difícil que este año se rompa la tendencia.
Por tanto, lo que caracteriza al actual período no es el piso alto desde el que parten varios postulantes, sino el techo de los dos más competitivos. Aquello que sucedió en 2015 y que se reproduce con más énfasis este año. Eso que en definitiva alienta a las terceras opciones.
Desde 1983, y hasta antes del quiebre bipartidista en 1995, la diferencia entre el segundo y el tercer candidato siempre había sido de más de treinta puntos. Desde entonces, y con la única excepción de 1999, esa brecha se redujo una y otra vez a menos de la mitad. Los terceros tienen vida en la Argentina.
Los tibios, los de la avenida del medio, los coreacentristas, los no alineados, esos van a definir la elección. Las terceras opciones no sólo tienen vida, sino que también tienen votantes, y son muchos: más de tres millones en 2007, dos millones y medio en 2011, más de cinco en 2015. Para ponerlo en perspectiva: en la primera vuelta de 2015, la diferencia entre Scioli y Macri no llegó al millón de votos.
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Es difícil dialogar con el elector que te detesta. Son pocas o nulas las chances de migración de votantes entre los polos macrista y kirchnerista. Pero además, también son pocas o nulas las chances de que alguno de esos polos pierda votantes propios.
En ese escenario, es cierto que los techos de Macri y de Kirchner oscilan alrededor del 45%, pero no es menos cierto que ambos contendientes hoy están, según la mayoría de las encuestas, unos diez puntos por debajo de su máximo. Lección elemental: quien quiera ganar en octubre tiene que hablarle a ese centro.
Y ese centro -va de suyo- no es el centro ideológico. En ese centro están los que comulgan con Myriam Bregman, los que sueñan con Roberto Lavagna y los que todavía creen en la socialdemocracia. Unas diez millones de personas que, para lamento de los que claman por el voto en blanco, en noviembre de 2015 demostraron que siempre están dispuestas a votar por alguien, aunque no sea su primera opción.
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No puede decirse cualquier cosa en una campaña; lo cual no implica que deba decirse sólo aquello que el electorado quiere escuchar: “pobreza cero”, o demostraciones similares de pereza intelectual.
El actual escenario demanda que sus polos busquen el centro con algo más que la simple denuncia de un estado de cosas. Por caso, Cambiemos señalando ese país corrupto, estatista y peronista que no quiere. Y el kirchnerismo, denunciando esa Argentina desindustrializada, excluyente y endeudada que repudia.
Eso convencerá a los propios, reforzando así los márgenes de los polos. Pero los votantes ubicados en el centro difícilmente voten por espanto; al menos no antes de una segunda vuelta.
¿Sirve entonces denunciar las deficiencias, turbiedad y pecados del adversario? Sí, aunque apenas para evitar que el contrincante crezca, para mellar sus posibilidades de captar indecisos. Los macristas convencidos seguirán votando a Macri aunque hipoteque la Patagonia y los kirchneristas harán lo propio con Cristina aunque pasee todas las semanas por Comodoro Py.
A los indecisos, por el contrario, probablemente se los convenza con futuro, con un discurso estructurado alrededor de una imagen de lo posible, y no fijado en la descripción de un pasado o un presente cualquiera.
Diez millones de personas, ubicadas en ese centro, deambulan por el escenario electoral con un ojo puesto en los dos polos. Son personas que indudablemente están dispuestas a escuchar. Saben que en definitiva deberán optar por una u otra opción llegado el ballotage.
@fdalponte
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