21 enero, 2019
¿Ya está definida la elección?
Por Federico Dalponte. Marcos Peña asegura que Macri ganará en primera vuelta. Aníbal Fernández afirma que en octubre vencerá Cristina. Su colega Alberto, más prudente, dice que cualquier opositor ganaría un ballotage. Al menos dos de ellos tienen que estar equivocados.

Por Federico Dalponte. Marcos Peña asegura que Macri ganará en primera vuelta. Aníbal Fernández afirma que en octubre vencerá Cristina. Su colega Alberto, más prudente, dice que cualquier opositor ganaría un ballotage. Al menos dos de ellos tienen que estar equivocados.
A veces se transmite optimismo con demasiado esmero, al borde de lo ficticio. Nadie cree en las encuestas, está claro, pero todos las ojean. Con todo, un primer análisis indica que el mejor posicionado para colocarse la banda presidencial en diciembre es el actual mandatario.
En esta parte del mundo consiguen la reelección el 90% de los presidentes que se postulan. El sueño opositor, por tanto, es que ésta sea una excepción: ganarle finalmente una elección ejecutiva a Macri; hacerle perder terreno al PRO por primera vez desde que se fundó.
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Se ensayan fórmulas diversas: Cristina presidenta, Sergio Massa gobernador; Felipe Solá presidente, Cristina gobernadora; Axel Kicillof presidente, Solá vice; Roberto Lavagna presidente, y el resto en algún lado.
Al final de cuentas, todos son juegos. Lo cierto es que en seis meses vence el plazo de inscripción de alianzas y el escenario electoral es una incógnita. Al día de hoy, entre ocho y nueve de cada diez votos se los dividirán entre el oficialismo, el kirchnerismo y el peronismo de los gobernadores.
Algo similar sucedió en 2017. Cambiemos se llevó cuatro de cada diez votos nacionales, el kirchnerismo dos y el resto del peronismo otros dos. La moraleja sería que al gobierno le sirve la fragmentación.
Pero con una salvedad: el sistema electoral también mete la cuchara. La existencia obligatoria de primarias y la posibilidad de ganar en primera vuelta con solo el 45% de los votos suponen un problema. Polarizar en la Argentina es como jugar a la ruleta rusa.
Ejemplo gráfico: si el peronismo ampliado sella su unidad, las primarias certificarán la polarización y eso se trasladará a las generales, donde muchos podrán votar ensayando un ballotage. Y si el antiperonismo -por ejemplo- suma más voluntades que el antimacrismo, podría darse un escenario de victoria oficialista con poco más del 45% de los votos.
Macri por tanto podría ganar sin necesidad de romper su techo.
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Una premisa que repite Alberto Fernández: el presidente Macri tiene techo, Cristina Kirchner no. Puede ser cierto. O no. En cualquier caso, la fidelidad al oficialismo depende en gran parte de quién sea la alternativa.
En ese orden, si tanto Macri como Cristina son contendientes este año, todo dependerá al final de cuentas de quién junte más votos. El presidente parte del 35% de voto duro antiperonista, un núcleo que se mantiene estático desde hace más de medio siglo. Cristina, en cambio, suma por partes: en principio, a los propios; luego, si cabe, a los antimacristas.
En el medio está el abismo. Y la lectura dispar sobre su composición es lo que lleva a la heterogeneidad de conclusiones. ¿Adónde irán a parar los 170 mil votos de Urtubey en un eventual ballotage? ¿Adónde los 300 mil del socialismo santafesino? ¿Qué harán el santiagueño Zamora, radical heterodoxo, y su medio millón de votantes?
Para ganar una presidencial hacen falta hoy unos trece o catorce millones de votos. Cristina tiene -con seguridad- los 3,5 millones que obtuvo en 2017 en territorio bonaerense, unos 300 mil votos más que los que sacó el candidato a presidente Lavagna diez años atrás.
Desde allí, si consiguiera el apoyo de las gobernaciones peronistas, llegaría con facilidad a los 10 millones; algo difícil, pero sería una cifra similar a la cosechada por Cambiemos en las últimas legislativas.
En ese sentido, si es cierto lo que dicen los gestores de la unidad respecto a que Cristina tiene el 80% del voto opositor, esos serían unos 11 millones de votos, de acuerdo a la participación de 2017.
Pero el oficialismo, por su parte, calcula como piso aquella cifra obtenida en octubre de 2015: 8,6 millones. Y confía en que los 9,3 millones de Daniel Scioli se hayan evaporado por obra del desprestigio al kirchnerismo o que, en el peor de los casos, exista un techo alrededor de los 12 millones que limite las aspiraciones de Cristina.
El engaño, sin embargo, es evidente: trazar comparaciones en escenarios diferentes. Pero el ejercicio sirve para imaginar de dónde podrían surgir esos votos que aseguren -para cualquiera- un triunfo en ballotage. Es probable que a esta altura nadie lo sepa. En parte por ello todavía no hay candidaturas ni calendarios locales confirmados. Imposible arriesgar un pronóstico.
@fdalponte
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