20 noviembre, 2018
Sin organización popular, no hay Mujer Maravilla que derrote el proyecto neoliberal
Por Marcos Lede Mendoza. En el foro de CLACSO, Cristina Fernández sostuvo que se debe construir una fuerza social que se ordene bajo la dicotomía neoliberalismo-pueblo. La tarea reside en volver al poder para construir una nueva arquitectura institucional que regule a los actuales poderes fácticos. En tanto, el rol de los movimientos populares es defender a líderes perseguidos por el Lawfare, y trabajar por una victoria popular en 2019 con una agenda de demandas que resuelva el problema del pueblo pobre, sin fetichismos ni politiquería.

Por Marcos Lede Mendoza. En su discurso en el 1° Foro Mundial del Pensamiento Crítico, Cristina Fernández propuso el rumbo por el que debería caminar el campo nacional y popular para asestar una derrota al proyecto neoliberal orquestado desde Washington, mediante una fuerza social y patriótica que se ordene bajo la dicotomía neoliberalismo-pueblo. A priori, la tarea estratégica reside en volver al poder para construir una nueva arquitectura institucional que regule los poderes fácticos que la actual democracia burguesa no logra regular. En tanto, el rol de las organizaciones libres del pueblo radica en defender a líderes perseguidos por el establishment, y trabajar por una victoria popular en 2019 para impulsar una agenda de demandas que resuelva el problema del pueblo pobre, sin fetichismos ni politiquería.
Tanto Cristina, como así luego otra camada de líderes sociales, recurrieron a una premisa que dio cuenta de un diagnóstico compartido: aquel sistema democrático-burgués construido para establecer límites a los poderes fácticos se encuentra en crisis. Esta situación, lejos de favorecer al pueblo pobre y excluido, permite a las élites profundizar su maquinaria destructiva de los recursos naturales, monopolizar los medios de comunicación y contaminar aún más la cloaca judicial que mantiene en cargos vitalicios a sus jueces, brazos ejecutores de la persecución a dirigentes progresistas.
Derrotar al neoliberalismo en las urnas
Frente a la emergencia del feminismo y la economía popular, dos grandes movimientos que protagonizaron la resistencia al neoliberalismo en Argentina en los últimos tres años, y sumado a actores como la ciencia y técnica, pymes y jubilados, Cristina tomó nota. Siendo la líder política de mayor envergadura de los últimos años en el Río de La Plata, planteó el rumbo a seguir. “A la luz de las consecuencias del neoliberalismo”, ensayó: “Nos obliga a repensarnos como espacio de propuesta y de incluir nuevas categorías de pensamiento”.
¿Qué significa? En principio, que las categorías izquierda-derecha, en este momento histórico, dejen de ser las ordenadoras de la política y pasen a ser reemplazadas por la dicotomía neoliberalismo-pueblo. A priori, la tarea estratégica es oponerse al sofisticado sistema de exclusión y endeudamiento, y construir una nueva arquitectura institucional que regule a los poderes fácticos que la actual democracia no regula, como los medios de comunicación hegemónicos y empresas multinacionales, grandes responsables junto al Poder Judicial de la debacle del actual sistema democrático
A su vez es un llamado a conformar un gran frente social y “patriótico”, que frene la avanzada neocolonial que en Argentina todavía no tiene posibilidades de consolidarse a menos que Cambiemos coseche una victoria en 2019, con Macri a la cabeza. Para esa titánica tarea hará falta relegar banderas y adoptar otras, que no es otra cosa que unirse en la diversidad. Un frente que interpele a científicos, comerciantes, y empresarios, pero sin pueblo pobre, no podrá ganar; como así tampoco podrá perdurar aquel que no proponga saldar, en un momento impuesto, la contradicción entre los derechos de mujeres y disidencias sexuales, y la influencia de instituciones de antaño como la Iglesia Católica.
Tomar el poder para cambiar el mundo
Ahora bien, en un hipotético triunfo popular en 2019, ¿qué hacer? En la década del ‘90, la generación que ingresó a la política lo hizo bajo la premisa de “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Pero con el triunfo de Hugo Chávez en 1998 y el inicio de la Revolución Bolivariana, el panorama para el movimiento popular comenzó a cambiar: había que tomar el poder para cambiar el mundo.
Sucede que en varios países de América Latina, llamativamente aquellos en los que las fuerzas neoliberales volvieron al poder, los gobiernos progresistas de principios de siglo XXI tuvieron limitaciones, entre ellas, una que Juan Grabois consignó de la siguiente manera en el foro de CLACSO: tomar el poder sin cambiar el mundo. Estatización del movimiento popular, politiquería, corrupción. Según el líder de la CTEP, de esa manera se pierde la fuerza de las ideas, se deja de pensar en cómo resolver los problemas del pueblo pobre y es ahí cuando el neoliberalismo avanza.
Allí radicará siempre la importancia de las “organizaciones libres del pueblo”, al decir de Juan Domingo Perón, aquellas que critican y confrontan con el Estado, bajo el gobierno que sea, para incitar a la dirigencia popular a que sea mejor que antes. Sobre todo, quedó claro en los últimos años, porque el mito de la mujer o el hombre maravilla no podrá nunca resolver los problemas del conjunto en tanto no haya organización de las bases sociales.
@ledemendoza_m
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