Cultura

16 noviembre, 2018

Liliana Furió: “Tenemos que ser muy astutas y resistir desde un lugar de mucha colectividad”

La autora de filmes documentales como Tango queerido, Mucho para dar, Todos podemos bailar, El abrazo verdadero y En una esquina de Barracas, desde febrero de este año forma parte del Movimiento feminista de tango, una nueva trinchera desde donde se animó a conversar con Notas, en la previa a la XXVII Marcha del Orgullo LGBTIQ.

Por un lado, la documentalista y productora de cine, Liliana Furió, conforma el colectivo Historias desobedientes, donde familiares de genocidas comunican sus experiencias para sumar a la defensa de los derechos humanos en un país donde reverdece la cuarta ola feminista a la par que la derecha acrecienta su legitimidad pese a la recesión. Por otro, la autora de filmes documentales como Tango queerido, Mucho para dar, Todos podemos bailar, El abrazo verdadero y En una esquina de Barracas, desde febrero de este año forma parte del Movimiento feminista de tango, una nueva trinchera desde donde se animó a conversar con Notas en la previa a la XXVII Marcha del Orgullo LGBTIQ:

– ¿Qué es el feminismo para vos?

– El feminismo es esa teoría que asevera que somos personas sujetas de derecho, las mujeres y las cuerpas disidentes tanto o más que cualquier otro ser con privilegios, llámese varón. Conforme crece el movimiento más atravesamientos en conflictos hay, disidencias, pero me parece que la ola verde y violeta feminista es imparable, y un deseo profundo de que “la revolución será feminista o no será”. Yo estoy militándola desde hace más de 20 años.

– ¿Militaste en organizaciones políticas?

– No en políticas partidarias. Hay un verticalismo en la política tradicional que no lo puedo transitar. Tuve una militancia de base en el lesbofeminismo, donde arranqué, en el `96. El espacio se llamaba Las lunas y las otras, un lugar histórico de mucha potencia. Ahí se discutían cosas de las que ahora se ponen en cuestión, que en ese momento no se podían ni hablar en la calle, menos en la familia. Ahí fui un par de veces nomás porque no me sentí del todo cómoda; por esto de que recién me separaba y una lesbiana que estuvo casada y tenía tres hijas era un bicho raro. Yo era un bicho raro en todos lados. Luego encontré un lugar que se llamaba Puerta abierta, que era de lesbianas feministas y una de ellas era divorciada con hijos. Habían generado un espacio muy lindo, un centro cultural, y uno de los talleres que daban era para madres lesbianas y me dije es acá. Eso fue otra cosa. Y, las paradojas de la vida, una de las que daban el taller es actual funcionaria del gobierno.

– ¿Se fue institucionalizando?

– No. En ese momento eran radicales. No dejaban entrar a un varón, ni que fuera hermano, hijo, nada. Ni a los repartidores dejaban entrar. Era un espacio exclusivamente para y por lesbianas feministas. Eso después fue mutando y cuando ellas ya tenían una fortaleza importante por muchas compañeras que ayudaron a que La casa del encuentro, que se llamó así el lugar que ellas abrieron, se consolidara y creciera, ellas después vieron que la caja más importante estaba con otros temas y dejó de ser completamente un espacio para lesbianas feministas. Una de ellas dijo eso de que Macri es “el feminista menos esperado”, tratando de justificar lo injustificable. Una persona de una militancia lesbofeminista de base, ¿en el gobierno de Macri? No hay justificación posible.

Disobedient Stories
«La ola verde y violeta feminista es imparable, y un deseo profundo de que la revolución será feminista o no será” L.F

– ¿En este lugar es donde vos empezaste a tomar clases de tango?

– En este lugar daban talleres, se hacían performances, íbamos a los encuentros de mujeres y un día entro y había un cartel enorme que decía Tango Queer. Y dije: ¿Tango qué? Yo no había escuchado la palabra queer en mi vida, te hablo en el año 2002. Pregunto y las chicas me dicen: “vení, Mariana Docampo, la profesora es divina”. ¿Pero qué es el tango queer?, les decía yo, y me explicaron más o menos que “el queer es una teoría nueva, unos movimientos, y aparte somos todas mujeres bailando tango”. Y el tango siempre me había encantado.

– ¿Lo escuchabas en tu casa?

– Lo escuchaba en casa por mis viejos. Mi viejo era re tanguero, paradójicamente, lo mejor de mi papá, casi lo único, es el tango.

– ¿Muchos militares practicaban tango?

– No. Es como si hoy dijeras «a muchos militares les apasiona el jazz o el rock». Son músicas muy populares y a muchísimos de ellos les encanta esa música. No es que a los militares en particular. Eso es un mito. Al contrario. Toda la primera faceta del tango era reo, de arrabal, de resistencia. Después cuando se adecentó fue una música más, pero hasta el cincuenta y pico todos eran tangueros en este país,

– ¿Era una cuestión generacional?

– Era «la música», nuestra música. Que no se la apropien. Un día estábamos con mis padres en la casa de un tío, yo tendría siete u ocho años y había un piano de pared muy lindo, antiguo. Entonces mi tío dice: “es una pena porque lo compré para los pibes y no lo toca nadie”. Y mi padre se sentó en el piano y empezó a tocar tango, uno atrás del otro. Yo no lo podía creer. La miré a mi mamá y me dijo: “siempre le pido para ustedes porque yo también quiero y mirá como toca y no quiere comprar uno”. Se cerraba a lo sensible, no lo habilitó, cuando lo hubiese podido costear. Después, ellos bailaban muy lindo. Lo único que yo compartía con ellos, que no podía faltar todas las semanas en mi casa, era Grandes valores del tango. Había muchos que me gustaban en ese momento, Guillermito Fernandez, Juan D’Arienzo, Pugliese, Mores, yo los esperaba. Esos próceres veíamos en la TV cada semana. Después en la adolescencia lo denostaron y era música de viejos.

– En la actualidad, ¿cómo surgió el Movimiento feminista de tango y cómo te incorporaste?

– El MFT surge subido a la ola del gran feminismo, yo le llamaría casi “el destape”. Digo, hay precursoras que me precedieron, después viene mi camada de una lucha de una soledad muy grande, éramos cuatro gatas locas, después fuimos más. Vos fijate como los encuentros de mujeres fueron paulatinamente en aumento de una manera brutal, pero eran bastiones como reductos. Al gran público le decías feminismo y se te reían. Hasta hace dos años muchísimas mujeres no se consideraban feministas. Hasta que no vino una ola que se destapó y que de alguna manera también arrastra un marketing y cambia la portada y cambia la imagen muchas decían: «yo con el feminismo no». Y yo levanto la bandera del feminismo desde cuando decías feminismo y se daban vuelta y se iban. Entendí desde el principio que el feminismo es el camino. Cuando vos entendés que es por ahí, que hay cosas que son irrefutables, te das cuenta el miedo que eso genera y que por eso hemos sido denostadas históricamente, reprimidas, ridiculizadas, silenciadas y, obviamente, que hay un monstruo que ahora lo estamos viendo que viene a por todo otra vez, y al primero que va a aplastar es al movimiento feminista. Por eso tenemos que ser muy astutas, saber abroquelarnos y resistir desde un lugar de mucha colectividad, desde un lugar muy asambleario, porque una de las estrategias es romper.

– Volviendo a tu padre, ¿cómo era la relación con él?

– Mi relación con él era bastante conflictiva, bastante penosa, pero había una cuestión de amor odio, porque qué se yo, el tipo era un bruto, era un machista tremendo, pero en esos lugares donde él podía demostrar el afecto nos bancó. A los quince años me regaló un auto. Después, como yo no lo usaba, me regaló una moto. Cuando me quedé embarazada a los 19 años nos ayudó a instalarnos. Por eso es tan doloroso, porque a la vez es un tipo que nos ha cagado a trompadas, es un tipo que decía cosas como “los negros, los rengos y las mujeres son gente con la que no se puede trabajar, son toda gente resentida”. Y eso era para putearnos, yo me agarré varias veces con él. Decía: “la única que a mí me hace frente es ésta”. Yo era la única mujer de cinco hijos.

– ¿Cómo reaccionó cuando saliste del closet?

– No le di mucha alternativa y hubo bastante respeto, a pesar de que por ejemplo él no podía, en un ámbito social, presentar a mi pareja. Decía: «la amiga de mi hija». “Es mi pareja», decía yo adelante de los generales y él cambiaba de tema. Lo tramitaba desde ese lugar. «Ésta loca», decía sobre mí. Tenía eso de denostarte como manera de sacarte del juego. Con esa voz, una vez me dijo, cuando empezaba aparecer todo lo del Padre Grassi: “¡pero déjense de joder!, ¡con la obra que ha hecho ese hombre! ¿Qué tiene que sea un poco bufarra?». Ese día me tuvieron que sacar, porque me agarró un ataque. No podía creer lo que escuchaba, pero eso es un hijo sano del patriarcado.

– En una nota vos decís que era una persona violenta y que le tenías miedo.

– Sí, lo que pasa es que yo a lo que le tengo miedo lo enfrento. No soporto estar en ese lugar del miedo.

– En otra nota hablás de que “hay códigos machistas naturalizados en la dictadura”. ¿Cuáles son?

– Básicamente, la misoginia y la naturalización de que la mujer es inferior. Eso ni se discute, Lo tienen en el mejor de los casos los cariñosos, los comprensivos digamos, porque había de todo tipo de perfiles entre los militares, tenían una actitud paternalista incluso con la mujer.

– Leí puntualmente que hablabas de las violaciones.

– En nuestra cultura y en casi todas las culturas humanas desde tiempos inmemoriales han usado la violación a las mujeres como arma de guerra. Pero eso no te lo enseñan en ninguna enciclopedia, es un mandato que pasa entre los machos de generación en generación. No lo inventaron estos. Yo me enteré de muy grande porque cuando hay algo que es tan tremendamente repudiable y doloroso, todos los seres humanos tenemos un mecanismo de negación. Y si bien no aparecía en ningún libro de historia esto estaba ahí, se sabía, en comentarios, en anécdotas, aunque yo lo leía como excepciones, como cosa de algún enfermo mental. Me llevó mucho tiempo, tuve que tener mucha evidencia de ese horror, del machismo, para que me caiga la ficha, porque también es darte cuenta que parte de eso es tu papá, tu hermano, tu abuelo y todos los machitos que nos rodean y nos antecedieron.

– En otra de las notas te preguntaron por tu apellido, si te lo quitarías o no, y vos respondiste: «yo quiero despojarlo a él –su padre genocida- de ese poder de ser el portador de todo». ¿De alguna manera el hecho de invertir los roles en el tango posibilita ese despojo de poder machista?

– Sí. Todo lenguaje determina y la danza es un lenguaje muy potente. Por eso para mí fue un antes y un después también. Hubieron un montón de salidas del closet en mi vida, viniendo de un barrio militar, con un viejo genocida, el Tango Queer fue un hito.

– ¿El 23 y 24 de Noviembre presentan Historias desobedientes?

– Va a ser el primer encuentro internacional, el 23 en el Museo Sitio de Memoria ESMA y el 24 en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, también como una necesidad de darnos a conocer de forma oficial. Estamos en una época de mucha turbulencia, donde además los organismos de derechos humanos históricos no dan abasto para parar la debacle de devastación de derechos que vienen a hacer, de la política de Memoria, verdad y justicia, y queremos, muy humildemente, aportar nuestro granito de arena.

Anahí Pérez Pavez

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