Batalla de Ideas

6 noviembre, 2018

El mejor momento para hacer periodismo

Por Santiago Mayor. Días atrás en una entrevista, Carlos Ulanovsky aseguró que era el peor momento para ser periodista pero el mejor para ejercer la profesión. Entre la crisis del periodismo tradicional y las complejidades de las nuevas formas de comunicar.

Por Santiago Mayor. Días atrás en una entrevista, Carlos Ulanovsky aseguró que era el peor momento para ser periodista pero el mejor para ejercer la profesión. Entre la crisis del periodismo tradicional y las complejidades de las nuevas formas de comunicar.

Los premios del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) generaron indignación entre las y los colegas. Principalmente el de la categoría “Periodismo en profundidad” que recibió Claudio Andrade, corresponsal de Clarín en la Patagonia durante la investigación de la desaparición de Santiago Maldonado. Andrade fue uno de los principales difusores de las teorías que lanzaban el Gobierno y los servicios de inteligencia: que estaba en Chile, en un pueblo de Entre Ríos “donde todos se parecen” a Santiago, en una peluquería cortándose las rastas.

A su vez, aunque quedó más relegado en el marco del repudio al galardón de Andrade, el principal ganador de la noche fue Diego Cabot, periodista de La Nación responsable de la “investigación” sobre los famosos cuadernos de la corrupción, de los que no hay rastro más que unas presuntas fotocopias y una serie de declaraciones filtradas a la prensa desde Comodoro Py.

Así fue que los grandes operadores mediáticos se aplaudieron a sí mismos. Esos que, como definió La Garganta Poderosa, “tranquilamente se puede confundir y hasta puede llegar a pensar que hacen periodismo”. Sin embargo, desde hace tiempo que la búsqueda por una mínima rigurosidad, chequeo de fuentes e investigación seria quedó relegada o directamente fue eliminada en las grandes empresas de comunicación.

Ese proceso, ligado a intereses políticos y, sobre todo, de los grandes capitales concentrados, fue acompañado de un deterioro brutal de las condiciones laborales que allanó el camino.

El gremio de prensa en Argentina ha perdido más de tres mil puestos de trabajo desde diciembre de 2015; medios de comunicación enteros han sido cerrados; la represión sobre quienes hacen coberturas callejeras está a la orden del día; la precarización laboral, la multitarea y la necesidad de tener varios empleos ha llevado a las y los periodistas (aún a quienes tienen buenas intenciones) a hacer un trabajo de menor calidad, con menos fuentes propias y, por lo tanto, más proclive a caer en las manipulaciones y fake news.

En la entrevista antes mencionada, con el programa “Maldita Suerte” de FM La Patriada, el propio Ulanovsky lo retrataba con una anécdota: un amigo de muchos años lo invitó a un programa a hablar de su último libro, pero ni siquiera lo había leído. La respuesta fue absolutamente sincera: con todos los trabajos que lleva adelante para llegar a fin de mes, no tuvo tiempo.

¿Es el mejor momento para ejercer la profesión?

Con este panorama el título de este artículo resulta, de mínima, cuestionable. Sin embargo existe una paradoja, propias de las crisis de cualquier sistema/modelo/profesión que es que ante el potencial colapso, puede surgir -y así ha sucedido- la creatividad y el empuje de una nueva generación.

Juan Amorín y su investigación sobre los aportantes truchos; Florencia Alcaraz y Noelia Barral Grigera, por mencionar solo dos de muchas colegas, en su cobertura sobre el debate por el derecho al aborto en el Congreso; el surgimiento de experiencias mediáticas autogestivas (con mayor o menor recorrido) como Tiempo Argentino, Barricada TV o FM La Patriada; el auge y/o reconversión de experiencias comerciales en formatos no tradicionales como Futurock o El Destape.

Desde la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009) para acá, se conformó una audiencia que a partir de diciembre de 2015 comenzó a quedar huérfana con el cambio de línea editorial de los medios públicos, el cierre de Infojus Noticias, Nacional Rock, etc. Ese vacío no podía ser llenado por el grupo Clarín u otros medios afines.

Allí emergieron e irrumpieron estas nuevas experiencias, en su mayoría lideradas por trabajadores y trabajadoras de prensa jóvenes con una nueva perspectiva. Que van al lugar de los hechos, que investigan, que no dan información en base a trascendidos sino a datos chequeados.

Sin dejar de lado su compromiso social y sus posiciones políticas, han dado los primeros pasos para un nuevo ejercicio de la profesión, sin ningún tipo de atadura con poderes establecidos (sean los que sean).

Porque a nadie sorprenderá saber que varios Ministerios del gobierno anterior tenían comunicación directa con la redacción del viejo Tiempo Argentino dirigido por Sergio Spolski. Y que 6, 7, 8 era un programa con una absoluta incapacidad de crítica al kirchnerismo. Algo que solo era menos nocivo que Clarín porque su alcance e impacto era notoriamente menor.

Pero estar “de este lado” de la trinchera, no nos habilita a usar las armas melladas del enemigo. La neutralidad no existe, ni en el periodismo ni en las herramientas que se utilizan.

Es así que, con todo lo malo, con el ajuste y los despidos, la llegada del crudo neoliberalismo macrista abrió una posibilidad. Despojó a una generación de cualquier alineamiento empresario-institucional. Y ahí es donde la frase de Ulanovsky brilla en toda su lucidez: “Este es el peor momento para ser periodista pero el mejor para el periodismo”.

La responsabilidad de que haya 2019

Las elecciones del año que viene serán un momento donde todo este potencial se pondrá a prueba. La posibilidad de que nuestro país dé un golpe al modelo neoliberal en la región (que cobra un nuevo carácter tras el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil) tiene una relevancia histórica fundamental y quienes ejercemos esta profesión tenemos una responsabilidad.

Poder hacer un periodismo inteligente que logre contrarrestar las muy bien aceitadas maquinarias de propaganda oficial no es una tarea sencilla. ¿Tenemos que debatir si tiene razón Juan Grabois cuando pide que vuelva Cristina “sin los corruptos” o la posta la tiene Julio De Vido que lo invitó a pelear a la cárcel? ¿Y si mejor aprovechamos ese eje para preguntarnos por la corrupción en el sector privado? ¿Si investigamos y ponemos de relieve cómo el dinero que evaden las grandes empresas es infinitamente superior al que se pierde por la malversación estatal y supone un problema estructural de este sistema?

Está claro que eso no será suficiente. Lejos está de estas líneas ponderar a la prensa en ese lugar en el que hemos caído tantas veces desde el campo popular: “Todo es culpa de los medios”. No, no lo es y es momento de que lo asumamos.

Los medios de comunicación, los mensajes que circulan en redes sociales, operan sobre una realidad material concreta y sobre imaginarios y discursos previamente existentes. Es que como señalaron dos alemanes hace 172 años: “La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad”.

La famosa batalla cultural, lejos de menospreciar movimientos y/o ejes, tendrá que poner a jugar toda la potencia social que el pueblo argentino ha demostrado que existe y no ha sido derrotada. El feminismo, la economía popular y el movimiento sindical -aún con sus burócratas y su anquilosada CGT- son fuerzas sociales que han marcado agenda, ganado la calle y conquistado los pocos triunfos que se han logrado estos años.

Como señalábamos en este mismo portal “será a través de ese intercambio como se enriquecerá la perspectiva que permitirá ir avanzando hacia la construcción de un nuevo horizonte y de una mejor herramienta comunicacional para el cambio social”.

Asimismo vale destacar que “el triunfo de un discurso, de una idea; en definitiva la construcción de una hegemonía sin materialidad, sin cuerpos en acción, sin organización, no es más que un sueño posmoderno”.

Por eso, será necesario formarnos y prepararnos para esa tarea. En las precarias condiciones que hoy nos toca afrontar, aprovechar esta oportunidad para que mañana podamos soñar con nuevos horizontes.

@SantiMayor

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