26 octubre, 2018
El trabajo como tragedia: el testimonio crudo de una época
Como parte de su colección «Pensamiento contemporáneo», la editorial Prometeo acaba de publicar el primer libro del abogado y periodista Federico Dalponte. Con un título que no engaña, este ensayo, por momentos político y por otros técnico, constituye una aproximación áspera al mundo de las relaciones laborales y las diversas formas en que la humanidad padece el trabajo, incluso en la actualidad.

Como parte de su colección «Pensamiento contemporáneo», la editorial Prometeo acaba de publicar El trabajo como tragedia universal, de Federico Dalponte. Con un título que no engaña, este ensayo, por momentos político y por otros técnico, constituye una aproximación áspera al mundo de las relaciones laborales desde ángulos diversos. Desde las maquilas mexicanas hasta las minas congoleñas, y desde la legislación rusa hasta la industria textil bangladesí, construye una mirada integral sobre las diversas formas en que la humanidad padece el trabajo, incluso en la actualidad.
Esa mirada procura ser panorámica de a ratos, como cuando el autor analiza los negocios de las empresas multinacionales, pero por momentos también se singulariza y se detiene en esas historias mínimas que se esparcen por todo el texto. Un trabajador que se prende fuego en señal de protesta, una mujer que se fractura una vértebra mientras es humillada por su jefe, esos otros forzados a usar pañales para no interrumpir la producción.
Dalponte es abogado de formación y eso lo transmite a su libro. El trabajo como tragedia universal juega en simultáneo con tres dimensiones paralelas, aunque la más importante parece ser siempre la del derecho. La referencia a leyes y normas en general es permanente, y el autor apela a ellas para explicar cuál es el estándar internacional de derechos que debería aplicarse en todo el mundo. Se repasan así críticas e indagaciones sobre las ofertas de empleo, el salario, la sindicalización, los despidos.
Pero simultáneamente el autor busca alternar los enfoques, centrándose en las particularidades de las diversas industrias, como la tecnológica o la alimenticia, y en la descripción de algunas realidades locales inquietantes, como los suicidios en Japón, la informalidad en la India o los recursos naturales congoleños.
Para quien quiera recibir un shock de realidad laboral, éste es el libro indicado. Pero quien quiera indagar los detalles más finos tendrá que ir a las fuentes. El autor no profundiza en muchos de los temas que aborda y no pareciera ser esa su intención principal, sino más bien todo lo contrario. Dalponte busca captar la atención del lector desprevenido mediante el uso de datos que impactan (el millón de trabajadores que se accidentan cada día, o el hecho de que tres de cada cuatro personas en el mundo no tengan trabajo estable), con testimonios que indignan (las hilanderas camboyanas, los migrantes en Alemania) y con rarezas del mundo empresarial (como el imperio Mitsubishi, o el origen hermanado de Adidas y Puma).
Esas secuencias, que se acoplan una tras otra sin respiro, son la estrategia predilecta del autor para pintar un panorama desolador. El libro de Dalponte no es lineal y el índice tampoco lo sugiere, agrupado por temas y no por secuencia numérica. Podría así comenzarse la lectura a partir de un capítulo al azar, según el interés de cada quien, y conservaría aún el sentido propuesto. Los datos, las anécdotas y los testimonios se suceden de modo bullicioso pero armónico.
El trabajo como tragedia universal es, sin apetencias de incorporarse a los anales de la academia, un testimonio crudo e intenso de su época, que, como dice el autor, al final de cuentas se parece tanto a tantas otras.
Marisol Lema
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