7 septiembre, 2018
Patria o fuga, esa es la cuestión
Por Juan del Pino. La megadevaluación, que ya acumula un 100% en lo que va del año, se traslada velozmente a precios en una economía cada día más dolarizada. Insumos básicos, transporte y servicios se disparan, afectando el precio del conjunto de las mercancías. Mientras, el gobierno apunta a congelar salarios, inversiones y gasto público para achicar el déficit primario y pagar su deuda con nuestra hambre.

Por Juan del Pino. La megadevaluación, que ya acumula un 100% en lo que va del año, se traslada velozmente a precios en una economía cada día más dolarizada. Insumos básicos, transporte y servicios se disparan, afectando el precio del conjunto de las mercancías. Mientras, el gobierno apunta a congelar salarios, inversiones y gasto público para achicar el déficit primario y pagar su deuda con nuestra hambre.
Son los dólares, estúpido
En su discurso del lunes Mauricio Macri habló de desequilibrios históricos de las cuentas del país. Una y otra vez se refirió al déficit fiscal y comparó la economía nacional con la de un hogar donde “se gasta más de lo que entra”. La comparación resulta atractiva, porque pretende presentar de forma sencilla lo complejo, pero es una analogía engañosa.
En nuestros hogares el dinero entra o sale, nada más. Es una matemática sencilla. La economía de un país, por el contrario, es bastante más compleja y tiene, a trazo grueso, dos grandes circuitos: el mercado interno y el comercio exterior. Es decir que el dinero no sólo entra y sale, sino que además la riqueza y la plata se generan, se intercambian y se reproducen al interior del propio país. Incluso, estos dos circuitos tienen monedas diferentes. En el mercado interno se utiliza mayormente el peso y en el comercio exterior, el dólar.
En todo su discurso Macri pretendió convencernos de que la crisis cambiaria que estamos atravesando está causada por desbalances internos. Según el presidente, el problema es que el Estado nacional gasta más pesos de los que recauda mediante impuestos. Para solucionarlo, Cambiemos se comprometió a que, en 2019, el Estado argentino va a gastar exactamente la misma cantidad de pesos que recaude. Es decir, prometió llegar al “déficit cero”.
Sin embargo, en el exacto mismo momento que asumió ese compromiso, el gobierno nacional le fue a pedir al FMI que adelante los préstamos de dólares. En esta maniobra, el propio Macri está reconociendo que los dólares no son para solventar déficit en pesos.
Lo que el gobierno no nos quiere decir es que la cuenta que está desequilibrada es la de los dólares, y que continuará fuera de equilibrio aún si llegamos al “déficit cero”. El problema que explica la mega devaluación en curso no es el déficit fiscal del Estado nacional sino que, desde que asumió Cambiemos, se van del país muchísimos más dólares de los que ingresan.
Las divisas son de ellos, que las penas sean nuestras
Es cierto, sin embargo, que el déficit de dólares comenzó con el gobierno anterior, por eso las reservas del Banco Central venían cayendo. Pero Cambiemos, lejos de atender el problema, comenzó a regar con nafta lo que era un fueguito.
Macri le quitó a los exportadores la obligación de liquidar sus divisas en el país, erradicó cualquier tipo de límite a la compra de dólares, liberalizó absolutamente la entrada y salida de capitales del país y puso tasas de interés altísimas, construyendo una fiesta de fuga y especulación que solventó con un endeudamiento externo galopante.
Cuando los capitales financieros comenzaron a vislumbrar que la capacidad de repago argentina se iba al tacho, porque el Estado no tiene una política para hacerse de dólares con los cuales pagar su deuda externa, el riesgo país argentino se fue a las nubes y a Macri se le terminó la política de endeudamiento. Por eso tuvo que correr al FMI, un prestamista de última instancia.
Macri pide deuda para pagar más deuda y para solventar la fuga de dólares pero… ¿cómo piensa pagar esta nueva deuda?
Su respuesta para todo es avanzar en que el Estado argentino cada vez gaste menos y menos de lo que recauda, para poder con el resto pagar deuda. “Achicar el déficit primario” o, para decirlo en criollo: reducir los gastos del Estado en bienes y servicios para poder aumentar los gastos en pago de deuda externa.
El gobierno nacional planea hambrear al pueblo para pagar la deuda en dólares que toma para que un grupo de especuladores y fugadores seriales los amontonen en el exterior. El “déficit cero” es sólo un paso más en una política de ajuste permanente que el gobierno planea llevar a fondo.
Pretender pagar cientos de miles de millones de dólares de deuda con superávit fiscal, sólo puede hacerse mediante un achicamiento galopante del Estado. Erradicar los ministerios de Salud y Trabajo, creados en la década del 40, son señales para los mercados: “Hacia allá vamos”.
Hay otra salida
Ya sabemos cuál es la salida que nos proponen Macri y el FMI: las divisas son para ellos, el ajuste permanente para el pueblo. Nos prometen que al final del largo túnel, cuando nuestro Estado sea tierra arrasada y nuestros derechos laborales cosa del pasado, vendrá una lluvia de inversiones que nos dará dignidad. Pero las inversiones extranjeras, en países que se abren de forma irracional al mundo, no traen dignidad. Convertir a Argentina en México o Taiwán puede ser un buen negocio para Macri y los suyos, pero no para las mayorías.
Nuestro desafío pasa por construir una salida alternativa, donde la riqueza nacional no se convierta en dólares que se van del país si no que se quede acá, reproduciéndose en un circuito virtuoso que permita que podamos acceder a una vida digna en un ambiente sano, con tierra, techo, trabajo, educación y salud de calidad. Un país donde las inversiones extranjeras sean recibidas con inteligencia y no mendigadas con indignidad.
No se trata de una quimera imposible. La educación pública en nuestro país supo ser de elite mundial (¡y aún en algunos casos lo es!), lo mismo la salud, el transporte e industrias como la naval y la ferroviaria, por citar sólo algunos ejemplos. Desde aquí hemos exportado locomotoras y reactores nucleares, hemos construido (¡y aún a pesar de todo lo hacemos!) buques, satélites comunicacionales y hasta fuimos el cuarto país del mundo en enviar un animal al espacio.
Pero para poder recuperar esa Argentina grande y digna donde el pueblo sea feliz necesitamos tener un inteligente control de las divisas, esa es la única forma de cuidar nuestra moneda y construir un Estado y un mercado interno potentes que ofrezcan oportunidades para millones de personas.
Sin embargo los grandes propietarios de la pampa húmeda, que se han acostumbrado a vivir en el lujo sin trabajar, quieren convencernos de que los dólares que entran por exportación son de ellos y pueden llevárselos al extranjero así sin más. No les importa si ese lujo se lleva puesto el futuro e incendia nuestro país. Como un nene caprichoso, como un comediante que perdió la gracia, se tapan los oídos y repiten “dólares, dólares, dólares”, aunque el pueblo se quede sin pan.
Ya sabemos lo que quieren ellos. Sabemos también lo que deseamos nosotres. Ahora es tiempo de juntarnos y organizarnos, de encontrarnos las mayorías y poner en común un proyecto de país y salir a ganarlo. En las urnas, sí, pero también y antes, en las calles. No podemos seguir retrocediendo. Ellos vienen por todo, vayamos nosotres también.
Foto: Canal Abierto
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