Medio Oriente

29 agosto, 2018

«Cuando retorne a Palestina»: un nuevo aniversario de la muerte de Naji al-Ali

El 29 de agosto de 1987, luego de estar un mes en coma por recibir un disparo en la cabeza, falleció uno de los mejores artistas gráficos que dio la lucha del pueblo palestino.

Gonzalo Armúa

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Asesinado a sus 51 años, Naji al-Ali dejó más de 40 mil viñetas gráficas donde expresaba su ácida crítica contra los abusos del Estado de apartheid israelí hacia la población árabe palestina, el imperialismo norteamericano y la hipocresía de la legislación internacional. A más de tres décadas de su muerte, aún no se ha descubierto quién apretó el gatillo, aunque las sospechas apuntan al servicio de inteligencia de Israel.

Naji al-Ali fue y es el ilustrador más famoso y respetado del mundo árabe. Nació en 1938 en la aldea palestina Al-Shajara. A sus diez años tuvo que ver cómo esta era completamente destruida y anexada por el Ejército del recién creado y autoproclamado Estado de Israel. Todos los habitantes, su familia incluida, fueron expulsados al igual que 750 mil palestinos más que perdieron sus hogares y más de la mitad del territorio en lo que pasó a conocerse como la Nakba o catástrofe. Para el joven Naji al-Ali siguieron años de vida en campos de refugiados y trabajos ocasionales para ganarse la vida.

La década del ’60 encontró al joven dibujante con sus ideas políticas bien claras en torno al Nacionalismo Árabe, militancia por la cual estuvo más de una vez preso, perseguido o al borde de la muerte. Fue en Kuwait donde pudo desarrollar su talento como artista gráfico y comenzó a lograr un cierto grado de reconocimiento en la prensa árabe, aunque sus dibujos no dejasen de incomodar a burócratas y enriquecidos dirigentes que negociaban siempre a la baja para su pueblo.

En 1969 nació su personaje más reconocido: Hándala, un niño pelado, vestido con ropa raída y que, sin emitir una sola palabra, transmite su pesadumbres por la realidad que lo rodea. Hándala le dio la espalda al mundo desde 1973, para convertirse en una figura que incomoda al lector a tomar postura por los oprimidos ante la obviedad de la injusticia cometida en esa parte del mundo.

«Di a luz a este niño, su nombre es Hándala y ha prometido al pueblo que seguirá siendo fiel a sí mismo. Hándala no es un niño gordo y mimado, va descalzo como el resto de los niños de los campamentos de refugiados. Hándala es leal a Palestina, y no me permitiría ser diferente. Me protege de la cobardía, y me impide recular. A pesar de su aspecto, tiene un corazón puro, con una conciencia que huele a almizcle y a ámbar. Tiene las manos en la espalda como señal de rechazo, en un momento en el que circulaban las soluciones propuestas por EE.UU. y el sistema. Se las dibujé así tras la Guerra de octubre de 1973, cuando comencé a olfatear el olor de lo que Kissinger llevaba en su cartera», escribió el artista.

Naji no dibujaba a figuras o personalidades en sus obras porque, según sus propias palabras, tenía «una perspectiva de clase», que es el motivo por el que sus tiras «tienen esta forma. Lo importante es dibujar situaciones y realidades, no dibujar a presidentes y líderes».

A inicios de los años ’80, mientras la cultura pop se difundía por el mundo occidental a fuerza de ritmos pegajosos, películas norteamericanas con marines cool y mucha Pepsi, Naji estaba en El Líbano tratando de sobrevivir a la invasión israelí y las masacres de los fascistas libaneses, que se empeñaron en asesinar a cuanto refugiado palestino encontrasen en su camino. El momento más álgido fue la masacre de Sabra y Chatila, dos campos de refugiados a las afueras de Beirut donde fueron asesinadas dos mil personas.

Naji al-Ali pasó meses escondido en los subterráneos de la ciudad hasta que finalmente pudo volver a Kuwait para trabajar con el periódico Al-Qabas. En 1985 se trasladó a Londres donde se sumó a la edición internacional de este diario donde trabajó hasta fines de julio de 1987.

En la tarde del 22 de julio de aquel año recibió el impacto de una bala que lo llevó, en un agónico camino, hasta su muerte, más de un mes después. El día del atentado Naji se encontraba armado como casi todos los días de su vida, con su arma más efectiva: sus dibujos. Sus victimarios aún siguen sin darse a conocer y su muerte aún no encuentra justicia en la Corte inglesa. Pero sin dudas su obra cada día cobra más vida en cada lucha por la liberación de Palestina, en cada pueblo obstinado por defender su dignidad y su existencia. No hay muro impuesto por la ocupación que no siga siendo burlado por Hándala y su pose eterna de niño consciente de los culpables de sus pies descalzos.

En una entrevista, Naji dejó una explicación desoladora sobre su personaje: «Hándala nació con diez años y siempre tendrá diez años. Esa es la edad que yo tenía cuando dejé mi país. Hándala sólo crecerá cuando retorne a Palestina».

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