1 agosto, 2018
La lucha mapuche después de Santiago
Por Florencia Trentini. 1 de agosto de 2017. En los medios empezaba a circular la noticia sobre una fuerte represión a una comunidad mapuche en Chubut y nos enterábamos que había un desaparecido. En ese entonces la mayoría de nosotros no conocía a Santiago Maldonado, un pibe que había decidido ir a bancar la lucha por el territorio y los derechos del Pueblo Mapuche.

Por Florencia Trentini*. 1 de agosto de 2017. En los medios empezaba a circular la noticia sobre una fuerte represión a una comunidad mapuche en Chubut y nos enterábamos que había un desaparecido. En ese entonces la mayoría de nosotros no conocía a Santiago Maldonado, un pibe que había decidido ir a bancar la lucha por el territorio y los derechos del Pueblo Mapuche.
Sin embargo, eso no impidió que nos empezáramos a preguntar durante meses «¿Dónde está Santiago Maldonado?». No lo conocíamos, pero se volvió parte de nuestras vidas y exigimos junto a su familia y amigos que el gobierno se hiciera responsable, que nos diera una respuesta, que nos lo devolviera, con vida.
El 17 de octubre –78 días después de su desaparición–, supimos que habían encontrado un cuerpo sin vida en el río Chubut. Poco tiempo después sabríamos que se trataba de Santiago. Entonces la pregunta cambió, y desde ese momento ya no fue ¿dónde está?, sino ¿qué pasó? Porque no creemos que su cuerpo estuvo ahí todo ese tiempo, que se ahogó en una parte de un río que casi no tiene agua en esa época del año, que no lo vieron en los rastrillajes previos.
Pasó exactamente un año desde aquel día en que nos empezamos a preguntar «¿Dónde está Santiago Maldonado?» y hoy tenemos más dudas que certezas sobre su muerte, pero en el medio de esa oscuridad, Santiago echó luz sobre algo: la lucha del Pueblo Mapuche.
Esa lucha no se inició aquel 1 de agosto. Antes de ese día las comunidades mapuche sufrieron violentos desalojos, antes de ese día hubo muertos por defender “el territorio”, antes de ese día las fuerzas represivas del Estado entraron una y mil veces a las comunidades a amenazar y a golpear, con la impunidad que brinda la distancia, la desinformación y el poder. No se inició es día, pero la desaparición de Santiago puso en los medios de comunicación esa realidad que los mapuche viven cotidianamente.
Esto no es exclusivo de Patagonia, son prácticas que se repiten a lo largo y ancho de nuestro país en los territorios de comunidades indígenas y campesinas, no solo del Pueblo Mapuche. Sin embargo, desde aquel 1 de agosto hay un claro intento del gobierno por criminalizar a este pueblo, buscando construir la justificación para prácticas represivas cada vez más violentas.
La construcción mediática de un enemigo interno
A partir de entonces para los medios de comunicación hegemónicos, acostumbrados a desinformar y a usar a sus “intelectuales orgánicos” para justificar lo injustificable la tarea fue clara: había que convertir –otra vez, como al momento de consolidar nuestro Estado, allá a principios del siglo XX– al Pueblo Mapuche en el enemigo interno. Había que justificar las represiones, la violencia, las desapariciones, las muertes.
Apareció entonces la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) y desde el horario central de la televisión Jorge Lanata nos contó una historia de atentados terroristas, mientras otros medios explicaban que los mapuche tenían un plan para quedarse con la Patagonia, que iban a construir un Estado independiente.
No fueron solo los medios de comunicación sino la propia ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que en un tour mediático se dedicó -mientras Santiago continuaba desaparecido- a instalar la hipótesis del terrorismo mapuche sin una sola prueba.
En paralelo, en distintos medios alternativos y populares diversos profesionales de distintas disciplinas científicas buscamos refutar los argumentos construidos por el gobierno, discutiendo la idea de terrorismo, de extranjería y de separatismo por parte del Pueblo Mapuche a partir de investigaciones, de datos, de pruebas. Pero el gobierno subió la apuesta con una nueva represión y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel, el 25 de noviembre de 2017. Y nuevamente fue necesario reforzar la idea de terrorismo para justificar lo injustificable.
La lucha por el territorio
Santiago murió acompañando una de las muchas luchas por defender “el territorio”. Para el Pueblo Mapuche esa palabra significa mucho más que “la tierra” en términos económicos y materiales, implica la base de su cosmovisión. Una concepción casi irreconciliable con la idea de “propiedad privada” que rige las lógicas del derecho “blanco”.
Sin embargo, no es necesario conocer la cosmovisión mapuche para entender de desigualdad, de genocidio, de exclusión, de despojo territorial, de violencia (en todas sus formas). Para entender que después de la “Conquista del desierto” la tierra “ganada” al “indio” se repartió en muy pocas manos, y los indígenas fueron confinados a zonas no aptas para el modelo agroexportador de aquel entonces, tierras que hasta hace pocos años no eran “útiles”.
Esta lucha no se inició en Cushamen, pero la fuerte represión y la posterior desaparición de Santiago pusieron sobre la mesa un conflicto que lleva tantos años como nuestro Estado y que en el último tiempo se ha recrudecido por el avance del extractivismo en todas sus formas. Hoy esas tierras valen mucho dinero y entonces, aquellos “nadies”, se vuelven visibles, porque se vuelven un obstáculo para el modelo económico que se pretende imponer.
Esta lucha es ampliamente desigual ya que los mapuche se oponen a los grandes terratenientes amigos del poder, como Benetton o Lewis, a la megaminería, a la explotación de hidrocarburos no convencionales, a grandes proyectos turísticos. Y como la legalidad es más una cuestión de poder que de justicia, existe una importante contradicción entre los derechos reconocidos (hasta constitucionalmente) y los que efectivamente se implementan en la práctica cotidiana.
Hoy, a un año de aquel 1 de agosto, seguimos sin saber qué le pasó realmente a Santiago, pero sí sabemos que la violencia en los territorios no va a terminar mientras la construcción (sin pruebas) del enemigo interno, del terrorista peligroso, permita seguir avalando desapariciones, muertes poco claras y asesinatos por la espalda.
La ecuación parece ser bastante simple: si Santiago acompañaba a los terroristas, si Rafael era terrorista, entonces sus muertes fueron en defensa de la seguridad nacional y del Estado de derecho. El miedo, a veces, es la mejor de las excusas para no cuestionar injusticias. Bullrich y Cambiemos entendieron que si “el otro” es “el malo” y “el peligroso” entonces no hay costos políticos que pagar. Un año después de la desaparición y muerte de Santiago, Patricia Bullrich continúa siendo ministra de Seguridad.
@flortrentini
* Doctora en Ciencias Antropológicas
Foto: Nicolás Stulberg
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