20 julio, 2018
Hay 2019: el candidato con más chances de ganar
Por Federico Dalponte. Por regla general, es más difícil llegar que mantenerse. La reelección de Mauricio Macri no será un paseo para Cambiemos, pero tampoco una quimera. Encuestas, desde luego, las hay, aunque el escenario es todavía inestable para proyecciones.

Por Federico Dalponte. Por regla general, es más difícil llegar que mantenerse. La reelección de Mauricio Macri no será un paseo para Cambiemos, pero tampoco una quimera. Encuestas, desde luego, las hay, aunque el escenario es todavía inestable para proyecciones.
Sin dudas, entre los últimos movimientos, el más torpe fue esa suerte de lanzamiento de Cristina Kirchner –sin Cristina Kirchner– a raíz de un comentario de Miguel Ángel Pichetto. Nada más fantasioso. A esta altura, ni siquiera la actual senadora puede tener en claro el próximo paso.
Pero fuera de la madre de todas las conjeturas, el resto de los bosquejos en el universo opositor tampoco brinda muchas certezas. Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Roberto Lavagna, Felipe Solá. Alguno lo mirará de reojo, pero nadie tiene puesto el traje de candidato.
Lo cierto, en cualquier caso, es que la única candidatura más o menos firme es la del propio presidente. El plan alternativo, aquel que pone a María Eugenia Vidal como sucesora, tiene poco asidero en la realidad. Esas especulaciones no provienen del seno de Cambiemos, sino de los círculos empresariales y periodísticos. En la Casa Rosada el proyecto reeleccionista no se movió ni un centímetro a pesar de la crisis.
Porque además, a favor de Macri, existe un elemento distintivo para los oficialismos en los modelos presidencialistas: los gobiernos no se ganan, se pierden. Si un presidente está formalmente facultado a presentarse a su reelección y fracasa, no hay otro responsable más que él mismo. Para perder la chance de un segundo mandato no se requiere ser un mal gestor, sino uno pésimo. Verbigracia: Fernando De la Rúa.
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Todos los presidentes que se presentaron a una reelección en la Argentina la consiguieron: Juan Perón en 1952, Carlos Menem en 1995 y Cristina Kirchner en 2011. Se dirá –claro– que la muestra es escasa, aunque no existen ejemplos en sentido contrario.
Mauricio Macri será quien procure no romper la racha el próximo año. Todo dependerá de cuán convencido esté de no ser el contraejemplo; de no ser, en definitiva, un gestor pésimo: aquel que por primera vez en la historia pierda una reelección en la Argentina.
De momento no hay elementos que hagan suponer una deserción a la tentación reeleccionista. En primer lugar porque Macri, tan fundador del PRO, tan hombre protagonista excluyente, tendría que romper con una tradición que ya lleva casi dos décadas y ceder a otros lo que podría reservarse para sí. Eso supondría no sólo una abnegación inquebrantable, sino también una confianza superior en un proyecto político capaz de trascender a su propio liderazgo.
Y en segundo lugar, porque el partido PRO, tal como fue cimentado, se mantiene cohesionado en la medida que su presidente fundador esté allí presente para zanjar las internas. No existen en su organización partidaria mecanismos democráticos para disputar la representatividad.
Ese contexto refuerza la idea primaria: si el fundador de un partido es al mismo tiempo presidente del país y está legalmente habilitado para reelegir, sería esperable que se postule. En rigor: es cierto que las chances de Macri se erosionaron a partir de la crisis, pero sigue siendo el argentino con más posibilidades de ganar.
Sólo dos condiciones parecen haber para que aquello no se materialice, siendo además elementos concurrentes. La primera, claro, es que las dificultades económicas mellen la figura presidencial, haciéndose presente en la sociedad esa búsqueda de opciones alternativas. Y la segunda, consecuente, es que esa alternativa efectivamente exista y sea, por lo demás, atractiva en términos políticos.
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Pensar que el contexto recesivo será el portón de salida del macrismo es una aseveración temeraria. Las mayores chances de quien se postula a una reelección se basan también en una premisa frecuente del electorado: el mal menor, a menudo y para muchos, consiste en apostar a lo ya conocido. Así, un presidente tiene siempre más probabilidades de ganar que de perder.
En ese sentido, la impericia opositora decanta siempre a favor del oficialismo. Pero ello, a la postre, no funciona en sentido inverso: los errores de un gobierno no necesariamente los capitaliza la oposición.
Quien aspire a eso deberá manifestar, en definitiva, cómo sacará a la Argentina de la crisis en que nos sumió el macrismo. Las propuestas de cambio se ofertan con cautela y anticipación. A finales de los años ochenta, Carlos Menem se ungió candidato diez meses antes de las elecciones presidenciales; una década más tarde, De la Rúa lo hizo once meses antes; Macri, a su tiempo, llegó a la cita siendo candidato puesto desde al menos 2013.
En definitiva, cualquiera sea el armado opositor, no alcanza con los errores presidenciales. En once meses vence el plazo para inscribir alianzas y presentar candidatos. Parece una eternidad; aunque no lo es tanto si se piensa que el único postulante en carrera es el propio presidente.
@fdalponte
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