Cultura

19 junio, 2018

Un cine que mira para el costado mientras la revolución se lleva a cabo

«¿Cómo seguir después de Auschwitz?», se preguntaba Jean-Luc Godard. Esa premisa planteada por el cineasta francés vuelve a tener sentido en la actualidad, no por lo catastrófico, sino por lo paradigmático del suceso histórico vivido el miércoles y jueves pasado con la movilización popular que acompañó la media sanción para que el aborto sea legal.

«¿Cómo seguir después de Auschwitz?», se preguntaba Jean-Luc Godard. Luego de semejante acontecimiento ¿cómo pretender hacer poesía? ¿cómo pretender tratar de embellecer? Esta pregunta devino en otra: ¿cómo pretender hacer un cine que no se haga cargo de ese peso histórico? ¿cómo se puede hacer un cine que se mantenga indiferente?

Esa premisa planteada por el cineasta francés vuelve a tener sentido en la actualidad, no por lo catastrófico, sino por lo paradigmático del suceso histórico vivido el miércoles y jueves pasado con la movilización popular que acompañó la media sanción para que el aborto sea legal. Semejante evento hizo tangible algo que ya sabíamos, la enormidad y la fuerza del movimiento feminista.

Pero ¿cómo se posiciona el cine en medio todo esto? Si lo pensamos como un arte popular sería lógico que esté a la altura. Ahora, si creemos que esa característica parte principalmente de la posibilidad que dio el cine en sus principios, a diferencia de otras disciplinas, de generar una producción seriada constituyéndose así como el nuevo arte del sistema capitalista, tal vez no tanto.

De todas maneras, en principio, es más interesante pensar en los procesos revolucionarios que fueron acompañados por el cine oficiando como una herramienta de concientización y de propaganda. Los vanguardistas rusos, los neorrealistas italianos, las y los jóvenes realizadores del mayo francés, los documentalistas clandestinos en la Argentina, entre muchos otros ejemplos. Estos cineastas populares (generalmente agrupados en movimientos de cine militante) que supieron estar a la altura de sus respectivos momentos históricos son claves para pensar la importancia que tiene el cine como arte de masas. También son muchos los ejemplos de directoras feministas como Agnes Varda, Vera Chytilová, Chantal Akerman o la misma María Luisa Bemberg en nuestro país.

El tema es que viendo retrospectivamente, la perspectiva de género en el cine aparece muy poco. Si bien existieron y existen estas directoras que problematizan lo que la mayoría no, cabe destacar que son las menos. Hasta el día de hoy son contadas con los dedos las películas donde existe una narradora omnisciente mujer o son muy pocas películas en las que existen personajes transexuales, e inclusive dentro de ese círculo cerrado la mayoría de estos films tienen como protagonistas varones cisgénero haciendo de mujeres trans.

También es verdad que cualquiera sea la disciplina artística, siempre está irremediablemente ligada al contexto histórico en el que se desarrolla y casi siempre ligada a las lógicas dominantes. Así como también las instituciones legitimadas que responden a esas lógicas retoman y tergiversan los movimientos o los temas tratados por la “contracultura”. Al igual que los museos de élite que retomaron los movimientos vanguardistas de principio de siglo XX, hoy vemos una serie mounstro que se posiciona con la frase “que comience el matriarcado” mientras por debajo tiene un discurso antiabortista.

En el panorama argentino hay una gran camada de películas de poco alcance que dan cuenta de estar interpeladas por el movimiento (inclusive trabajando desde géneros poco convencionales como el terror clase b). También existen festivales como el Asterisco, Espacio Queer, y este año se realizará el primer festival del cine feminista del NOA en Tucumán. Sin embargo, dentro de los que serían los “representantes” del cine independiente argentino, la perspectiva género pareciera no existir.

Hay un grupo de directores muy talentosos que demuestran un gran despliegue narrativo y estético, pero con posturas ideológicas flojas o poco claras. Aquella discusión iniciada en los ’50, que dividía las aguas entre vanguardia estética y vanguardia política, en el cine argentino persiste hasta el día de hoy. Este grupo de cineastas que ganan Baficis y se mueven en bloque como una especie de secta iluminada, dan la impresión de estar totalmente descontextualizados, como si no fueran conscientes del momento histórico. También hay cineastas como Albertina Carri que intentan allanar el camino entre medio de tanto intelectual despojado de posturas.

Lo importante es entender que la necesidad de un cine independiente que esté a la altura, no significa que todo lo que no sea “el documental que retrate la vigilia” no sirva. Si no más bien que se empiece a pensar la perspectiva de género como transversal a cualquier película y género cinematográfico. Así como las historias de amor heterosexual existen en el 90% de las peliculas (terror, suspenso, comedia, drama, etc.) es necesaria una visión de género que atraviese los diferentes films que conforman la “contracultura”.

El paradigma está cambiando y el cine debe estar a la altura. Y aquellas películas que continuen indiferentes, mirando para el costado mientras la revolución se lleva a cabo, responderán a una lógica patriarcal o, peor aún, serán películas irresponsables.

Facundo Rodríguez

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