7 junio, 2018
Un periodismo contra la fragmentación
Por Santiago Mayor. Este 7 de junio se celebra otro día de las y los periodistas en Argentina. En un contexto de avanzada del capital contra el trabajo, nuestro gremio no está exento de sufrir esos embates. Pero tampoco nuestra profesión escapa al intento de dividir, particularizar, descontextualizar y deshistorizar la información. Contra todo eso hay que luchar.

«Ya se que es una ironía utilizar un medio para destruir el mismo, no lo mencionen»
Bob Patiño, delincuente, alcalde de Springfield y genio del arte maquiavélico
Por Santiago Mayor. Este 7 de junio se celebra otro día de las y los periodistas en Argentina. En un contexto de avanzada del capital contra el trabajo, nuestro gremio no está exento de sufrir esos embates. Pero tampoco nuestra profesión escapa al intento de dividir, particularizar, descontextualizar y deshistorizar la información. Contra todo eso hay que luchar.
Cuando fundó La Gazeta de Buenos Ayres un 7 de junio de 1810, Mariano Moreno argumentó que «el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes». De allí que aquel diario oficial se ocupara de difundir las noticias sobre las decisiones de la Primera Junta de gobierno. «El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal», completaba el autor del Plan de Operaciones.
Muy en sintonía, otro de sus postulados célebres señalaba: «Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía».
Aquellos planteos políticos están tan vigentes hoy como en el siglo XIX, sin embargo el periodismo y la comunicación se han convertido en otra cosa. A la vinculación histórica de ciertas empresas periodísticas con el poder económico y político se le han sumado en los últimos años nuevas dinámicas, más sutiles y difíciles de identificar, que acompañan el desarrollo del capital a nivel mundial.
Gueto, segmentación y opinología
Las redes sociales han sido una herramienta clave en este proceso. Si bien se ha destacado su rol democratizador ya que posibilita que cualquier persona quiebre un cerco informativo difundiendo una noticia registrada con su teléfono móvil en cualquier lugar del mundo a cualquier hora del día, esto está puesto cada vez más en discusión.
Los algoritmos utilizados por estas plataformas, que sirven para recolectar cada vez más información sobre nosotras y nosotros para venderlas a empresas y ahora también a políticos, tienden a limitar nuestro alcance (a menos que paguemos, claro).
El fenómeno conocido como guetificación de las redes sociales es aquel que da cuenta que, por la tendencia a mostrarnos cada vez más cosas que «nos gustan», sin darnos cuenta nos vamos adentrando en reductos de personas que tienen nuestros mismos intereses (políticos, musicales, etc.).
La activista y profesora de Comunicación en Goldsmiths, University of London, Natalie Fenton, explicó en una entrevista que quienes usan las redes, no lo hacen «necesariamente para fines informativos, la están utilizando para fines comunicativos que son, en su mayoría, expresivos”. Para la investigadora, “no hay duda de que, en la era digital, hay muchos más medios de comunicación, vivimos en un mundo comunicativo. Pero eso, ante todo, es un medio de expresión más que una forma de información”.
Es por eso que “aquellas personas que las utilizan -las redes sociales- principalmente para fines políticos o informativos pertenecen a grupos muy concretos de la clase media y altamente educada. Así, lejos de aumentar la participación política de todos, Internet crea guetos políticos de los que ya están bien informados; afianza las desigualdades que existen offline”.
En este movimiento se dan entonces tres fenómenos simultáneos: determinada información queda circunscripta a algunos círculos; esto a su vez segmenta a los grupos que tienen intereses cada vez más específicos diferenciados de otros; y finalmente se termina construyendo una cadena de opiniones y miradas del mundo que se refuerzan a sí mismas sin convencer a nadie por fuera de su propio «gueto».
La tendencia que acompaña ese proceso es la de abandonar la idea de un periodismo generalista, que busque abarcar la totalidad e informar, para reemplazarlo por un periodismo segmentado, particularista y de opinión. Los medios de comunicación sobre temáticas específicas florecen y apuntan a consolidar su nicho, su pequeño mercado de consumidores y consumidoras. En paralelo la opinión de las y los periodistas -contra todo manual de la profesión- tiene cada vez más peso en detrimento de la información.
Esto no quiere decir que no haya excepciones y se hagan muy buenos trabajos, pero aún así no dejan de ir en sintonía con esa lógica que apunta a la división y separación por intereses específicos. A favorecer un consumo individual, hecho a medida de un sujeto solo y aislado frente a su computadora o, en el mejor de los casos, con su pequeño grupo separado del resto.
Finalmente la lucha por el click en la web viene ganando la batalla, deteriorando cada vez más la producción de contenidos serios y de calidad. La hiperproducción de notas virales desplaza a los artículos bien producidos, con investigación y fuentes.
Las contratendencias
Contra los pronósticos que a cada rato proclaman el triunfo total de internet sobre cualquier otro medio de comunicación e información, la Encuesta de Consumos Culturales 2017 arrojó que en Argentina el 70% de la población escucha la radio, mientras que un 62% usa el aparato transmisor tradicional. A esto se suma que un 50% mira habitualmente canales de aire. Ya no hablamos de televisión en general (el cable está masificado hace 20 años por lo menos), sino de los cinco canales que se pueden ver con una simple antena.
Allí hay un punto de partida para repensar la dinámica del periodismo del siglo XXI. No para desmerecer el potencial de las redes sociales e internet, sino para modificar la lógica. Acompañar y dialogar con procesos culturales y de organización social que deben necesariamente apuntar a ser totalizantes si buscan frenar la avanzada neoliberal a nivel mundial.
Como señalábamos en el cuarto aniversario de Notas «será a través de ese intercambio como se enriquecerá la perspectiva que permitirá ir avanzando hacia la construcción de un nuevo horizonte y de una mejor herramienta comunicacional para el cambio social». Asimismo vale destacar que «el triunfo de un discurso, de una idea; en definitiva la construcción de una hegemonía sin materialidad, sin cuerpos en acción, sin organización, no es más que un sueño posmoderno».
Por eso, ante la lógica del capitalismo que busca dividirnos como clase atacando nuestros derechos y nuestra organización, pero también nuestros consumos culturales, ideológicos y políticos, debemos construir un periodismo y una comunicación integral, crítica y con un fuerte anclaje popular.
Como decía Ryszard Kapuscinski: «El verdadero periodismo es intencional: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo”.
@SantiMayor
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