Géneros

31 mayo, 2018

Menstruación: «La liberación estuvo asociada a poder ocultar muy bien esa sangre»

Eugenia Tarzibachi, psicóloga y doctora en Ciencias Sociales, conversó con «Insurgentes» por Radio Sur 88.3 sobre el discurso de «ocultamiento y vergüenza» que hubo históricamente en torno a la menstruación y del estado actual de problematización sobre esta concepción.

Eugenia Tarzibachi, psicóloga y doctora en Ciencias Sociales, conversó con «Insurgentes» por Radio Sur 88.3 sobre el discurso de «ocultamiento y vergüenza» que hubo históricamente en torno a la menstruación y del estado actual de problematización sobre esta concepción.

– Venís escribiendo hace rato sobre cómo es menstruar para las mujeres, tu libro Cosa de mujeres aborda la temática sobre cómo fue durante muchos años y cómo es ahora. ¿De qué manera se puede resumir esta historización?

– El libro Cosa de mujeres. Menstruación género y poder, no es simplemente un ensayo improvisado sino que es un libro sustentado en una investigación doctoral y pos-doctoral de muchos años. El tema de salud menstrual, educación menstrual y muchos otros temas de agenda económica, medioambiental, de trabajo, han quedado tan omitidos como la menstruación. Un proceso universal que, paradójicamente, es algo de lo que no se habla.

En ese trabajo indago en un viaje transnacional entre uno de los países que generó las principales industrias, que migraron a los países del continente latinoamericano y otros países del mundo, que generaron los primeros productos descartables para la gestión de la menstruación, como son las toallitas y los tampones. Al mismo tiempo analicé un proceso histórico de muy larga data que comenzó a principios del siglo pasado, el pasaje a los productos reusables.

Nuestras abuelas usaban restos de telas o toallas para gestionar la menstruación, las cuales lavaban y luego volvían a usar y todo esto tenía que ser bajo un gran secreto. Cómo fue ese pasaje de la gestión de la menstruación de estos productos a través de los descartables hasta llegar a un presente y ubicar qué otras tecnologías están disponibles hoy para la gestión de la menstruación como los anticonceptivos que suprimen directamente ese sangrado. O productos reusables como la copita menstrual o toallitas lavables que tienen por atrás discursos de la menstruación muy distintos a los que sostuvo la industria del cuidado personal femenino, la productora de toallitas y tampones durante larga data.

– En relación a los elementos con los que nuestro cuerpo dialoga en estos períodos, ¿creés que efectivamente hay un cambio de mentalidad hacia cómo se habla de la menstruación?

– Lo que muestro en el libro es cómo con esta industria de productos descartables se arma un modo moderno de menstruar que implica la descartabilidad automática de la menstruación, el recorte del cuerpo menstrual, la continuación del tabú a un hoy en el que están pasando otras cosas. Se generó un nuevo modo de «hacer» sobre la menstruación pero también de pensar y hablar, hay allí algo que está cambiando fuertemente, de hecho que hoy estemos nosotras conversando sobre este tema es todo un gesto.

Al mismo tiempo se están dando movimientos a nivel internacional que por ahora están tomando la agenda económica que tiene que ver con la quita de los impuestos sobre estos productos, que no son de lujo sino de primera necesidad. Lo que señalé en la nota publicada la semana pasada en Anfibia en el Día Internacional de Higiene Menstrual, «Sacar la menstruación del clóset», es algunos otros temas de distintas agendas, en este caso de salud y educación, que también restan trabajar. Así que poder asesorar a legisladores y legisladores para la generación de nuevos proyectos de ley que redunden en más y mejores políticas públicas, por más y mejor justicia de género, creo que es un gran avance. Luego hay avances dispares en función de sectores sociales, localización geográfica, edad y distintos tipos de cuerpos.

– Hay algo interesante que planteás que es que al Día de la Higiene Menstrual sería deseable llamarlo Día de la Salud Menstrual, porque no hay nada sucio en la menstruación.

– Sí, en el libro y en mi trabajo doctoral hice un recorrido sobre toda la publicidad de la industria productora de tampones y toallitas descartables, tanto en EE.UU. como en Argentina. Recorrí todo el siglo hasta el presente y con lo que me encontré es que se trabajó con tres grandes ideas: la contracara de una metáfora sobre un cuerpo menstrual y cómo se lo significó publicamente, un cuerpo protegido a partir de los productos, declinados en masculino, protectores masculinos, la higiene y también la liberación. Como contracara podemos pensar un cuerpo vulnerable o peligroso, en relación a la protección, o un cuerpo sucio, en relación a la higiene. Y un cuerpo que es posicionado como un enemigo ante la propia mujer, que atenta contra la femeneidad en relación a la liberación.

La liberación estuvo asociada a poder ocultar muy bien esa sangre, de manera que sin develar ningún rastro en el ámbito público, las mujeres pudieron ganar una gran disposición del cuerpo y hacer muchas cosas que antes no podían hacer.

¿Pero como pudieron hacer todas esas cosas? A costa de sostener un tabú. Significando el cuerpo menstrual como algo vergonzante que había que garantizar ocultarlo muy bien. Esto no significa que hay que hacer una apología yendo manchada por la vida, significa que hubo una insistencia muy fuerte, que hay que señalar, en relación a esta idea de la protección que hace el ocultamiento férreo ante el gran bochorno social que podría generar algo que sangre pero que parece que es mucho más que sangre.

– ¿A qué te referís cuando planteas en tu libro que el cuerpo de la mujer está en disputa?

– Abordo el presente muy fuertemente con distintos tópicos, uno es que está pasando hoy con la menstruación. Con lo que nos encontramos es con que hay discursos que van peleando la legitimidad por los saberes más prevalentes sobre este proceso fisiológico. En este sentido tenemos, por un lado, el discurso vinculado a la vergüenza pero también a un cuerpo que nos hace sentir orgullosas de nosotras mismas porque indica que somos fértiles, potenciales madres. Ese fue el discurso que prevaleció todo el siglo pasado, hoy detrás de anticonceptivos que suprimen el sangrado periódico, hay discursos dentro del saber biomédico que dicen que la menstruación es algo inútil, algo que hasta podría dañar nuestra salud dejándonos anémicas.

Y por otro lado los discursos más vinculados a la relación de la menstruación con los ciclos del universo, de la tierra, de la luna, que están muy por detrás de algunos de los productos reutilizables hoy. Cuando hablo de un tironeo en relación a cuales son los sentidos legítimos sobre la menstruación, me refiero un poco a esto y cómo podemos significar el proceso para las nuevas generaciones de niñas y adolescentes pero también de varones.

Hasta ahora se nos dijo que la menstruación nos convierte en señoritas, casi automáticamente nos transforma en mujeres y esta transformación tenía que ver con que comenzamos a ser potenciales madres. Me parece que detrás de esa narrativa hay una reproducción de estereotipos muy fuertes, muy tradicionales respecto del género. Cuando básicamente la menstruación es, y no ha sido muy enfatizado, un signo vital más del cuerpo.

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