18 mayo, 2018
El futuro de Venezuela a las urnas
Por Julián Aguirre. Venezuela celebrará elecciones presidenciales el domingo 20 de mayo. Frente a una prolongada crisis económica y aislamiento regional, el presidente Nicolás Maduro apuesta a su reelección. En frente, una oposición dividida entre opciones electorales y llamados al boicot.

Por Julián Aguirre. Venezuela celebrará elecciones presidenciales el domingo 20 de mayo. Frente a una prolongada crisis económica y aislamiento regional, el presidente Nicolás Maduro apuesta a su reelección. En frente, una oposición dividida entre opciones electorales y llamados al boicot.
Un primer gran contraste que puede notarse respecto del año pasado es la calma relativa y la poca atención alrededor de Venezuela. Casi pareciera no coincidir con la magnitud del evento anunciado: en los comicios del próximo domingo se disputará la presidencia del país, además de Consejos Municipales y Consejos Legislativos Regionales. Lo que sí se mantiene como constante, al igual que en 2017, es la incertidumbre y las dificultades para descifrar desde fuera la compleja trama venezolana.
Navegando contra viento y marea, el chavismo pondrá a prueba su capacidad para mantener el cauce electoral que logró reconstruir el año pasado y sostener así la continuidad del proyecto al frente del gobierno postulando a Maduro para un segundo mandato. Por el contrario, una derrota abriría una multitud de posibilidades e interrogantes en torno al carácter que adoptaría una transición en el Palacio de Miraflores.
La épica parece haber dado paso a la moderación en una campaña marcada por el esfuerzo de los candidatos en buscar nuevos consensos, atenuar la polarización y centrar su atención ante todo en los problemas apremiantes del momento -la economía, siempre y por sobre todo- para convencer a secotres indecisos y desencantados. Un escenario electoral teñido por la incertidumbre pero también por un ritmo menos cargado del entusiasmo que ha caracterizado los últimos años.
Dos factores contribuyen a entender esto: por un lado, la persistencia -sin perspectivas de una solución inmediata- de la crisis económica y sus múltiples efectos en la vida diaria de la población, acentuados por la acción de actores internos y externos en múltiples formas como sanciones, sabotajes y contrabando; y por el otro, el llamado de una parte del liderazgo opositor a boicotear toda participación en la elección.
Derrotados y desacreditados el año pasado en su afán de provocar la salida anticipada del presidente por medio de presiones internacionales y distintos medios de desestabilización, los liderazgos tradicionales de la oposición quedaron desplazados a un segundo plano. Pero esto no reduce su capacidad de presión y buscarán adjudicarse el porcentaje de abstención que haya el domingo como una demostración de fuerza propia para condicionar al futuro gobierno.
Una oposición en su laberinto
Sin embargo, no todos se pliegan al ánimo abstencionista y dos candidatos llegarán a las urnas dispuestos a desplazar al chavismo: el ex gobernador y ex oficialista, Henri Falcón, y el empresario y pastor pentecostal conservador, Javier Bertucci.
Gobernador del Estado Lara entre 2008 y 2017, Henri Falcón y su partido, Avanzada Progresista, deberán enfrentar dos contrincantes: además de confrontar con el oficialismo tendrá que superar el discurso de sus antiguos aliados de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que hoy apuntan sus cañones contra él, acusándolo de ser “funcional” al gobierno por legitimar las elecciones con su participación. Desde que cambió de bando en 2010, Falcón buscó aparecer como una voz “moderada” y “centrista” frente al antichavismo radical de sus pares de la MUD.
A su vez, se deberá tener en cuenta el impacto que pueda llegar a tener la candidatura de Bertucci, representante del creciente protagonismo que lo movimientos religiosos, y evangelistas en especial, han adquirido en la política regional. Este “recién llegado” que ha preferido apoyarse en la labor social y comunicativa de su movimiento político-religioso y en el respaldo de sectores empresariales antes que en las estructuras partidarias tradicionales de la derecha local supone más una amenaza para Falcón. Ninguno de los dos candidatos aceptó la idea de retirarse de la carrera para beneficiar una opción de unidad.
Reteniendo el aliento
Los sondeos de opinión varían, pero lo cierto es que el oficialismo ha recuperado terreno tras un difícil 2017. Sin duda, la fragmentación opositora representa la otra gran ventaja con la que cuenta a su favor. Como fortaleza puede mencionarse una gran maquinaria partidaria y electoral que ha mantenido la cohesión de esa diversidad de fuerzas que hacen al chavismo, evitando fracturas importantes y sosteniéndose sobre una cultura e identidad política que incentiva a diversas formas de participación y movilización. Distintas iniciativas estatales en los últimos meses han contribuido a atenuar los efectos más nocivos de la crisis sobre la población y reparar en parte la confianza en la gestión pública.
El gran desafío del chavismo será lograr reunir las ansias de renovación con su capacidad para reconstruir consensos sociales en torno a una propuesta de gobierno que se muestre efectiva para sacar al país de esta crisis prolongada.
Posiblemente la situación prevaleciente en la región haya ayudado a disipar la atención. La crisis político-institucional en Brasil, la carrera presidencial en Colombia -igual de fundamental para definir el futuro próximo de Venezuela- o el panorama de incertidumbre económica reciente en Argentina no dan señales de una Sudamérica apacible en 2018.
Las recientes protestas en Nicaragua -que muchos han comparado con el 2017 venezolano- y un escenario electoral complicado para el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador golpean aún más en el círculo cada vez más pequeño de aliados regionales con los que puede contar el gobierno venezolano.
Así las cosas, nada alterará considerablemente el guión regional. Desde Washington se ha dejado en claro que no se reconocerá el proceso electoral y sus resultados. El reemplazo de algunos “pragmáticos” por “halcones” en posiciones estratégicas dentro de la toma de decisiones -como Mike Pompeo como secretario de Estado, John Bolton en el Consejo de Seguridad Nacional y Mike Pence en la vicepresidencia- anticipan el endurecimiento de las medidas económicas contra Venezuela si se diera una reelección de Maduro, a modo de “castigo colectivo”.
Todos los escenarios se presentan críticos para el chavismo, y son muchos los objetivos a lograr el domingo: animar un porcentaje aceptable de participación para desmantelar los argumentos de ilegitimidad; ganar las mismas elecciones en un contexto sumamente desfavorable, ante el desgaste natural de tantos años como gobierno, acentuado por la crisis; finalmente, prepararse para lo que vendrá desde el mismo día 1 tras el anuncio de los resultados, sabiendo que una parte de la oposición partidaria local y varios actores internacionales y gobierno vecinos han adelantado su decisión de no reconocer al futuro gobierno.
@julianlomje
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