Nacionales

11 mayo, 2018

Carlos Mugica, el cura villero

Este 11 de mayo se cumple un nuevo aniversario del asesinato en 1974 del sacerdote Carlos Mujica en manos de la Triple A, liderada por José López Rega. Mujica fue la voz más influyente dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en Argentina y pregonó de manera incansable por una relación más directa de la Iglesia con el pueblo.

Este 11 de mayo se cumple un nuevo aniversario del asesinato en 1974 del sacerdote Carlos Mugica en manos de la Triple A, liderada por José López Rega. Mugica fue la voz más influyente dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en Argentina y pregonó de manera incansable por una relación más directa de la Iglesia con el pueblo, acompañándolo en sus luchas y reivindicaciones, tomando partido por los pobres y más necesitados.

Cerca de Dios, ¿lejos del mundo?

Carlos Francisco Sergio Mugica Echague tenía todo preparado para tener una vida llena de lujos y comodidades. Siendo el tercero de siete hermanos, nació en una familia acomodada y de prestigio en el Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Su entorno era de ideas conservadoras y anti-peronistas y de joven se vio influenciado por ese contexto. Frente a la actitud de muchos sacerdotes y curas de la Iglesia Argentina de entonces, señaló que «vivía un catolicismo individualista, fiel al eslogan ‘salva tu alma'».

Sin embargo, a medida que fue realizando su labor como sacerdote en distintas partes del país, empezó a entender que su rol como cristiano, tal y como él entendía la Biblia, debía ser junto con los pobres, relacionándose con ellos y compartiendo sus experiencias, denunciando las injusticias que vivían y luchando por el fin de la opresión. La Iglesia, por lo tanto, no podía mantenerse indiferente y distante frente a las miserias que experimentaba el pueblo y debía tomar partido por los más vulnerables en su lucha por la liberación.

Mugica siempre alentó a sus compañeros eclesiásticos a que se adentren a las villas y acompañen a sus habitantes para ayudarlos con sus necesidades, mediante la construcción de casas, alfabetizando o participando en comedores populares. La mayor parte de su labor comunitaria tuvo lugar en la Villa 31 de Retiro donde fundó la parroquia “Cristo Obrero”. Hasta su muerte, Mugica nunca dejó de tener contacto directo con -como a él le gustaba llamarlo- “su pueblo humilde”.

En el nombre de Medellín

A fines de Agosto de 1968 se llevó a cabo la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Colombia, Medellín, donde se congregaron sacerdotes de toda la región. Allí se leyó un documento de gran importancia llamado “Carta a los obispos de Medellín” redactado por el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), que fue una corriente de la Iglesia entre cuyos fundadores estaba Mugica y otros sacerdotes que participaban activamente en villas miseria y barrios obreros.

El texto hacía un llamado para que la institución tuviese un mayor acercamiento a los pobres y oprimidos del continente, participando de sus luchas para cambiar su realidad política y social. El MSTM criticaba fuertemente la pasividad que ellos veían por parte de las cúpulas eclesiásticas frente a la dictaduras de la región y a la pobreza y explotación que experimentaban las grandes mayorías.

Tras conocerse ese documento, los sectores más conservadores de la Iglesia argentina no tardaron en remover a los miembros del MSTM mandándolos a otros países, intentando desarticular el movimiento. Sin embargo, pese a las presiones, tanto de las autoridades religiosas como de la dictadura del entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía, Mugica permaneció en el país.

El sacerdote se acercó al peronismo, entendiéndolo como un movimiento con potencial revolucionario, asemejando su causa con la de la liberación nacional, necesaria para alcanzar la dignidad del hombre por la cual Jesús murió. En este sentido, comenzó a entablar conversaciones con dirigentes como Fernando Abal Medina, Mario Firmenich, Héctor Cámpora y hasta con el mismo Juán Domingo Perón, cuyo tercer gobierno (1973-1974) apoyó abiertamente.

Frente a un brujo, no hay Dios que te salve

Pese a las expectativas, la vuelta de Perón no pudo acabar con la conflictividad y a ello se sumó la figura de López Rega, hombre de confianza del General que, a través del Ministerio de Bienestar Social, creó una fuerza parapolicial llamada Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) que persiguió y asesinó a militantes populares, tanto peronistas, como de izquierda, gremialistas y estudiantes.

Mugica tuvo un enfrentamiento con “el brujo” -como le llamaban al asesor de Perón- debido a discrepancias por el plan de erradicación de villas implementado, lo que lo llevó a renunciar al cargo que tenía dentro del Ministerio en marzo de 1974 por “pedido de sus compañeros villeros”.

Dos meses más tarde, fue cobardemente asesinado por la Triple A al finalizar una misa. Su desaparición física fue un duro golpe para el MSTM. Tras su muerte, otros 20 sacerdotes más fueron fusilados por el grupo paramilitar. Los que quedaron tuvieron que exiliarse tras el golpe de Estado de 1976.

Mugica promovió un diálogo entre cristianismo y revolución, creyendo no solo que no son cuestiones contradictorias, sino inclusive complementarias, ya que siendo la labor del cristiano luchar por el oprimido y liberarlo de las injusticias sociales producidas por un sistema tan inhumano como el capitalismo, en la praxis, ¿qué lo diferencia del revolucionario?

Sin embargo, no se quedó sólo en la prédica y optó siempre por participar activamente con el pueblo en sus luchas y vivencias cotidianas, emprendiendo toda acción desde las bases, estando siempre con sus compañeros, convirtiéndose en el “cura villero”.

Ignacio Ramírez Andrade

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