23 abril, 2018
Migrar o no migrar es lo mismo: al respecto de las elecciones en Paraguay
En La Plata, capital bonaerense y una de las ciudades con mayor población paraguaya de la Argentina, una multitud de albañiles, costureras y productores florícolas, asistieron a las urnas para elegir a quien se supone, no deberá olvidar que hombres y mujeres de su país eligieron un día abandonar su tierra en busca de una vida mejor.

Con casi el 100% escrutado y 4 millones de votantes, “Marito” Abdo Benítez, del Partido Colorado, se convirtió en el nuevo presidente del país vecino hasta el 2023. En La Plata, capital bonaerense y una de las ciudades con mayor población paraguaya de la Argentina, una multitud de albañiles, costureras y productores florícolas, asistieron a las urnas para elegir a quien se supone, no deberá olvidar que hombres y mujeres de su país eligieron un día abandonar su tierra en busca de una vida mejor.
El nuevo presidente también tendrá varias tareas por delante. Paraguay tiene la segunda tasa más alta de mortalidad infantil y materna en la región. Una pobreza que alcanza el 28% y un trabajo informal que llega al 72%. Posee, además, la peor brecha salarial de género en el continente y la mayor desigualdad en cuanto el acceso a tierra.
“Discúlpeme, sabe dónde es 8 y 50?”, preguntó un hombre con cara de perdido, como jugando de visitante. “Mejor dicho, Avenida 1 Nº 850”. Venía de Florencio Varela e intentaba dirigirse al Colegio Nacional de la Plata, donde le tocaba votar. Tenía un problema visible en las piernas. Los números en las calles lo perdían. No sabía precisar hace cuantos años que vivía en Argentina pero eran muchos, más de 30 por lo menos.
Un par de personas con fichas en sus manos informaban sobre las mesas de votación. Afuera había dos gacebos con venta de comida: chipa, sopa paraguaya, café. Las miradas se cruzaban entre el servir el tereré y la complicidad de encontrarse, sin tropezarse. Tierra guaraní en el Colegio Nacional de La Plata.
De entre 500 y 700 mil paraguayos en el país, según el último censo del 2010, casi 29 mil están habilitados para votar. En La Plata, uno de los cuatro puntos en los que podían hacerlo en la provincia de Buenos Aires, son cinco mil en el padrón, divididos en 25 mesas. Sin embargo, en la última elección de 2013 fueron cerca de 1200 los electores, y todo parecía indicar que esta vez el número sería parecido.
“Hace 30 años que estoy acá. Vinimos porque nosotros no teníamos terreno y no había trabajo”, contó a Notas María Cabrera, que tiene 52 años pero parecía de más. Son esas personas a las que la vida les pasa lento pero el cuerpo se maquilla rápido. “Extraño algunas cosas de Paraguay, como la comida por ejemplo. Algunas las podemos hacer acá, pero extraño un montón de cosas”, continuó.
Hasta las 10 de la mañana era todo muy tranquilo. En las mesas se tomaba tereré y se miraba el celular. María vive un poquito más lejos de La Plata, cerca de la Ruta 2, a una hora y media de la capital bonaerense. Es pensionada y manzanera. Pertenece a la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y recibe el Salario Social Complementario como tantos trabajadores de la economía popular.
Su marido tiene la enfermedad Guillain Barré, rara y de tratamiento de por vida, desde hace 15 años. Pocos se salvan de eso. Ella estuvo siempre a su lado esos cinco meses de internación. En total llevan 30 años juntos. Producía flores, claveles sobre todo, y dice que todo vuelve en la vida ante los ojos de Dios.
Tiene un terreno fiscal propio hace años, pero sabe de la dificultad para alquilar los terrenos para los suyos y la incompatibilidad de la cadena productiva entre los precios en que le compran su producción y el que llega a las mesas o a las masetas de las familias.
“¿Soñás con volver?”, como esperando la afirmativa. “No, ir de paseo sí. Pero a mi edad, ¿qué voy a hacer yo allá si soy pobre?”. Y faltaba más. “Aquí no me hace acordar mucho a Paraguay porque allá es más colonia, más campo. Acá lo que nos acostumbramos a hacer es la sopa paraguaya y el vori vori”, dijo María y agregó que le intentaba transmitir a sus hijos esas costumbres.
Tiene doce, cinco argentinos y siete paraguayos. “Lo que yo hago lo comen igual. Les enseñé con lo que nosotros nos criamos, a nuestra manera, aun en esta época. Nada de que yo quiero comer milanesas, ni empanadas ni churrascos. Yo soy pobre, yo como lo que hay”, confesó la mujer de 52 años.
En su mirada está la convicción de que hay cosas que para su gente no cambian aunque sí lo haga el suelo que pisan. Y votará tantas veces como su alma le permita. Pero sus sueños no pasan por revoluciones o debates teóricos, sino por “arreglarse cada día con lo que hay”. Le han robado todo, menos la humildad.
Sebastián Paradelo, desde La Plata – @sebaparadelo
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