20 abril, 2018
Un cotidiano concurso de infortunios políticos
Por Federico Dalponte. La semana comenzó con Patricia Bullrich y sus hipótesis acerca del asesinato de Leandro Alcaraz, siguió con la polémica por las tarifas y terminó con la asunción de Luis Barrionuevo. Entre tanto ruido, Argentina procura también debatir sobre el aborto.

Por Federico Dalponte. La semana comenzó con Patricia Bullrich y sus hipótesis acerca del asesinato de Leandro Alcaraz, siguió con la polémica por las tarifas y terminó con la asunción de Luis Barrionuevo. Entre tanto ruido, Argentina procura también debatir sobre el aborto.
Domingo por la noche. Leandro Alcaraz, trabajador de la línea de colectivos 620, es asesinado tras una discusión en La Matanza. O eso parece a primera vista.
Sobrevuelan las hipótesis más comunes. Un robo, un forcejeo, una pelea. «No hubo un intento de robo», aclara la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Su hipótesis –asegura– se centra en un ajuste de cuentas, a la presencia de «drogas y armas ilegales». Un embutido de prejuicios.
Como aquella anécdota inverosímil del puestero y Santiago Maldonado, o el «héroe» Chocobar disparando a quemarropas por la espalda. Decir cualquier cosa, sostenerlo y después aclarar: «Es una hipótesis, no podemos adelantar nada más».
Suena a broma de mal gusto, pero así vive la Argentina. Decir de más, hacer de menos, dejar hacer y pedir disculpas. Aunque esta semana hubo un alto nivel de improvisación y amateurismo, mayor que el habitual.
La disputa en torno a la responsabilidad política tampoco tardó en llegar. La militancia cibernética del oficialismo clamó por la renuncia de Verónica Magario, intendenta del distrito. Luego vendrían las réplicas, las réplicas de las réplicas y la intervención dialéctica de María Eugenia Vidal. Gestionar parece a menudo una lucha por huirle a la propia gestión.
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Al día siguiente, preguntado sobre el rumbo económico, el jefe de gabinete Marcos Peña salió a defender la meta inflacionaria del 15%. Excepto por algunas cúpulas sindicales, nadie cree que pueda cumplirse. Ni siquiera el Fondo Monetario. Pero el gobierno insiste en decirlo y repetirlo. Difícil saber por qué. En cualquier caso, nadie en la Argentina perdió nunca un solo voto por una frase carente de sentido. Y ésta no será la excepción.
Improvisar siempre es gratis para todos. Pero entre tanto hablar, Peña también tuvo otro rapto de lucidez: ensayó una malograda defensa de las tarifas y calificó de demagógica a la oposición. Un día más tarde se vería obligado a renegociar la letra chica de los aumentos.
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Los partidos de oposición se dieron cita ese miércoles por la mañana. Aseguraban tener el número para llegar al quórum y frenar el tarifazo en el recinto, pero los malos cálculos forzaron el suspenso: todo dependía del diputado Alfredo Olmedo, afín al oficialismo y a toda ideología de derecha en general.
Las chances de conseguir la mayoría se volvieron por tanto efímeras. Pero las quejas de los opositores, verbalizadas principalmente por Graciela Camaño del Frente Renovador, profundizaron el absurdo. Olmedo se transformaría así en el supuesto responsable del fracaso parlamentario, mientras el titular de la bancada del PRO Nicolás Massot celebraba detrás del encortinado haciendo muecas.
Así, todo terminó como suelen hacerlo siempre los planes mal pensados. Sesión especial sin quórum y suspensión también de la ordinaria por decisión del presidente de la Cámara, Emilio Monzó. Los diputados, mientras tanto, hacían gala del nombre en el salón de los pasos perdidos y les preguntaban a los periodistas si era cierta la suspensión y si podían retirarse.
Esa jornada concluiría con las renegociaciones en Casa Rosada ya conocidas: aumentos en cuotas y prorrateo a lo largo del año. Las tarifas, que el gobierno subestimaba, se volvieron de pronto en un asunto de Estado.
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Jueves, sede del Partido Justicialista. El interventor del principal partido político de la Argentina, secundado por dos panelistas de televisión, toma posesión de su cargo y asegura: “Me debo a la Justicia”.
Luis Barrionuevo, con el padrón de afiliados más numeroso del país bajo su manga, iniciaba así su promisoria tarea de implosión partidaria. “De acá saldrá la fórmula presidencial”, remató, anunciando lo que ya era evidente: si la Cámara Nacional Electoral no revoca la intervención, por carácter transitivo será la jueza María Romilda Servini de Cubría quien dirima la interna presidencial del PJ en 2019.
El contexto de pereza e improvisación política es permanente. Aunque a veces es difícil verlo de manera tan notoria, tan evidente. Mientras tanto, en lo que parece un mundo paralelo, la Argentina debate sobre el aborto.
Si el gobierno realmente pretendía apelar a una maniobra distractiva para profundizar su ajuste, no lo está haciendo del todo bien. Y de hecho el riesgo hoy es precisamente otro: que el cotidiano concurso de infortunios políticos invisibilice el debate más serio e importante de los últimos tiempos en materia de derechos.
@fdalponte
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