Cultura

16 abril, 2018

La clase obrera, el hecho maldito de la nación yanqui

Iowa, 1931. Eso marcan las letras escritas con tipografía de máquina de escribir al comienzo de Damnation mientras el pastor Seth clava una proclama que reza «Ajuste de cuentas entre Dios y Estados Unidos». La serie, ambientada en plena crisis económica, da cuenta a lo largo de sus diez capítulos del auge de la lucha de clases en un país que se ha encargado sistemáticamente de negarla.

Iowa, 1931. Eso marcan las letras escritas con tipografía de máquina de escribir al comienzo de Damnation mientras el pastor Seth clava una proclama que reza «Ajuste de cuentas entre Dios y Estados Unidos». La serie, ambientada en plena crisis económica, da cuenta a lo largo de sus diez capítulos del auge de la lucha de clases en un país que se ha encargado sistemáticamente de negarla.

Coprodudida por Universal Cable Productions y Netflix, la trama transcurre principalmente en el pequeño condado rural de Holden en el mid-west norteamericano. Esto de por sí ya supone una novedad para las producciones estadounidenses que llegan hasta estas latitudes y habitualmente recurren a locaciones que no se alejan demasiado de las costas, con una clara preeminencia de las ciudades de Nueva York y Los Ángeles.

Pero hay otro dato singular: el eje central del argumento es la lucha entre opresores y oprimidos. Una huelga de granjeros, que se quejan de los precios bajos que imponen a sus productos los banqueros usureros, hace de escenario para mostrar un contexto de época marcado por las protestas de los mineros de Kentucky o los trabajadores de la Ford en Detroit.

Los productores rurales de Holden tienen sus propios líderes, pero cuentan con un consejero y guía espiritual: el particular sacerdote Seth Davenport (Killian Scott) quién en el primer episodio deja entrever que no se parece mucho a otros hombres de fe. Cuando al finalizar una misa una de las asistentes le dice que no había visto usar el púlpito para hacer política él responde que «el objetivo no es sólo comprender el mundo, sino cambiarlo», parafraseando la tesis XI sobre Feuerbach del mismísimo Karl Marx.

«Hay una guerra santa en este país, los ricos contra los pobres», apunta Seth que cuenta con la complicidad y respaldo de su esposa y compañera de militancia, Amelia (Sarah Jones) quién a lo largo de los capítulos irá cobrando mayor protagonismo. Y además, algo muy importante, superará el test de Bechdel al tener diálogos con otras mujeres con nombres propios donde no hablarán sólo sobre hombres.

Pero las cosas no son tan sencillas para los huelguistas de Holden ya que los banqueros que quieren exprimir a los granjeros con sus hipotecas cuentan con importantes recursos económicos y el apoyo político de misteriosos doctores y empresarios establecidos en Des Moines, la capital de Iowa. Es así que contratan al rompehuelgas Creeley Turner (Logan Marshall-Green), un vaquero de Wyoming que tiene un oscuro pasado que lo relaciona con Seth y no duda en matar a sangre fría si es necesario.

Cabe destacar también el lugar que ocupan algunos personajes secundarios como el sheriff Don Berryman (Christopher Heyerdahl), con su singular idea de cómo se deben manejar las cosas en el pueblo donde es el responsable del tráfico ilegal de alcohol -eran épocas de prohibición-, mientras su cuñada se ocupa de dirigir el burdel. En este establecimiento trabaja Bessie Louvin (Chasten Hamon), la única prostituta que sabe leer y que desde el primer capítulo tejerá una importante alianza con el rompehuelgas Creeley.

Connie Nunn (Melinda Page Hamilton) es otra rompehuelgas que irémos viendo como masacra obreros en distintos lugares del país hasta que llega a Holden siguiendo un rastro para vengar la muerte de su esposo.

Con el correr de la serie la disputa se irá complejizando cuando aparezcan nuevos actores sociales como la Legión Negra, una rama del Ku Klux Klan que actuaba por aquellos años en EE.UU. y además de ser fuertemente racista tenía un carácter netamente anti-comunista y anti-sindical.

También se irá develando la trama secreta detrás de lo que parece ser una localizada disputa por los precios del mercado. En un mundo en pleno movimiento, la ideología del progreso y la tecnificación del agro mostrarán su lado más cruento con el surgimiento de los agroquímicos y el despojo de tierras.

Asimismo tendrá un rol preponderante la prensa, tanto en su versión escrita como radial. Allí resalta el diario local, el Holden Tribune, que decide no informar sobre la huelga pero que cuenta con uno de sus cronistas -D.L. Sullivan (Joe Adler)- que se une a Amelia para difundir un periódico impreso de manera ilegal que busca agitar a las masas no sólo en el condado sino en todo el Estado.

Como en Haz lo correcto de Spike Lee, a medida que pasa el tiempo la violencia se incrementa y en los últimos episodios de la temporada la lucha de clases se revela en toda su magnitud con batallas campales en todo el territorio de Holden.

El décimo y útlimo capítulo deja las puertas abiertas a una segunda temporada de Damnation. Sin embargo la cadena USA Network -responsable de su transmisión en EE.UU.- decidió lamentablemente bajarle el pulgar debido a que tuvo poca audiencia.

Con un poco de suerte sucederá como con Marsella que Netflix había decidido cancelarla y recientemente lanzó su segunda temporada, mientras tanto habrá que conformarse con disfrutar estos diez episodios que tienen como protagonista ni más ni menos que a la clase obrera, el hecho maldito de la nación yanqui.

Santiago Mayor – @SantiMayor

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