Medio Oriente

14 abril, 2018

EE.UU. bombardea Siria y tienta al destino

El gobierno de Donald Trump decidió cumplir con sus amenazas. El viernes 13 por la noche, navíos y aviones de guerra desplegados en la región dispararon más de un centenar de misiles guiados contra blancos en territorio sirio. La acción, en respuesta a un presunto ataque con armas químicas, tuvo la precaución de no apuntar a ninguna zona donde hubiera tropas rusas.

El gobierno de Donald Trump decidió cumplir con sus amenazas. El viernes 13 por la noche, navíos y aviones de guerra desplegados en la región dispararon más de un centenar de misiles guiados contra blancos en territorio sirio. La acción se dio tras acusar al gobierno del presidente Bashar al Assad de haber usado armas químicas en sus últimas operaciones militares contra distritos bajo control insurgente en las afueras de Damasco.

Alrededor de las 4 de la madrugada, hora local, la población fue despertada por la fuerza del rugido de las explosiones y alarmas de bombardeo. Las Fuerzas Armadas de EE.UU., Francia y Gran Bretaña atacaron los alrededores de la capital y la ciudad de Homs.

Entre los blancos se encontraban el Aeropuerto Internacional de Damasco, bases militares, centros de investigación y, según fuentes sirias, el palacio presidencial; caracterizados por Washington y sus aliados como parte de la “infraestructura química” del Estado sirio. Si bien el Pentágono calificó a la incursión como un “éxito rotundo”, fuentes del Ministerio de Defensa ruso afirman que los sistemas de defensa antiaérea sirios interceptaron 71 de los 103 proyectiles identificados. Moscú calificó la acción como una agresión flagrante contra un Estado soberano y como tal traería “severas consecuencias”.

El ataque llegó después de días de tensiones diplomáticas en ascenso. El sábado 7 EE.UU. y Francia acusaron al gobierno sirio de haber usado armas químicas en la localidad Duma, un distrito en la periferia de Damasco, donde murieron 88 personas. Esta era la última posición en manos rebeldes dentro de la zona de Guta Oriental, punto final de una ofensiva iniciada en febrero tras años de asedio y negociaciones fallidas.

Imágenes en video fueron presentadas como prueba de un ataque con agentes químicos, en el cual se hallaba afectadas la población civil atrapada en medio de los combates. Sin embargo, autoridades sirias y de sus aliados, Rusia e Irán, insisten en que no hay pruebas consistentes para identificar responsables exactos y que en cambio se trató de un “ataque de falsa bandera”, un “montaje” para justificar una intervención externa sobre el país.

El sábado 14, un equipo de trabajo de la Organización para la Prevención de Armas Químicos (OPAQ) se encontraba trabajando en Duma para determinar la veracidad de las acusaciones.

Sin embargo este hecho pareció ser obviado por los gobiernos que efectuaron el ataque, que denominaron al uso de armas químicas como una “línea roja” que de ser cruzada amerita represalias inmediatas.

La suma de todos los miedos

En la selección de sus blancos, los militares occidentales tuvieron la precaución de no golpear zonas donde se encuentren desplegados efectivos rusos. Asimismo, portavoces norteamericanos aseguran haber anticipado a sus contrapartes en Moscú de la inminencia del ataque. O sea que se buscó premeditadamente limitar los efectos de los bombardeos.

Se trata de un muy delicado juego de equilibrios en el que sus participantes buscan poner a prueba constantemente los límites de tolerancia de su rival. Así la Administración Trump envía un mensaje contundente a aliados y rivales en la comunidad internacional: que no se puede provocar a Washington sin esperar represalias. Postura que va en línea con el tipo de liderazgo que busca proyectarse desde la Casa Blanca y el carácter del presidente como un “hombre de acción” con la autoridad suficiente para disuadir a los rivales de EE.UU. de no jugar con su paciencia.

Este es un elemento a destacar: la decisión de carácter unilateral de saltearse las normas y procedimientos sancionados por las instituciones internacionales. En otras palabras, lo que han dado a entender las declaraciones del mandatario estadounidense y otros miembros de su gobierno es que Washington usará los criterios que considere válidos para fundamentar sus acciones, sin importar el grado de legitimidad que le otorgue la comunidad internacional.

El tiempo de la construcción de consensos parece haberse agotado, algo que se expresa desde hace tiempo por el estancamiento legal y diplomático en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia y EE.UU. eligen vetar recíprocamente todo procedimiento que proponga el otro.

También puede interpretarse como una señal oportuna por otros países que buscan incidir en el rumbo de la guerra en Siria, como Israel y Arabia Saudita. Ambos gobiernos ven como contraproducente a sus intereses la consolidación de su principal rival regional, Irán, y del movimiento Hezbollah, ambos aliados del gobierno sirio que han jugado un rol importante en la guerra en curso.

Israel recurrentemente ha lanzado incursiones dentro de territorio sirio y presta apoyo a varios grupos armados que operan cerca de su frontera, por lo que la predilección de su socio norteamericano por las acciones de fuerza puede fortalecer la decisión de los mandos israelíes en el futuro.

¿Hasta dónde se podrá llegar entonces? Este episodio ya cuenta con un precedente: el 7 de abril de 2017, 59 misiles crucero fueron disparados por una embarcación de guerra estadounidense contra la base aérea siria de Shayrat. El ataque fue presentado como una represalia ante el supuesto uso de armas químicas por parte del ejército sirio contra la población de Khan Sheikhoun. Al igual que el incidente de Duma, existen relatos contrapuestos acerca de si se produjo un “ataque químico” y quién sería su responsable.

Sin embargo, estas acciones tuvieron efectos muy limitados sobre la capacidad militar del gobierno sirio, y difícilmente cambien por sí solas el curso de la guerra, que hoy favorece a la determinación de Damasco por recuperar el control de todo el territorio nacional.

Julián Aguirre – @julianlomje

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