Derechos Humanos

30 marzo, 2018

«Tenemos una policía muy poco profesionalizada con ningún recurso tan a mano como el arma»

Alina Rios, socióloga e investigadora de la UBA y el Conicet, conversó con “Insurgentes” por Radio Sur 88.3 sobre la “nueva doctrina” del Gobierno en materia de seguridad y la “presunción de inocencia” de las distintas fuerzas.

Alina Rios, socióloga e investigadora de la UBA y el Conicet, conversó con “Insurgentes” por Radio Sur 88.3 sobre la “nueva doctrina” del Gobierno en materia de seguridad y la “presunción de inocencia” de las distintas fuerzas.

– En febrero analizabas en un artículo lo que se denominó “doctrina Chocobar”, en relación a la política de seguridad del gobierno nacional ¿en qué consiste?

– Para muchas personas del campo académico y de organizaciones de la sociedad civil, que trabajamos problematizando la violencia institucional es un tema que nos interpela bastante. Sobre todo, a partir de los discursos de Gobierno sobre este tema y que dieron lugar a lo que se llamó la «doctrina Chocobar».

Para nosotros se presenta como muy urgente pensar qué significa esto y lo que podemos decir para empezar a pensarlo es que “doctrina” es una palabra que introdujo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y lo hizo en función de un discurso que pretendía instalar una matriz de interpretación de un hecho particular que fue el asesinato por la espalda, por parte de un policía, estando de civil y fuera de servicio, a un joven en el barrio de La Boca. Es el caso conocido como Luis Chocobar.

Esa doctrina, para la ministra implicaría asegurar o instalar la posibilidad de que se presuma la inocencia del policía por haber estado actuando en función del ejercicio de su deber. Todo estos discursos institucionales y gubernamentales que se enunciaron desde un lugar de poder efectivo, lo está diciendo una funcionaria que tiene a cargo las fuerzas de seguridad nacional, y también es simbólico para con el resto de las fuerzas de seguridad. Tiene efectos que son contundentes en las fuerzas policiales.

No queremos hablar de efecto contagio, de una cuestión mecánica o simple, pero es cierto que estos discursos políticos tienen efectos que es necesario pensar. Esta doctrina, enunciada por Bullrich, Marcos Peña y el propio presidente, para interpretar el asesinato de Pablo Kukoc en este caso no es solamente una matriz de interpretación de casos ya dados. Es efectivamente como se plantea ese discurso político hablándole a los policías.

– Vos también mencionabas que el discurso de Bullrich, el de Macri recibiendo a Chocobar y la presunción de inocencia de las fuerzas de seguridad es como decirles a los policías «disparen sin dudar porque no están solos y en todo caso nosotros vamos a accionar también por ustedes».

– A mí no me resulta casual pensar que, aunque desde los discursos de los funcionarios se intente negar el efecto político que tuvo la puesta en escena de la invitación del presidente Macri a Chocobar, justamente se haga en el marco de un hecho que fue judicializado y donde la justicia en primera y segunda instancia ratificó el procesamiento del policía.

El discurso del presidente en ese momento fue decirle a Chocobar «necesitamos más policías como usted» o la ministra Bullrich diciendo «vamos a cuidar a los que nos cuidan». Ese es un discurso que le está hablando no a la ciudadanía sino a un interlocutor específico que es las fuerzas de seguridad. Y hay prácticas concretas dentro de las fuerzas policiales que nos dan cierta pauta de que ese discurso interpela a la policía y lo interpreta como un apoyo.

Por ejemplo, el hecho de que circulen como estampitas, estoy diciendo algo que circula adentro de la fuerza, con la imagen de Macri como «el protector». Claramente hay un efecto simbólico de respaldo hacia una acción policial que no es cualquier acción, es una acción policial que se define por hacer morir. Y agregamos, por lo general, son muertes por la espalda.

– Recién mencionabás que, de todas formas, este apoyo del gobierno a las fuerzas de seguridad no se expresa linealmente ¿cómo se da ese paso de un discurso a la acción? ¿En qué contexto se inscribe?

– No queremos decir que el discurso es mágico. Que tienen la varita mágica para hacer que la policía, por decir esto, mate. Esto ancla y prende en un contexto muy particular, que se caracteriza por muchas cosas pero que podemos rescatar algunos elementos.

En primer lugar, una policía muy poco profesionalizada, con pocos recursos a la mano y tal vez ningún recurso tan a mano como el arma. Ha habido intentos de permear la formación policial pero la verdad es que es una cuenta pendiente. Eso, por un lado, pero no quiero decir con esto que con profesionalizar la fuerza se resuelve el problema. El problema de fondo es que este discurso es un discurso de Gobierno por parte de quién conduce las fuerzas de seguridad en nuestro país y lo que está interpelando es algo que va mucho más allá de la policía.

En algún sentido hace contacto con un discurso social que es mucho más amplio y que tienen que ver con la forma en que social y políticamente venimos hace muchos años construyendo el problema de la inseguridad, como inseguridad social con los miedos y temores. Asociar todos los miedos a el delito callejero. Se construye una serie de miedos y temores en torno a una imagen que reproducen los medios de comunicación, pero no la inventan, que es la del pibe chorro. Ese discurso de la «nueva doctrina» hace pasta con esta forma que pensamos la inseguridad que es asociarla al factor de peligro que es el pibe joven. Esa es la vía rápida para identificar un enemigo fácil.

La profesionalización es necesaria, pero para este problema que estamos enunciando como «nueva doctrina», que podemos pensar como «gatillo fácil», no tenemos que olvidar que tienen que ver con una manera en que se ejerce la función policial en una sociedad, no se resuelve profesionalizando. Esa es una cuestión técnica, y acá lo que está en juego es una definición política de para qué queremos una fuerza, qué fuerza queremos, qué es lo que va a poner en juego un policía cuando tenga un arma en la calle.

– Se me viene a la cabeza lo que sucedió a principio de año, cuando falleció un cadete de policía en La Rioja por una exigencia extrema y eso dio a conocer una forma de funcionamiento que tienen los institutos o espacios de formación policial. ¿Crees que esto tiene que ver?

– Esas prácticas tienen que ver con las prácticas policiales, pero muy poco con lo que nos gustaría reconocer como profesionalización. Esas prácticas de formación tienen que ver con una forma de socializar al sujeto policía en el marco de una institución policial absolutamente verticalista, y en la línea de lo que Erving Goffman llamaba las instituciones totales.

Ese acto, en el marco de un entrenamiento, que poco tienen que ver con este, en el sentido de mejorar la capacidad física de un cuerpo, tenía que ver con la práctica del sometimiento. Esas muertes se produjeron en el marco de prácticas que lo que hacen es reproducir la práctica policial donde lo importante es reproducir el sometimiento. Lo mismo que los policias luego reproducen con otros. Lo mismo que los alumnos reproducen hacia cadetes de años inferiores.

Esa marcada verticalidad hacia el de abajo es lo que se aprende. Cuando hablamos de profesionalización claramente no estamos pensando en esto.

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