Batalla de Ideas

9 marzo, 2018

Surfear la Ola

Por Julia de Titto. Aunque la cifra como siempre es foco de debate, es correcto decir que en todo el país fueron millones de mujeres, lesbianas y trans (varones también aunque en una sentida minoría) quienes salieron a la calle e hicieron temblar la tierra. La Ola está de fiesta y llegó para cambiarlo todo.

Por Julia de Titto. Cualquiera que haya tenido el placer de sumergirse en el mar sabe que cuanto más fuerte avanza la marea, menos efectivo es resistirse a ella. Se puede intentar ignorarla, ponerse de costado para esquivarla o meterse abajo del agua para sortearla. Pero toda persona amante del mar sabe que no hay nada más hermoso que dejarse llevar por las olas. Barrenar, surfear o simplemente flotar.

La Ola Feminista mostró este jueves que no es de esas que son pura espuma o se deshacen por peso propio antes de llegar a la orilla. Está más cerca de ser un tsunami que amenaza con llevarse puesto todo lo establecido. Por eso las resistencias del poder -masculino y heterosexual, por supuesto- intentan deslegitimar las demandas, la movilización, los discursos y las referencias. Se tornan cada vez más hostiles en algunos aspectos, mientras que en otros tratan de mostrarse abiertos, dialogar para des-radicalizar, moderar, integrar.

Aunque la cifra como siempre es foco de debate, es correcto decir que en todo el país fueron millones de mujeres, lesbianas y trans (varones también aunque en una sentida minoría) quienes pararon, salieron a la calle e hicieron temblar la tierra. La Ola está de fiesta.

Si algo ha sabido hacer el feminismo a través de la historia es pintar de colores, llenar de alegría las luchas, por más angustiantes que puedan ser los reclamos. La politización de lo personal, la identificación con las otras en toda la diversidad, el encuentro colectivo desde las vivencias individuales, aunque sea desde el dolor en un inicio, pronto se torna celebración. Décadas de Encuentros Nacionales de Mujeres en nuestro país son, al igual que la jornada de este 8 de marzo, muestra de ello.

«Se politizó», una vez más fue latiguillo en medios de comunicación hegemónicos que cuestionaban el contenido del documento leído en el escenario dispuesto en el Congreso de la Nación. Pero en realidad lo que más los aterra no es la politización en sí de las palabras consensuadas en asambleas de cientos durante cinco viernes. Lo que los asusta es que esa interpelación, esas consignas y demandas, sean sentidas como propias por cientos de miles.

Cientos de miles, conscientes de estar viviendo en tiempo real una era histórica nacida en el sur del mundo. En la que prima la celebración de cuerpos y deseos y al mismo tiempo se exponen con mucha claridad las desigualdades que se profundizan en tiempos de ajuste económico. Donde las violencias machistas son, como dice Noelia Figueroa (referenta de Mala Junta – Rosario), el «reaseguro de ese sistema desigual».

Mientras calle y Parlamento se articulan en la batalla por conseguir la legalización del aborto -una de las demandas más sentidas del movimiento, absoluta deuda de la democracia para con las mujeres y personas con capacidad gestante- en cada ámbito de la vida se abren nuevos desafíos.

El feminismo desborda y atraviesa todo a su paso -la convocatoria conjunta de mujeres sindicalistas de distintas pertenencias y recorridos políticos al 8M es un potente ejemplo de ello- y en esa marea que avanza la pregunta sobre cómo seguimos, a dónde vamos y qué hacer con tanto fuego es ineludible.

La energía, como bien explican las leyes de la termodinámica, no se crea ni se destruye, se transforma. El calor y trabajo como expresiones externas de esa energía bien pueden pensarse también en relación a este tsunami. Mientras sonreímos por los abrazos transpirados, el agite incansable y la unidad hecha cuerpos, mientras la ‘manija’ nos emociona e inspira, las preguntas se multiplican y complejizan.

¿Por qué en tiempos de avanzada neoliberal el movimiento feminista sigue creciendo en masividad y radicalidad? ¿Cómo hacer para que se cristalicen los cambios culturales y sociales que se están llevando a cabo en derechos consagrados por la institucionalidad vigente? ¿Cómo puede esta Ola aportar e integrarse a la conformación de un proyecto alternativo al macrismo?

Hace unos días en una actividad realizada en Casa Brandon, en el barrio porteño de Villa Crespo, la diputada del Parlasur Cecilia «Checha» Merchán decía que era la hora de la feminización de las conducciones políticas. «Hay que discutir el tema del poder», aseguraba una semana atrás en otra charla Delfina Rossi, economista y referenta del espacio Buenos Aires 3D. Sin duda allí hay una clave.

@julitadt

Foto: Bárbara Leiva

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