Cultura

9 marzo, 2018

[Microrrelatos] El Coelho de Ranelagh

En épocas donde los tiempos de lectura parecen ser cada vez más ajustados, desde Notas inauguramos una sección de Microrrelatos. Para leer en el colectivo, tren o tirado en un sillón. Hoy: «El Coelho de Ranelagh», de Diego Flores.

Llegué a votar a la una, cuando estacioné la Kombi en la puerta un mocosín de unos ocho años, flaquito y con pitucones me dijo “oiga don (sí, ya soy don), le cuido la camioneta”. Me miró con el ceño fruncido, dando a entender que se tomaba el laburo de cuidacoche en serio. “Sí señor -le dije- cuide mi camioneta”.

Entré, en la mesa 446 de la escuela 50 había cuatro personas delante mío. Uno de los fiscales de mesa estaba parcialmente dormido, cabeceaba intermitente y tomaba un speed al que seguramente le hubiese puesto vodka si las circunstancias lo permitían. A su lado había una especie de oligofrénico hiper excitado que cada vez que alguien le decía el número de orden y él lo encontraba decía «el bosque no para» y movía las manos hacia adelante y atrás actuando una coreografía no ensayada.

El presidente de mesa, un bigotudo que pedía a gritos caer en el prototipo de profesor de química de secundario, con chaleco a rombos y todo, los miraba atónito como si fueran dos alienígenas que se enamoraron de algún barrio del conurbano y se quedaron a vivir para siempre. En la mesa siguiente, el presidente de mesa les decía a quien saliera del cuarto oscuro: «Gracias, aguante boquita», y levantaba el pulgar con gestualidad ochentosa.

Salí, riendo y preocupado. “¿Quién cuida nuestros votos? ¿Estos pibes? ¿Gendarmería? Prefiero que los cuiden estos pibes”. Me estaba esperando el pequeño cuidacoches, le pregunté donde vivía y que se iba a comprar con la plata que juntara: “Si puedo una bici sino alfajores”.

Antes de que me suba a la Kombi me espetó: «Señor ¿y como es votar?». “No sé -contesté- a veces es hermoso, otras es como hacer el asado, elegir los cortes de carne y cuando te sentas a comer te sirvan ensalada y un vaso de agua”. “Ah -dijo-, no entendí”. “Quédate tranquilo, yo tampoco entiendo nada, crecer es entender cada vez menos”, le tiré como frase de despedida haciéndome el Coelho de Ranelagh.

Diego Flores

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