Medio Oriente

7 marzo, 2018

Jerusalén no está tan cerca

Jerusalén es una ciudad hermosa, con diversidad cultural, gastronómica y siempre llena de visitantes y turistas. Pero, ¿puede entrar cualquier persona? Muros, checkpoints, y religión se entrecruzan en una de las ciudades más importantes del mundo tanto por su historia como por geopolítica.

Jerusalén es una ciudad hermosa, con diversidad cultural, gastronómica y siempre llena de visitantes y turistas. Pero, ¿puede entrar cualquier persona? Muros, checkpoints, y religión se entrecruzan en una de las ciudades más importantes del mundo tanto por su historia como por geopolítica.

Esa decisión la toma el Estado de Israel, sus políticas de gobierno, y en estas decisiones se nota la total ausencia de injerencia del gobierno palestino que, un poco atado de manos y otro poco desinteresado, no interviene de manera alguna.

Jerusalén se encuentra bajo el control del Estado israelí, que construyó un muro de 8 metros de alto y 723 kilómetros de largo en el año 2002. Dicho muro separa a Israel de las localidades palestinas ubicadas en Cisjordania. También se construyeron decenas de “Checkpoints”, altamente resguardados militarmente, en las entradas de las principales ciudades o asentamientos israelíes que se encuentran a lo largo de este muro. Jerusalén es una de ellas.

La distancia que separa a Jerusalén de Bethlahem (Belén para occidente) es de 9,5 kilómetros, menor a la que existe entre la ciudad de La Plata y Ensenada, y un poco mayor a los 6,3 kilómetros que separan el microcentro porteño con Caminito, uno de los principales lugares visitados por los turistas en la Capital Federal. Por el contrario, en ninguno de los dos lugares mencionados existen estas barreras, ni militares pidiendo tu pasaporte para poder ingresar. En Palestina sí, y si eres un palestino común y silvestre, no podrás pasar.

Algunos podrán decir, “hay palestinos en Jerusalén” o “sí pueden entrar a la ciudad”,  que si bien es cierto, son excepciones, porque el Estado de Israel y sus gobernantes necesitan trabajadores a bajo costo que estén dispuestos a trabajar por sueldos básicos (700 u 800 dólares por mes), que superan ampliamente el sueldo mínimo en Palestina (450 a 550 dólares por mes). Por esto el gobierno israelí otorgó este año 5 mil nuevas visas de trabajo a palestinos que quieran ir a trabajar en la construcción a Israel, principalmente a Jerusalén y Tel Aviv. Estas se suman a las ya 10 mil visas que existían hasta el año 2017, sumando así la mitad de trabajadores palestinos que ya trabajaban en territorio israelí, mal remunerados, para seguir haciendo crecer su estado.

Otras excepciones son las religiosas. Se otorga un permiso especial a palestinos cristianos en “Estern”, festividad que recuerda y conmemora la muerte y resurrección de Jesús. Los cristianos tienen permiso por dos meses para ingresar a Jerusalén y visitar la iglesia del santo sepulcro, ubicada en la ciudad antigua de Jerusalén, que es un kilómetro cuadrado de diversidad cultural, donde también se encuentra el Muro de los Lamentos (principal ícono religioso judío) y la mezquita de Al-Aqsa (tercer lugar de importancia para el mundo musulmán ya que, según el Corán, el profeta Mohamed -Maoma para occidente- ascendió al cielo desde ahí).

Para ellos, musulmanes, también existe esa excepción, ya que su permiso para acceder dura los 40 días que transcurre el Ramadán (mes sagrado para los seguidores del Corán), y tienen que requerirlo con bastante antelación porque, a diferencia de los cristianos, el Estado israelí demanda más información sobre los seguidores del Islam al considerarlos peligrosos y generalizarlos a todos como terroristas y extremistas.

La última de estas excepciones de palestinos en Jerusalén es la de los que resistieron en la Ciudad Antigua, la de las personas a las que no les pudieron expropiar sus tierras, entrar en conflicto por ellas, por el simple hecho de estar ubicadas en esta parte de la ciudad. Por dejar un pequeño barrio árabe en la ciudad antigua pero siempre resguardados por la milicia israelí que se encuentra en cada una de las 8 puertas de ingreso al principal lugar turístico de Jerusalén. Apelando a lo que se puede apreciar, los mantienen ahí como parte del decorativo de la ciudad antigua, por el alto costo económico que representa tratar de comprar esas tierras y porque no podría existir atractivo turístico tan importante para el estado de Israel sin estos «palestinos raros» y su mezquita.

Dos hermanos, cuyos nombres resguardamos, contaron a Notas que viven separados por el muro, uno en Beit Jala y el otro en Jerusalén. Son musulmanes y el estado israelí nunca le dio el permiso en mes de Ramadán al primero. No se ven hace 14 años y su última reunión no fue en Palestina, sino en Hamman, Jordania. Un ejemplo entre miles.

Para ir a Jerusalén solo se muestra la visa y el pasaporte. Obviamente a los turistas se les trata bien y se ve, a lo lejos, la larga fila de palestinos esperando ingresar para ir a sus trabajos. Luego de pasar mucho más tiempo en Palestina que en Israel, al ingresar se siente muy foráneo: calles perfectas (no como donde viven los palestinos), transporte público (inexistente en Palestina), olores que no son comunes en occidente, gente rezando en alfombras cuando suena uno de los cinco llamados de las mezquitas, el Athan y, principalmente la sensación de que, lamentablemente, la ciudad es de ellos, es de Israel. La mayoría de los palestinos con los que pude conversar lamenta que la principal ciudad de las tres religiones monoteístas difícilmente volverá a ser Palestina.

George Bishara Ibrahim, desde Beit Sahor, Palestina.

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas