Batalla de Ideas

27 febrero, 2018

Nuestro cuerpo, nuestra opinión

Por Julia de Titto. “Sin útero, no hay opinión” decía en la famosa serie Friends el personaje interpretado por Jennifer Anniston. En los últimos días, en el marco de la discusión pública y masiva que se abrió en la sociedad por la posibilidad de que el proyecto de ley que legaliza el aborto sea tratado en el Congreso, esa sencilla frase puede servir como guía.

Por Julia de Titto.No uterus, no opinion” (“Sin útero, no hay opinión”) decía en la famosa serie Friends Rachel Green, el personaje interpretado por Jennifer Anniston. En los últimos días, en el marco de la discusión pública y masiva que se abrió en la sociedad por la posibilidad de que el proyecto de ley que legaliza el aborto sea tratado en el Congreso, esa sencilla frase puede servir como guía.

Las redes sociales estallaron de comentarios el lunes por la noche cuando en “Desafío 2018” (C5N), el programa de TV conducido por Marcelo Zlotogwiazda, un total de seis varones discutían sobre el derecho al aborto. “Pero hacíamos análisis político”, parecían escudarse. Ni sobre un derecho de las personas que pueden gestar (y por ende abortar) ni sobre las implicancias en el plano político y social, la voz de las mujeres parece tener valor al momento del zapping. Desde ya, con honrosas excepciones.

¿Por qué el programa de Jorge Rial, “Intrusos”, hace solo unas semanas fue un boom? ¿No habrá tenido que ver con que se invitó a mujeres, trans, feministas, activistas y sus palabras fueron escuchadas y valoradas? ¿Discutidas, incluso?

Mientras la cuarta ola del feminismo avanza con intenciones de tsunami, aún es dificultoso que, para los poderes, sea nuestro relato el que cuente la historia. Si cuesta sobre temas como el aborto o la violencia de género, las dificultades son incluso mayores cuando se abordan otros temas.

En un artículo en Cosecha Roja, por ejemplo, recuerdan que hace un par de semanas, la periodista María O’Donnell criticó una publicidad del diario Clarín en la que presentaba la “mejor información” política y económica del domingo con las firmas de doce varones. Ella tuiteó: “Parece que en Clarín ninguna mujer te puede proporcionar la mejor información política y económica”. Dos semanas después, el diario agregó la cara de Silvia Naishtat al final del afiche.

Aparecen, ahora que el aborto está en boca de todo el mundo, varones en los medios y en las redes sociales posicionándose a nivel individual, hablando de algo que nunca sabrán cómo se vive, condenando a las mujeres a una maternidad obligada en el mejor de los casos y, en el peor, a la muerte en la clandestinidad. Públicamente los principales detractores del derecho al aborto no son precisamente mujeres.

Se ha dicho hasta el cansancio. La pelea por el aborto legal no es una discusión filosófica sobre la vida en abstracto. No se trata de imponer visiones ni cuestionar creencias, mientras estas no nos nieguen derechos. De hecho, en la Argentina el aborto ya es legal bajo distintos causales desde 1921, de lo que se trata es de que la voluntad de la mujer sea uno de ellos y que el Estado garantice su acceso igualitario.

Una y otra vez la Campaña por el Derecho al Aborto lo ha enunciado: es un tema de justicia social, derechos humanos y salud pública. Es un debate sobre cómo el Estado incluye a las mujeres en sus políticas públicas. Cómo desarrollar una estrategia integral de educación sexual y anticonceptivos, para decidir y prevenir, e interrupción voluntaria del embarazo, para no morir.

Oportunismo y oportunidad

La “luz verde”, que para algunos fueron las palabras de Macri, y para otros y otras el pañuelo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, podría explicarse en el subtítulo que encabeza este apartado.

Oportunismo por parte del gobierno, como ya muchos y muchas han analizado, para desviar la atención del alza en la conflictividad o del estado de la economía. Oportunidad para un movimiento de mujeres y feminista que cada vez conquista más adhesión social en su búsqueda por ampliar derechos.

Siete veces presentado y siete veces cajoneado, el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo esta vez podrá llegar al recinto. Las y los diputados que tengan la responsabilidad de levantar la mano lo harán desde las más variadas ideologías y argumentos.

Claro también estarán allí los que vestidos de democracia dicen “estoy en contra pero que se debata”. Son los que, como el diputado sanjuanino del PRO Eduardo Cáceres, desafían: “Los votos no les dan”.  Pero ni mayorías ni minorías están dadas. El apoyo al proyecto de ley crece día a día, de un lado y otro de la grieta. En el kirchnerismo y la UCR, por ejemplo.

“Está demostrado que en los países donde el aborto es legal la cifra de abortos que se hacen no es mayor que la de los países donde es ilegal, es decir, no aumentan por ser legales. La gran diferencia es que en esos países se ha reducido drásticamente la mortalidad materna”. Las palabras no son de una feminista. Son del actual ministro de Salud de la Nación, el radical Adolfo Rubinstein.

En un país donde el enorme movimiento de mujeres, feminista y de la diversidad ha empujado para que se aprueben leyes de avanzada en el mundo, es interesante también pensar por qué el gobierno -cuyas principales figuras están en contra del aborto- decidió que sería precisamente la interrupción voluntaria del embarazo el elemento “distractivo”, si así se lo quiere entender. Difícil es obviar no solo la adhesión social y fuerza del movimiento que lo puso en agenda, sino también que se trata de una oportunidad histórica para avanzar en un derecho reclamado hace décadas que podrá impactar decisivamente en la vida de las mujeres. Sobre todo de las más humildes.

El aborto divide aguas, es cierto. Divide entre quienes quieren legislar con sus creencias religiosas y preconceptos bajo el brazo y quienes pretenden que el Estado sea garante de la vida y salud de las personas, en este caso de las mujeres.

Lo que es indiscutible es que las protagonistas son y deben ser las mujeres. Los medios deben tomar nota y las producciones actualizar sus agendas. Las hay diputadas, profesionales de la salud, activistas del feminismo, integrantes de la Campaña, dirigentes políticas, referentes sociales, abogadas, periodistas y académicas, entre otras tantas opciones. Fuentes no faltan porque son miles y miles de mujeres las que pueden hablar del tema, porque son las que abortan, las que acompañan a quienes abortan, las que estudian las estadísticas y hace muchos años vienen formándose en esta discusión.

Los varones, invitados a opinar o que lo hacen por motu propio, deberían reflexionar: «¿Estoy quitándole protagonismo a las protagonistas?» Y dar un paso al costado. No se trata de odiar a los varones ni de que su voz -sobre todo la de aquellos que ocupan cargos ejecutivos y legislativos, o son profesionales o activistas con recorrido en el tema- sea invisibilizada. Estamos hablando de hacer sentir nuestra voz, la misma que hará temblar la tierra el próximo 8 de marzo.

@julitadt

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