América Latina

22 febrero, 2018

Voto de los italianos en el mundo: entre las polémicas y la indiferencia

Un millón y medio de italo-sudamericanos están votando en estos días sus representantes al parlamento italiano. Y en Italia, nuevamente, explotó la polémica sobre la legitimidad de esos sufragios.

Un millón y medio de italo-sudamericanos están votando en estos días sus representantes al parlamento italiano. Y en Italia, nuevamente, explotó la polémica sobre la legitimidad de esos sufragios.

En los últimos días, unos cinco millones de italianos residentes en el extranjero recibieron en sus domicilios el material para poder elegir a los 12 legisladores -de 945- que los representarán en el parlamento italiano. En total, 1.596.632 italianos residentes en América del Sur, 700 mil de ellos en Argentina -la mayor comunidad italiana fuera de Italia- podrán elegir cuatro diputados y dos senadores, entre las nueve listas que se presentan a la cámara baja, y ocho a la cámara alta. Una vez emitidos los sufragios y enviados al consulado de referencia, estos viajarán a Italia, donde serán contados al finalizar el día de votación para los residentes en el país, el 4 de marzo.

Sin embargo se ha demostrado, una vez más, cierta falta de interés e información entre los votantes sudamericanos en unos comicios que para los italianos, en cambio, pueden significar la continuidad, o no, de un gobierno. Todos recuerdan lo sucedido en 2008, cuando el senador italo-argentino Luigi Pallaro se ausentó en la votación sobre presupuesto y propició la caída de Romano Prodi y la vuelta de Silvio Berlusconi al poder.

Un voto polémico

La ley Tremaglia, que desde 2001 permite a los ciudadanos italianos residentes en el extranjero de votar en los comicios y consultas en su país de origen ha sido -y es- fuertemente cuestionada. Si bien garantiza un derecho constitucional de todos los ciudadanos independientemente de su residencia, su actuación y, especialmente, el voto por correo, generaron protestas y hasta presentaciones judiciales.

El artículo 48 de la Constitución italiana prevé que el voto debe ser “libre y secreto”, y, según los detractores del sistema electoral, la votación realizada en un lugar que no sea un cuarto oscuro no ofrece ninguna garantía de que esto se cumpla. El hecho de que los sobres con las boletas puedan quedar debajo de un portón, en un buzón de público acceso o peor aún en la vereda, aumenta la suspicacia -que en Italia ya es escándalo- por posibles fraudes.

A esto se le agrega la presunción -teñida de cierto prejuicio- de que la mayoría de los ciudadanos italianos en el extranjero no conoce el idioma, la historia y la cultura política italiana, que sólo mantiene un vínculo sanguíneo muy lejano con la península por conveniencia, y que su voto se ve ligado a factores clientelares o vota al azar.

Así planteado el sistema se generan ciertas incoherencias. Un argentino residente en Italia, que conoce el idioma y la actualidad política del país pero no tiene descendencia italiana, no podrá expresarse en una decisión que lo involucra directamente, pero otro que jamás leyó nada sobre la actualidad del país podría hacerlo desde Buenos Aires.

Ciertos datos confirmarían esta visión. Los errores en la formulación del voto en las boletas provenientes del extranjero son cuatro veces superiores a los registradas en Italia. En los sobres que llegaron a Roma en 2006, 2008 y 2013, las tres votaciones en que los residentes en el exterior pudieron votar, se han encontrado boletas fotocopiadas, votos de personas fallecidas y boletas llenadas evidentemente por la misma persona, según denuncia la prensa italiana. Si a esto se le  agrega el altísimo costo para las castigadas arcas públicas para una mínima cantidad de votos emitidos, la indignación se multiplica. Sólo para garantizar el voto en Argentina, este 2018 el gobierno italiano gastó 12 millones de euros. Y si bien los sobres con el material electoral llegan a todos en todo el país, sólo el 30% del padrón suele votar, contra el 70% promedio de la afluencia en Italia.

Estos datos empujaron diferentes sectores políticos, y hasta representantes diplomáticos, a proponer la limitación del derecho a voto en el extranjero, o inclusive al otorgamiento de la ciudadanía, a aquellas personas que puedan demostrar conocimientos de la lengua, la historia y la cultura italianas. Una iniciativa que probablemente haría reflorecer las academias y escuelas italianas en el mundo, y el interés por la cultura de la península -dominio cada vez más excluyente de las franjas de mayor edad de las comunidades italianas y cada vez más alejado de la realidad actual del país-, pero que debería enfrentar la clarísima violación de varios principios constitucionales.

El Sistema Italia

El voto en el extranjero es un reclamo histórico de las comunidades italianas en el mundo por el reconocimiento de su rol en el afianzamiento de la economía y la política del país en todo el globo. Las empresas, instituciones, embajadas, consulados, asociaciones, escuelas y círculos italianos en el exterior, han conformado con el pasar de las décadas un entramado cultural, pero especialmente productivo y comercial, que ha dado importantes beneficios a la madrepatria.

La presencia y el peso de lo que Roma llama “Sistema Italia” es remarcable, especialmente en el ámbito empresarial. Italia controla unas 22.800 empresas en todo el mundo que dan trabajo a un 1.800.000 personas y facturan alrededor de 540 mil millones de euros por año.

Según datos de 2016, las 41 empresas multinacionales italianas más grandes facturan unos 342 mil millones de euros, y la mayoría de ellas es controlada mayoritariamente por el Estado. La mitad son empresas de energía, como Enel o Eni, que en Argentina controlan la mayor parte de la distribución de energía eléctrica de la capital y el gran Buenos Aires. El 30% de ellas son industrias privadas de manufacturas, principalmente ligadas a la producción de Fiat. Este último sector tiene un impacto en el PBI italiano del 5,1%. Y a estos datos habría que agregar las empresas creadas por descendientes de italianos, que mantienen sus principales relaciones comerciales con Italia, pero que no son controladas directamente desde allá, de las cuales no hay datos precisos.

El del Sistema Italia es un mundo con relaciones profundas con los poderes locales, con una fuerte impronta empresarial, pero casi independiente de las decisiones del gobierno de Roma al que está ligado por lazos de cultura e interés. Permite la penetración del made in Italy en los países con fuerte presencia italiana y el establecimiento de relaciones comerciales, del cual luego surgen también dirigentes y líderes.

Buena parte de los candidatos en estas elecciones en América del sur, provienen o cuentan con el auspicio de este mundo productivo, que no es en absoluto ajeno a los vaivenes políticos de los países adonde se encuentra. Matarazzo, Fiat, Techint y muchos otros, ponen en juego una pequeña parte de su capacidad de influencia en estas elecciones, mientras el grueso de los votantes no son atraídos por instituciones incapaces o desinteresadas en fomentar el acercamiento y la información en el espacio público.

Desde los años 70, los emigrantes italianos dejaron de ser una suerte de vergüenza, ejemplo de una pobreza y delincuencia exportada, para convertirse en un recurso para el establecimiento de relaciones económicas y políticas con el resto del mundo. Su voto, hoy, es el impuesto que Italia debe pagar a un pasado con el cual aún le cuesta enfrentarse, el de un pueblo de emigrantes que hoy es receptor de migraciones que no logra controlar ni gestionar. Y de décadas de indiferencia social y aprovechamiento económico.

Federico Larsen – @larsenfede

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